sábado, 27 de febrero de 2016

Actualidad revolucionaria de Rosa Luxemburgo

Actualidad revolucionaria de Rosa Luxemburgo A 97 años del asesinato de la revolucionaria Rosa Luxemburgo Michael Löwy Si hubiera que destacar el rasgo distintivo de la vida y del pensamiento de Rosa Luxemburgo, tal vez sería el humanismo revolucionario. Tanto en su crítica del capitalismo como sistema inhumano, en su combate contra el militarismo, el colonialismo, el imperialismo, o en su visión de una sociedad emancipada, su utopía de un mundo sin explotación, sin alienación y sin fronteras, este humanismo atraviesa como un hilo rojo el conjunto de sus escritos políticos y también su correspondencia, sus emocionantes cartas desde la prisión, que han sido leídas y releídas por generaciones sucesivas de jóvenes militantes del movimiento obrero. ¿Por qué esta figura de mujer –judía y polaca, marxista y revolucionaria, tierna e intransigente, militante e intelectual– nos sigue fascinando? ¿Cómo permanece tan cercana 90 años después de su muerte? ¿En qué consiste la asombrosa actualidad de su pensamiento, precisamente ahora, en este comienzo de siglo XXI? Veo al menos tres razones para ello: En primer lugar, en una época de globalización capitalista, de mundialización neoliberal, de dominación planetaria del gran capital financiero, de internacionalización de la economía al servicio del beneficio, la especulación y la acumulación, la necesidad de una respuesta internacional, de una mundialización de la resistencia, en resumen, de un nuevo internacionalismo está más que nunca a la orden del día. Ahora bien, pocas figuras del movimiento obrero han encarnado, de manera tan radical como Rosa Luxemburgo, la idea internacionalista, el imperativo categórico de la unidad, de la asociación, de la cooperación, de la fraternidad de los explotados y oprimidos de todos los países y continentes. Como es sabido, ella fue, junto a Karl Liebknecht, uno de los pocos dirigentes del socialismo alemán, en oponerse a la Unión Sagrada y al voto de los créditos de guerra en 1914. Las autoridades imperiales alemanas –con el apoyo de la derecha socialdemócrata– le hicieron pagar caro su oposición internacionalista consecuente a la guerra, encerrándola tras los barrotes durante la mayor parte del conflicto. Confrontada al fracaso dramático de la II Internacional, soñó con la creación de una nueva asociación mundial de trabajadores y sólo la muerte, esto es, su asesinato en enero de 1919 por los “Cuerpos Francos” llamados a Berlín por el ministro social-demócrata Noske para aplastar la revuelta de la Liga Spartakus– le impidió participar, junto a Lenin y a Trotsky, en la fundación de la Internacional Comunista en 1919. Pocos como ella comprendieron el peligro mortal que representa para los trabajadores el nacionalismo, el chovinismo, el racismo, la xenofobia, el militarismo y el expansionismo colonial o imperial. Se puede criticar tal o cual aspecto de su reflexión sobre la cuestión nacional, pero no se puede dudar de la fuerza profética de sus advertencias. Utilizo el término “profeta” en el sentido bíblico original (bien definido por Daniel Bensaïd en sus recientes escritos), no el de quien pretende “prever el futuro”, sino el de quien enuncia una anticipación condicional, quien advierte al pueblo de las catástrofes que ocurrirán si no toma otro camino. En segundo lugar, en este siglo XX que fue no sólo el de los “extremos” (según la expresión de Eric Hobsbawn) sino el de las manifestaciones más brutales de la barbarie en la historia de la humanidad, no se puede dejar de admirar un pensamiento revolucionario como el de Rosa Luxemburgo, que supo rechazar la ideología cómoda y conformista del progreso lineal, el fatalismo optimista y el evolucionismo pasivo de la social-democracia, la peligrosa ilusión -a la que se refirió Walter Benjamin en sus “Tesis” de 1940- de que bastaba con “nadar con la corriente” y dejar hacer a las “condiciones objetivas”. Al escribir en 1915, en su folleto “La crisis de la social-democracia” (firmado con el seudónimo Junius), la consigna “socialismo o barbarie”, Rosa Luxemburgo rompía con la concepción –de origen burgués, aunque adoptada por la II Internacional- de la historia como progreso irresistible, inevitable, “garantizado” por las leyes “objetivas” del desarrollo económico o de la evolución social. Una concepción maravillosamente resumida por Gyorgy Valentinovitch Plekhanov, cuando escribía: “La victoria de nuestro programa es tan inevitable como que mañana salga el sol“. La conclusión política de esta ideología “progresista” sólo podía ser la pasividad: nadie habría tenido la descabellada idea de lucha, arriesgar su vida, combatir para asegurar la aparición matinal del sol… Volvamos por un momento al alcance político y “filosófico” del lema “socialismo o barbarie”. Se encontraba sugerido en algunos textos de Marx o de Engels, pero fue Rosa Luxemburgo quien le dio esta formulación explícita y tajante. Implica una percepción de la historia como proceso abierto, como serie de “bifurcaciones”, donde el “factor subjetivo” de los oprimidos –consciencia, organización, iniciativa– se vuelve decisivo. No se trata de esperar a que el fruto “madure”, según las “leyes naturales” de la economía o de la historia, sino de actuar antes de que sea demasiado tarde. Porque la otra parte de la alternativa es un siniestro peligro: la barbarie. Con este término, Rosa Luxemburgo no designó una imposible “regresión” a un pasado tribal, primitivo o “salvaje”: se trataba, en su forma de ver, de una barbarie eminentemente moderna, de la cual sería un ejemplo contundente la 1ª Guerra Mundial, mucho peor en su inhumanidad criminal que las prácticas guerreras de los conquistadores “bárbaros” del final del Imperio Romano. Nunca antes en el pasado, semejantes tecnologías –los tanques, el gas, la aviación militar– se habían sido puestos al servicio de una política imperialista de masacre y de agresión a tan inmensa escala. Desde el punto de vista de la historia del siglo XX, la consigna de Rosa Luxemburgo ha sido profética: la derrota del socialismo en Alemania abrió la vía a la victoria del fascismo hitleriano y, en consecuencia, a la 2ª Guerra mundial y a las formas más monstruosas de barbarie moderna que la humanidad nunca haya conocido, simbolizadas y resumidas con el nombre de “Auschwitz”. No por casualidad la expresión “socialismo o barbarie” sirvió de bandera y signo de reconocimiento a uno de los grupos más creativos de la izquierda marxista de postguerra en Francia: reunido en torno a la revista del mismo nombre, animada durante los años 50 y 60 por Cornelius Castoriadis y Claude Lefort. El dilema y la advertencia indicada en la consigna de Rosa Luxemburgo siguen estando a la orden del día en nuestra época. El largo período de repliegue de las fuerzas revolucionarias –del que poco a poco se empieza a salir– ha venido acompañado de la multiplicación de guerras y de masacres de “purificación étnica”, desde los Balcanes hasta África, el ascenso de racismos, chovinismos, integrismos de todo tipo, incluso en el corazón de la Europa “civilizada”. Pero se presenta un nuevo peligro, no previsto por Rosa Luxemburgo. Ernest Mandel había subrayado en sus últimos escritos que el dilema del siglo XXI para la humanidad ya no sería, como en 1915, “socialismo o barbarie”, sino “socialismo o muerte”. Designaba con ello el riesgo de catástrofe ecológica resultante de la expansión capitalista mundial, con su lógica destructiva del entorno. Si el socialismo no viene a interrumpir esta carrera vertiginosa hacia el abismo –el ascenso de la temperatura del planeta y la destrucción de la capa de ozono son sus signos más visibles–, la supervivencia misma de la especie humana estará amenazada. En tercer lugar, ante el fracaso histórico de las corrientes dominantes del movimiento obrero, por un lado el poco glorioso derrumbamiento del pretendido “socialismo real” –heredero de los sesenta años de estalinismo–, y por otro lado la sumisión pasiva (¿o se trata de una adhesión activa?) de la social-democracia a las reglas -neoliberales- del juego capitalista mundial, la alternativa que representaba Rosa Luxemburgo, un socialismo a la vez auténticamente revolucionario y radicalmente democrático, aparece más pertinente que nunca. Como militante del movimiento obrero del Imperio zarista –había fundado el Partido Socialdemócrata de Polonia y Lituania, afiliado al Partido Obrero Socialdemócrata ruso– había criticado las tendencias, en su opinión demasiado autoritarias y centralistas, de las tesis defendidas por Lenin antes de 1905. Su crítica coincidía, en este punto, con la del joven Trotsky en “Nuestras Tareas Políticas” (1904). Al mismo tiempo, como dirigente del ala izquierda de la socialdemocracia alemana, peleó contra la tendencia de la burocracia sindical y política, o de las representaciones parlamentarias, a monopolizar las decisiones políticas. La huelga general rusa de 1905 le pareció un ejemplo a seguir también en Alemania: tenía más confianza en la iniciativa de las bases obreras que en las “sabias decisiones” de los órganos dirigentes del movimiento obrero alemán. Al tener noticias en prisión de los acontecimientos de Octubre de 1917, se solidarizó inmediatamente con los revolucionarios rusos. En un folleto sobre la Revolución Rusa, redactado en 1918 en prisión, que no fue publicado hasta 1921, después de su muerte, saludó con entusiasmo este gran acto histórico emancipador y rindió un caluroso homenaje a los dirigentes revolucionarios de Octubre: Todo el valor, la energía, la perspicacia revolucionaria, la lógica de que puede dar prueba un partido revolucionario en un momento histórico, han sido mostrados por Lenin, Trotsky y sus amigos. Todo el honor y toda la facultad de acción revolucionaria que han faltado a la socialdemocracia occidental, se vuelven a encontrar entre los bolcheviques. La insurrección de octubre no sólo habrá servido para salvar a la revolución rusa, sino también el honor del socialismo internacional. Esta solidaridad no le impidió criticar lo que le parecía erróneo o peligroso en su política. Si algunas de sus críticas –sobre la autodeterminación nacional o la distribución de tierras- son muy discutibles, y bastante poco realistas, otras en cambio, sobre la cuestión de la democracia, son completamente pertinentes y de una notable actualidad. Aún reconociendo la imposibilidad, para los bolcheviques, en las dramáticas circunstancias de la guerra civil y de la intervención extranjera, de crear “como por arte de magia, la más bella de las democracias”, no por ello Rosa Luxemburgo dejó de llamar la atención sobre el peligro de un deslizamiento autoritario, y reafirmó algunos principios fundamentales de la democracia revolucionaria: La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido –por numerosos que sean- no es la libertad. La libertad es siempre la libertad del que piensa de otra manera (…). Sin elecciones generales, sin una ilimitada libertad de prensa y de reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida se debilita en todas las instituciones públicas, vegeta, y queda la burocracia como único elemento activo. Es difícil dejar de reconocer el alcance profético de esta advertencia. Algunos años más tarde, la burocracia se apoderaba de la totalidad del poder, eliminando progresivamente a los revolucionarios de Octubre de 1917, a la espera de poder exterminarlos despiadadamente en los años 30. Una verdadera refundación del comunismo en el siglo XXI no puede ahorrarse el mensaje revolucionario, marxista, democrático, socialista y libertario de Rosa Luxemburgo. Michael Lowy es investigador en el CNRS (Centre national dela recherches cientifique) y profesor de la EHESS (École des Hautes Études en Sciences Sociales). Es militante del NPA y de la IV Internacional.

domingo, 28 de septiembre de 2014

CRISIS DEL CAPITALISMO Y DEMOCRACIA

CRISIS DEL CAPITALISMO Y DEMOCRACIA POR: FERNANDO PANESSO El capitalismo como sistema social y económico no ha cesado de generar sus propias crisis, unas más hondas, otras de menor grado y amplitud. La historia del capitalismo hasta nuestros días, ha sabido resolver y salir airoso de ellas. Las ha conjurado y las ha descargado sobre los hombros de los trabajadores y de las clases medias. Los gobiernos y sus empresarios son los menos golpeados. El propio término de crisis se oculta en una bruma de confusiones. ¿Crisis económica, crisis-ecoambiental, crisis del capitalismo, crisis de civilización? Pero, es la crisis del capitalismo en todas sus esferas la que ha puesto en escena la idea del socialismo. Ha puesto de presente el ideario socialista. Hablar de crisis y de soluciones, pone sobre el tapete, el proyecto de un modo de vida distinto al actual, y desde luego, la edificación de otra sociedad. El capitalismo no es una opción de vida viable, solidaria, fraterna, en una palabra: humana. Es la alienación del ser humano en su actividad fundamental: la producción y el consumo. “La alienación capitalista crea ese conflicto permanente a todos los niveles y en todos los sectores de la vida social. Hay crisis de la sociedad de explotación”. (Castoriadis, 1979: 10). La crisis se revelará como lucha directa de los trabajadores contra las condiciones de explotación capitalista y de su alienación social o, también, como el retiro de la escena política. Su aislamiento, su pasividad, su conformismo. La lucha de los trabajadores, si sobrepasa ese estado de postración y de alienación, estaríamos en presencia de una revolución social. La crisis es revertida y transformada en un nuevo ideario: el socialismo. La idea de crisis se torna en una noción productiva, que lleva a la comunidad política a una elucidación de cómo emanciparse de las cadenas de opresión y explotación de esta sociedad. Entonces, la crisis deja de ser un mero ejercicio para académicos, o de meros mecánicos que no saben más que reparar motores. No se trata de resolverle la crisis al capital, sino de postular una nueva organización social, que sea capaz de liberar al ser humano de la humillación, la sujeción, el servilismo, y ante todo, la lucha por la libertad. Las luchas de los trabajadores, campesinos, indígenas, afrodescendientes, y en general de las comunidades, tendrán un carácter eminentemente socialista. En tal sentido, la crítica al capitalismo no se puede llevar a cabo si no hay una perspectiva socialista. Una crítica al capitalismo que no contemple la puesta en escena del socialismo, es una crítica que no apunta, sino a sostener, a mantener, el edificio actual de la sociedad. Una crítica así no podría apoyarse en nada, a no ser en una ética que veinticinco siglos de filosofía no han logrado establecer, ni siquiera definir. Toda crítica presupone que hay otra cosa que es preferible –siendo posible- a lo que crítica. Toda crítica del capitalismo presupone, por tanto, el socialismo. (Ibid, 11). Al plantearse una crítica de esta forma implica que la comunidad política delibere sobre estos asuntos. Y el mejor mecanismo es la democracia directa. La emancipación de los trabajadores es obra de los propios trabajadores, sin más preámbulos. Las vanguardias, los aparatos, los “jefes”, los llamados partidos de izquierda deben subordinarse a los dictados del “demos”. La voluntad soberana, la asamblea de los iguales, los consejos obreros, campesinos, indígenas y negros, y por doquier, todas las formas de organización social serán las que deliberen, reflexiones, y decidan finalmente, su propio devenir. Aquí no hay mesías, ni salvadores, que se arroguen el destino de los demás, sino que será la propia comunidad política, la que asuma la conducción de su revolución política. El socialismo dejará de ser una quimera, para llegar a ser una realidad social. Este será remozado y en medio de la reflexión política aflorarán millones de ideas de cómo construir la sociedad de los iguales, y qué formas jurídicas-políticas se crearán. Desde luego, hay que echar mano de las experiencias y fracasos del movimiento revolucionario. Por otra parte, tenemos la rica experiencia de los comunismos ancestrales, de sociedades indivisas, sin Estado, anti-jerárquicas, como es el caso de las sociedades comunistas de los guaraníes. La lucha por un socialismo, es la lucha anticapitalista por un pensamiento singular, propio, complejo, ajeno a cualquier escuela o teoría. O, que éste debe inscribirse en los lineamientos de tal o cual organización política. No, la lucha contra el capital debe conducir y hacer florecer la imaginación humana, la creación democrática. No hemos vivido un régimen verdaderamente democrático. No hemos vivido la democracia. Ha habido dos experiencias, que muy pronto fueron sepultadas pronto: la griega y la del periodo del renacimiento. La creación democrática es el espacio político por excelencia donde las comunidades políticas dirimen sus diferencias, y no en comités centrales, o en “jefes”, o en los secretariados. El cuerpo político debe estar vigilante, sobre aquellos que se reclaman del pueblo para que no se apropien de la conducción de las comunidades. Si algo está fresco en la memoria de los revolucionarios del mundo, fue la forma como fue expropiado el pueblo ruso de su revolución socialista. La cuestión apremiante es, sí los movimientos de izquierda tendrán la capacidad de remontar sus propias ideas preconcebidas; si realmente, seremos capaces de dar pasos hacia una revolución en el pensamiento, y tener la capacidad de comprender la nueva época del capitalismo. O, en su defecto estaremos abocados a la repetición ritual de conceptos. La emergencia de un nuevo pensamiento liberador, sin íconos, sin fetiches, sin formulas acabadas, sin totalitarismos. Sabemos de la pesadumbre que empapa a los individuos en esta sociedad, su apatía y su conformismo. Sabemos del nihilismo, y de la incapacidad de construir un proyecto distinto a partir de las luchas sociales actuales. O dejar que estas sean adocenadas en la más brutal heteronomía. El mundo de hoy se presta para una nueva elucidación social, a una nueva creación humana, a nuevas significaciones sociales, a una destitución de su sistema de creencias y valores, que sea capaz de desinvestir las actuales, que las destituya, quitándoles lo esencial de su validez histórica o de su “legitimidad. Poner en cuestión la sociedad capitalista con toda su ideología de sus negocios. Con todas sus significaciones imaginarias que ella ha creado. Deslegitimar su existencia, por otra más prometedora para los sistemas vivientes. Este proceso no puede ser asumido sino mediante una propuesta democrática radical. La sociedad actual no tiene sentido, no se sabe para dónde va, qué es lo que quiere. Es una sociedad que no quiere pensarse a sí misma, y donde el individuo-social que fabrica se encuentra en un estado de postración y de conformismo generalizado. Tampoco se pregunta por sí mismo y no tiene el cuidado de sí. Busca por doquier caminos de salvación y se refugia en las trivialidades que ofrece la sociedad del espectáculo y de consumo. La historia no tiene sentido, la historia es sentido. El mundo de hoy no tiene sentido y la sociedad ha sido incapaz de otorgarle un sentido perdurable a la vida. El único móvil por el cual luchan y se matan los humanos en esta sociedad es, por lo económico y por el poder. El núcleo imaginario de la época es amasar cada vez más y en forma exponencial la producción, la acumulación, el consumo, y cada vez languidece más el imaginario de la autonomía y de la democracia. Y la “democracia” en los Estados modernos, como lo vemos, es una farsa, una simulación de participación y decisión. Los asuntos centrales de la vida están concentrados en unas pocas manos. El ciudadano no tiene derechos plenos y la capacidad de cuestionar el orden instituido brilla por su ausencia. Los mecanismos de control, vigilancia y represión se han exacerbado. La sociedad disciplinaria de orden y obediencia se acentúa, y el individuo sometido todo el tiempo en la caja negra de la televisión. Sociedades de simulacro, de producción en serie de calmantes, nacionalismos disfrazados de patriotismo, alimentación del racismo y la xenofobia, odio a los inmigrantes, iglesias que surgen por doquier y con distintas denominación a la casería de la angustia y el dolor humano. Las nuevas tecnologías del poder buscan aparentar ante los ciudadanos, ahora, que son más libres, al disponer de medios de comunicación más eficientes y efectivos. Los movimientos sociales en el mundo no despegan y no logran constituir una fuerza capaz que ponga en evidencia la crisis del capitalismo y que al mismo tiempo esgriman la necesidad de una sociedad socialista. Los trabajadores no tienen un proyecto libertario, emancipador, auténticamente comunista, que se ofrezca a la sociedad como un camino por el cual vale la pena luchar; todavía queda en la memoria de los trabajadores, las traiciones, las revoluciones traicionadas, las cúpulas sindicales vendidas a los patrones, en fin la descomposición política de los dirigentes socialdemócratas y de los PC de todos los países del mundo. Y, desde luego, los grados de represión y persecución al movimiento revolucionario en todo el mundo. Hay una desconfianza latente. Hay un conformismo generalizado que produce un desencanto y contagia al resto de la población. El proyecto democrático está por realizarse. Es un proyecto creativo, anticapitalista en todo el sentido del término. La democracia es anticapitalista. El proyecto emancipatorio de nuestra época deberá poner de presente lo absurdo del crecimiento económico ilimitado, y como el único proyecto social que ofrece esta sociedad. Poner en evidencia esta mentira social es una de las tareas imperiosas del movimiento revolucionario, y sólo así, es como se puede tejer pensamiento, para un modo de vida distinto al capitalismo. Poner la teología economicista al desnudo, y poder plantear que el problema de la crisis de la actual sociedad no es económico sino político, es dar pasos de gigante. El proyecto emancipador de la humanidad pone la cuestión económica en un tercer plano. Lo económico es sólo un medio de vida, no es lo determinante en última instancia, ni nada por el estilo. La tierra, y todos los demás medios de producción dejaran de ser factores de producción y pasarán a ser lo que son: medios de vida. Esta idea nos reconecta de inmediato con un modo de relacionarnos con los demás sistemas vivientes, y en general con la naturaleza. Naturaleza y espíritu vuelven a estar juntos. Y ahí, nos topamos con cosmovisiones ancestrales que nacieron en la antigua Rusia, en China, Medio Oriente, África y América. El chamanismo no es propio de América y presenta una gran variedad de formas de ver el mundo. Ni es homogéneo. El chamanismo de América es una mirada más que nuestros pueblos tienen del mundo, tan importante como la que los griegos hicieron cinco siglos antes de Cristo. Una forma de evitar la entropía a nivel social en el mundo moderno es que las fuerzas políticas más avanzadas puedan desarrollar una fuerte creación histórica-social, que desde luego, no pueden proceder de las actuales élites, sino de la reaparición de una ciudadanía autónoma, activa, responsable, que sea capaz de levantar sin vacilaciones el proyecto autónomo democrático, libertario, de la sociedad de los seres humanos libres e iguales. En suma: un proyecto humano. La desgracia humana, la infelicidad, esa desventura de haber caído en la servidumbre voluntaria tiene su fecha de nacimiento. Son esencialmente las sociedades divisas, las sociedades con Estado. El poder ahí reciclado en pocas manos. En manos de un tirano, una élite, una clase, un secretario, o de un comandante. El pueblo le sirve a un tirano, le obedece. Esta condición de servir a sus opresores, se expresa por el deseo de servidumbre, en vez del deseo de libertad. Hay un proceso de desnaturalización de la condición humana. Ese paso de la libertad a la servidumbre fue accidental, pero fatal para la vida: los que mandan y los que obedecen; los que promulgan leyes y otros deban cumplirlas. Esta división presagia ya el nacimiento del Estado. Este órgano será el encargado de apropiarse de la vida de los demás y conducir la vida de los otros. Es el gobierno de unos pocos conduciendo a muchos. Y todo esto aparece hoy, como si fuera un proceso natural, incluso, como el sello distintivo de progreso. Y lo peor, es que aparece como si esto fuera normal y que así deberían funcionar las sociedades. “En esta caída de la sociedad en la sumisión voluntaria de la mayoría a una sola persona, la Boétie descifra el signo repugnante de una desgracia irreversible: el hombre nuevo, producto de la incomprensible desventura, no es ya un hombre, ni siquiera un animal, ya que “las bestias…no pueden acostumbrarse a servir sino manifestando su deseo contrariado…”, este ser difícil de definir está desnaturalizado. Al perder su libertad, el hombre pierde su humanidad. Ser humano es ser libre, el hombre es un ser para-la-libertad. ¡Qué desgracia, efectivamente, lo que ha podido llevar al hombre a renunciar a su ser y hacerle desear la perpetuación de esa renuncia!” ( Clastres, 2001: 120-121). Un proyecto humano. Sí, para que la humanidad nazca en libertad, la única nacida de verdad para vivir libre, de una parte, y las sociedades donde se nace sin libertad, donde uno manda y otros obedecen. Esta distinción es radical. En un proyecto humano está en primer plano la conquista de la libertad y de la igualdad real y no formal. (cfr. Clastres, 2001). Un proyecto revolucionario no se reduce a las instituciones políticas, sino que abarca las demás esferas de la vida social. Abarca la vida misma. ¿Qué formas de vida debemos darnos? ¿Qué vida vivir? ¿Qué es vivir? Estas preguntas no pueden resolverse sino en el colectivo anónimo. Con el cuerpo social, con las comunidades políticas. No se trata de luchar solamente contra la explotación económica, o por mejores condiciones de vida de los trabajadores, o por servicios de salud, educación entre otros. No, se trata de ir a las profundidades de la psiquis humana y de sus creencias, formas y modos de pensar. No es revolucionando la infraestructura para que cambie la superestructura. El capitalismo no se acaba por el sólo hecho de que desaparezcan los burgueses, como el terrorismo tampoco porque se los eliminen. La burguesía está en el inconsciente humano, y este puede volver a florecer y echar raíces. Hasta tanto no se extirpe del inconsciente humano el deseo de tener, de beneficio, las contrarrevoluciones afloraran y de nuevo habrá quienes querrán sacar provecho de las nuevas circunstancias creadas. La lucha contra el pensamiento heredado no es una cuestión de consignas, es una deliberación a fondo con las formas ontológicas heredadas. El sujeto creado por la sociedad burguesa, más lo que viene de atrás, ha sido forjado por más de veinticinco siglos. Religiones, mitos, fetiches, Estado, leyes, constituciones, jerarquías, poder, dinero, y la lista sigue. La demolición de este mundo no se puede llevar a cabo con simples anuncios de viva el socialismo. El esclavo y el amo, todavía están presentes en nosotros. Todavía hay bastante tierra fértil para que prosperen este tipo de posturas políticas y sociales, y hay también individuos dispuestos a cumplir en la escena social esos papeles. De ahí que el proyecto emancipatorio no tenga formulas acabadas, ni determinaciones especificas. No hay una flecha del tiempo que diga cómo va ser esto o aquello. No hay una flecha de la historia, un tiempo lineal que nos depare cómo será el futuro. No hay una creencia teleológica. Es un mundo por construir y destruir, es un ser humano hecho y por hacer. No hay verdades definfitivas. No hay mesianismo, ni salvadores, ni redentores. Será la reflexión y deliberación humana, las colectividades interrogando su siempre presente, y aportando lo mejor de la inteligencia humana para la edificación de sociedades justas, de iguales, fraternas, cooperantes y de miles de inquietudes que surjan de esa ágora humana. El ego humano será domado por la colectividad, y aprenderemos todos a estar juntos, conversando y dirimiendo nuestras diferencias, la variedad humana en todo su esplendor. Es la sociedad de las preguntas, la que será capaz de ponerse en cuestión ella misma y sus ciudadanos. La sociedad autónoma, autogestionaria, auto-instituyente que produce un individuo autónomo. No hay sociedad autónoma sin individuos autónomos y viceversa. Autonomía en términos políticos, donde el ciudadano no enajena su poder. El poder está en manos de cada uno de los miembros de la comunidad política. ¿Esto por qué es así? porque toda relación de poder es opresiva, niega la libertad, niega la vida democrática. Al poder no le gusta que lo pongan en tela de juicio. El poder requiere de aduladores y de seres enajenados, no seres humanos libres y autónomos. La buena sociedad es aquella sin tiranos. Un proyecto de esta naturaleza no tiene verdad. El presente es desconocido, el futuro es incierto. Sólo una racionalidad demencial quiere prepararnos la morada eterna; sólo una racionalidad llena de estupideces puede adelantarse y prever lo que ocurrirá mañana. Los humanos vivimos el hoy, lo único y eterno en nuestras vidas. El mañana es hoy y eso será lo que seamos mañana. Pero no podemos determinar de una vez por todas, lo que será mañana. Los humanos del futuro tendrán todo el derecho a crear sus propias significaciones imaginarias sociales. No hay un determinismo histórico-social. La sociedad abierta, la apertura de la sociedad. La idea de apertura nos remite a la termodinámica, a las organizaciones y, por tanto, a lo fenoménico existencial. Al mismo tiempo que se abre, también se cierra. La democracia, por eso, es el único régimen que puede ponerse límites. Es el único régimen de la autolimitación consciente, que pone freno a la desmesura y extravagancia humana. Es la puesta en escena del deseo humano, y la única forma de reconducir esa energía hacia los proyectos que la comunidad política considera son los más convenientes para la vida. Totalmente no somos un sistema viviente autónomo. Somos autónomos dependientes, no sólo eco-dependientes, sino también socialmente. Somos un sistema encadenado a otros sistemas, vivos, culturales y sociales. No hay un solo comunismo. Hay varios comunismos, cada pueblo se dará a si mismo sus propias leyes y sus propios ordenamientos; cada pueblo se dará su propia cosmovisión y sus propias significaciones imaginarias sociales; cada pueblo tendrá su propia percepción y sus propias construcciones del mismo. No hay una visión única del ser, del cosmos, de la physis. Es la diáspora humana. Y desde luego, la imaginación radical del ser humano puesta al servicio de él mismo. Es la creación humana en una palabra. El humano como artista, filósofo y poeta. Este proyecto todavía tiene por delante que luchar contra las mixtificación del poder, el Estado, el desarrollo, el progreso, el consumismo, la competitividad, la productividad y la ideología que adorna este sistema de creencias y dogmas dados por la sociedad moderna. Pero hay un problema: aun persiste la ilusión ideológica de que este mundo ha sido el mejor de los posibles. Los megaproyectos, la era espacial, la desaforada mecanización de los procesos productivos, la cibernética, la informática y muchas cosas más, tienen deslumbrado al ser humano de la época moderna. Hay una alienación colectiva y una apuesta por este modo de vida. El consumismo se transformó en una enfermedad mental y los seres humanos devoran con frenesí, con un hambre psíquica todo lo superfluo que produce la sociedad de consumo. El consumo es superficial, vuelve infantiles a las masas; el rock es violento, no verbal, acaba con la razón; las industrias culturales están estereotipadas, la televisión embrutece a los individuos y fabrica moluscos descerebrados. El feeling y el zapping vacían las cabezas, el mal, en todas sus formas, es lo superficial, sin que ni por un segundo se llegue a sospechar que los efectos individuales y sociales contrarios a las apariencias puedan ser la verdad histórica de la era de la seducción generalizada. (Lipovetsky, año: 16). Pero podemos tratar las cuestiones relacionadas con el poder y el Estado, en el marco de un modo de vida. ¿Cómo sería una sociedad sin estado, sin jerarquías, antiburocrática? BIBLIOGRAFIA CASTORIADIS Cornelius, (1979) La experiencia del movimiento obrero, vol 2, proletariado y organización, Barcelona: Tusquets Editores. LIPOVETSKY Gilles, año, El imperio de lo efímero, la moda y su destino en las sociedades modernas. Anagrama, Colección compactos. CLASTRES Pierre, (2001). Investigaciones en antropología política, Gedisa,

LA REELECCION DE JUAN MANUEL SANTOS, UN PLEBISCITO BONAPARTISTA

LA REELECCION DE JUAN MANUEL SANTOS, UN PLEBISCITO BONAPARTISTA Por: Marino Canizales P. (Este documento fue presentado a la reunión nacional de Redes Socialistas realizada en Bogotá el pasado 26 de Julio del año en curso.) El pasado 15 de junio Juan Manuel Santos logró su reelección como Presidente de la República, con un 50.14% del total de la votación. Su contendor, Oscar Iván Zuluaga, candidato del Centro Democrático, logró un 45.01%. El voto en blanco, notable por su exiguo resultado, solo obtuvo un 4%, equivalente a 619.000 votos. La sumatoria de tales guarismos electorales tuvo a su vez, como telón de fondo, una abstención global del 52.14%. A pesar de haber logrado el Presidente su reelección, fue el uribato con sus métodos y prácticas el que impuso su impronta durante el desarrollo de tal campaña electoral, lo que no quiere decir que el gobierno y su coalición de partidos no hubiesen recurrido a la compra de votos, al clientelismo y a la corrupción para los mismos fines. Esto quedo en evidencia tanto en las elecciones para la conformación del Congreso de la República, el 9 de marzo, como en las dos vueltas para elegir presidente de la República. Fue esta una campaña electoral lumpen, atravesada por poderes mafiosos y escándalos de espionaje, donde aparecieron involucrados delincuentes informáticos en alianzas con miembros de la fuerza pública y de la inteligencia del Estado al servicio de cúpulas y poderes electorales con intereses en una u otra de las candidaturas en juego, con un manejo oblicuo por parte del gobierno para minimizar el escándalo. Fue igualmente una campaña marcada por las denuncias y acusaciones de presencia de figuras y dineros del narcotráfico en la campaña del presidente – candidato, formuladas por el senador electo y jefe del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez. Fue, en síntesis, un proceso electoral reducido a una grotesca competencia entre empresas electorales y grupos económicos de los diferentes partidos y candidatos, donde los medios de comunicación coparon los espacios de la política, banalizando la importancia de las ideas y debates, y ofreciendo en su lugar singulares mercancías carentes de significado y elaboradas para ser desechadas al día siguiente de conocidos los resultados. Algunas de las izquierdas que participaron en esa caricatura del proceso electoral, el Partido Comunista, la Unión Patriótica y el Polo Democrático, entre otros, lo hicieron sin identidad propia y con pobres resultados, en alianzas con grupos e individualidades que solo buscaban beneficios del establecimiento y el régimen, como fue el caso de Gustavo Petro y los Progresistas, y ese remedo de partido, Alianza Verde, lo que provocó una mayor confusión y división entre sus militantes y bases sociales, debilitando aún más incipientes procesos de unidad que se venían gestando de tiempo atrás.. En medio de ese amasijo de pactos y confusiones, el PDA consiguió ocho congresistas, tres en la Cámara de Representantes, y cinco en el Senado, salvando así su personería jurídica, sin que esto impida que termine convirtiéndose en una oposición de izquierda desleída y sin coherencia política a causa de su fragmentación y profunda despolitización. Junto a esta oposición que buscará alianzas y combinaciones políticas con algunas individualidades que fungen de independientes, hizo irrupción, por vía electoral, el movimiento político denominado Centro Democrático, hoy convertido en partido político, expresión de un uribato ruidoso y vociferante con diecinueve Senadores y doce representantes a la Cámara. Si bien no logró una bancada fuerte como presagiaban algunos, tales resultados le permitirán moverse dentro y fuera del Congreso de la República como una oposición de derecha políticamente organizada y coherente, dirigida y controlada por su fundador y caudillo, Álvaro Uribe Vélez. Mención aparte merece la Alianza PDA–UP como fórmula electoral en torno a Clara López, como candidata a la presidencia de la República, y Aida Abella, como candidata a la Vicepresidencia, la cual logró en la primera vuelta un 15.23%, equivalente a 1.958 votos. Alcanzando a su vez en Bogotá un segundo lugar en los resultados electorales, con 501.000 votos, convirtiéndose, ante la falta de iniciativa de otras fuerzas democráticas y de izquierda, en la gran beneficiaria de ese sainete provocado por la arbitraria destitución de Gustavo Petro como alcalde de Bogotá por parte del Procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez. Poco la afectó el haber sido la Secretaria de Gobierno del alcalde Samuel Moreno Rojas, y luego alcaldesa en su reemplazo durante los últimos seis meses de su mandato. No sufrió el esperado desgaste a pesar de que tanto ella como su partido el Polo Democrático no establecieron ninguna distancia con la mencionada administración distrital, y a pesar también de haber realizado una mediocre campaña para la presidencia, resultados que luego festinó al comprometerse pública y abiertamente con la reelección de Juan Manuel Santos en la segunda vuelta electoral. Una pugna interburguesa Ahora bien, el proceso electoral en mención, el cual abarcó casi todo el primer semestre del año en curso, no solo se caracterizó por los hechos y escándalos antes descritos, sino también por la presencia de varios equívocos y confusiones en la manera de apreciar y calificar las tensiones y conflictos entre los candidatos y partidos enfrentados por el favor de los electores, en el marco de una sociedad despolitizada y profundamente polarizada por los odios en juego. Ante lo ocurrido al final de la primera vuelta, donde el candidato del centro Democrático Oscar Iván Zuluaga superó en votos al candidato presidente, se volvió moneda corriente aquello de que Juan Manuel Santos, por ser un “mal comunicador,” estaba a punto perder la presidencia en la segunda vuelta. Y es a partir de esta vulgar caricatura como fue convertido en “el gran comunicador de la paz”, minimizando así el carácter reaccionario tanto de su gobierno como de su personalidad política. Al respecto se olvida, o se deja de lado, que Juan Manuel Santos fue también “victima” del contexto uribista que viene atravesando con un hilo rojo la política nacional durante los últimos diez o doce años, así haya ganado la reelección. Álvaro Uribe Vélez y su Centro Democrático tienen bien presente que el hoy presidente reelecto fue parte activa y central de dicho contexto. De los cinco candidatos en la primera vuelta, solo la formula Clara López- Aida Abella estaba por fuera de esa tenaza electoral y mediática. Desde el tecnócrata Enrique Peñaloza hasta Juan Manuel Santos, todos han tenido relación, así sea de diferente forma con dicho expresidente. Se olvida también que tres de ellos fueron sus Ministros de Estado, y que el primero, exalcalde de Bogotá, “babea” por él. Sin embargo, el gran damnificado hasta la primera vuelta fue Juan Manuel Santos, dada su condición de candidato presidente. No solo tenía abiertos demasiado frentes, casi todos manejados erráticamente, incluido el de la paz, sino que igualmente cayó en la trampa tendida por Uribe y su pandilla de no discutir política ni la política, colocándose a la defensiva, pero en actitud arrogante. Gana la reelección cuando decide ubicarse en otro escenario, haciéndole el quite a las sindicaciones y denuncias de corrupción hechas por Uribe contra su campaña, tomando la iniciativa en lo tocante al tema de la paz y al desarrollo de los diálogos en la Habana, así esta iniciativa haya tenido de principio a fin un manejo de cúpulas y clientelas tanto a nivel regional como nacional. Sin embargo, en modo alguno rompió la concepción de la política como confrontación amigo-enemigo que tanto él como Álvaro Uribe practicaron durante su largo gobierno, y dentro del cual J. M. Santos se desempeñó como Ministro de Defensa del año 2006 al 2009. Mienten quienes dicen que Juan Manuel Santos es bien distinto a Álvaro Uribe Vélez; también mienten quienes afirman que son iguales, como lo reitera en forma simplista y ramplona el senador Jorge Robledo. Este sofisma, como todo sofisma, es tramposo. Son dos expresiones de la derecha en una pugna interburguesa por control de la dirección del Estado, cada una con rasgos propios y una identidad política que define y marca las ejecutorias que realiza y los hechos políticos que genera. Lo mismo puede predicarse de sus métodos de hacer la política. Los acerca su postura ante la lucha de clases y las demandas de los de abajo; sin embargo, su personalidad afecta de distinta manera el desenlace de esa lucha de clases y el manejo de los asuntos del Estado. Además, lo anterior está articulado a una mentalidad conservadora dentro del conjunto sociedad colombiana, promovida y alimentada por unos medios de comunicación de sesgo uribista que la expresan, todo ello combinado, de un lado, con una feroz campaña de descrédito contra el gobierno de Venezuela y el chavismo, cuyos rasgos imputan al gobierno de J.M. Santos, lo que explica en cierta forma sus resultado adversos en la primera vuelta, y del otro, con un rechazo a las Farc y lo que estas significan por haber practicado el terror y el secuestro contra sectores de la población civil, remarcando hasta la saciedad aquello de que era esa una guerrilla “bandolerizada” producto de un conflicto armado degradado. Si bien es cierto que esta guerrilla se ha vuelto a repolitizar y a reconfigurar de una forma bastante notable, esos hechos y los imaginarios que se le asocian, siguen teniendo eficacia en su contra, lo que también explica en parte el triunfo de Oscar Iván Zuluaga en catorce departamentos, entre los que se encuentran Meta, Huila, Caquetá, Guaviare y Boyacá, y parte del llamado eje cafetero, de gran significación dentro de conflicto interno.. A Juan Manuel Santos se le puede abonar, con notables reservas claro está, su política de paz tendiente a propiciar una salida política negociada al conflicto armado interno, pero esto no lo convierte en demócrata, así haya logrado un importante respaldo para dicha política tanto dentro como fuera del país. La “bacanal de entusiasmos liberales” que rodeó su nombre hacia la segunda vuelta por la presidencia, no puede hacer olvidar por un solo momento que los diálogos por la paz en la Habana y todo el conjunto de procesos y decisiones que los configuran, son una conquista democrática del movimiento de la víctimas de la violencia y de los defensores y promotores de los Derechos Humanos. Lo importante en J.M. Santos está en que comprendió la urgencia y el carácter inaplazable de tal reivindicación. Sin embargo, lo anterior no le impide mantener, al mismo tiempo, a un Ministro de Defensa militarista y brabucón dándole contentillo a la galería de la alta oficialidad, activa y jubilada, muchos de cuyos miembros guardan estrechos lazos con la derecha armada y desarmada, tanto dentro como fuera del establecimiento, a la vez que cumple con los dictados del Dpto. Estado de gobierno norteamericano en materia de seguridad. Como tampoco le impide respaldar sus iniciativas ante el congreso de la República que buscan fortalecer en términos constitucionales y legales el fuero militar y la justicia penal militar. Ante la tragedia humanitaria que se vive en Buenaventura, la respuesta de su gobierno a través de dicho ministro fue decretar y llevar a cabo la ocupación militar de la ciudad, haciéndole esguinces a la alta tasa de desplazamientos y desapariciones forzadas, denunciadas por el obispo de la ciudad y los defensores de los derechos humanos. Los casos de barbarie, cada vez más frecuentes en las llamadas “casas de pique” o de descuartizamiento de varios de sus habitantes por parte del crimen organizado y bandas paramilitares, fueron negados en forma cínica por ese, su ministro-sargento, ante el Congreso de la República y frente los medios de comunicación. Hecho siniestro y de ocurrencia continuada, confirmado por Human Wrigths Watch en la persona de su director, José Miguel Vivanco, después de una visita realizada a finales del pasado mes de Mayo. Sin embargo, el señor Presidente no lo desautorizó, y en el entre tanto, la barbarie continúa causando estragos, mientras la oligarquía valluna, dueña de la sociedad portuaria, mantiene el giro de sus negocios sin contratiempos ni sobresaltos. En el campo económico, su política es igualmente reaccionaria y errática, cerrando los ojos ante los desastres que vienen causando los TLCs. El frente empresarial presenta fisuras que amenazan la estabilidad de sus negocios. Su modelo de crecimiento no genera empleo y la industria continúa en franco declive ante la embriaguez importadora promovida por los especuladores, bajo la hegemonía del capital financiero nacional y transnacional. El cierre de empresas no es un chiste. Ante los paros agrarios y las demandas de los pobres del campo, su respuesta ha sido la mano dura combinada con pactos y acuerdos que luego son incumplidos. La incoherencia de J.M. Santos en lo relativo a la cuestión agraria, cuya complejidad y realidad ha intentado desconocer, lo lleva a escamotear su relación con el asunto de la paz y la solución del conflicto armado interno. Ante el reclamo de una reforma agraria por parte de los campesinos pobres, su respuesta fue nombrar como Ministro de Agricultura al ex - gerente de Indupalma, Rubén Darío Lizarralde, factótum de los terratenientes. A la justa demanda de reconocer y constituir Zonas de Reserva Campesina para recuperar el tejido social de la economía campesina, destruido por la violencia paramilitar y terrateniente, su salida fue la de dictar un decreto legalizando la apropiación por terratenientes y agro empresarios de gran parte terrenos baldíos en la zona de altillanura. Y, como si lo anterior no fuese suficiente se comprometió pomposamente con el pacto conocido como “Alianza Pacífico” que lo llevó a entrar en conflicto con sectores del empresariado ante la inminente pérdida de parte del mercado interno, pues su entrada en vigencia permitirá burlar por la puerta de atrás gran parte de las salvaguardias contenidas en los TlCs ya firmados. Su política minero-energética, de continuar el ritmo que lleva y mantener la complacencia ante las multinacionales extractivistas, y la inacción ante una minería de base criminal, amenaza con convertir el territorio nacional en un gran erial, producto de la destrucción de grandes ecosistemas y daños ambientales. Por ultimo está su fracaso ante dos reformas que reclaman con urgencia ser realizadas: la reforma a la salud y la reforma a la justicia. A todo lo anterior se suma un partido de coalición que acompaña al gobierno en el Congreso de la República, atravesado por escándalos y de mediocres ejecutorias, que hacen ver a este último más como una “escombrera” que como un lugar donde se debaten los asuntos de la política nacional. Una vez más, es la imagen de un Presidente de la República lidiando con muchos frentes y con mediocres ejecutorias. Quienes lo miran como demócrata y reformista en el marco de las confusiones antes mencionadas, tienen una torpe mirada cuando del tema de la corrupción se trata, dando como cierto otro sofisma que consiste en afirmar, como se viene haciendo reiteradamente, que la gran corrupción que azota al país y carcome las estructuras e instituciones del Estado hay que verla y reducirla al ámbito de la Rama Judicial. Soslayan en forma funesta el que la verdadera y gran corrupción está empotrada y se reproduce en forma eficaz y gigantesca en varios de los ministerios y agencias de la administración central, regional y local, como son, Hacienda, Planeación y la Dian, y también los ministerios del Medio Ambiente, Minas y Obras Públicas, para solo nombrar algunos. En relación con todo lo anterior, decir que el asco influyó en el elevado guarismo de la abstención, no es más que una verdad a medias, ya que el asco en abstracto no es una categoría política. Al respecto, sería un craso error desdeñar el rechazo de los trabajadores y sectores populares de la ciudad y el campo a las políticas neoliberales del gobierno, quienes se movilizaron en dos sendos paros agrarios entre septiembre y agosto del 2013, y abril y mayo del año en curso, y cuyas reivindicaciones fueron escamoteadas con acuerdos que luego no se cumplieron, quedando en el camino varios luchadores asesinados y decenas heridos por las fuerzas del Estado. Una mirada blanca sobre tal realidad impide concluir que lo no visto y valorado políticamente, tuvo una incidencia notable en las altas cifras de la abstención, y, en particular, en los resultados negativos de la primera vuelta para la candidatura de J.M. Santos. Además hay que decir que si no votó cerca de un 60% de la población apta para hacerlo en la primera vuelta, dentro, de ese 40% que depositó su voto, casi un 30% no sintió tal asco. Tampoco votó cerca de un 52% en la segunda vuelta; sin embargo el uribismo con Oscar Iván Zuluaga logra un 45% de los votos depositados, y J. M. Santos como ya se dijo, obtiene un 50.14%. Ante tales datos, imposible negar igualmente la eficacia del macartismo, la simpatía por la guerra, la intolerancia, y la compra de votos. Son contenidos y simbologías que operaron articulados a la manipulación mediática ya mencionada, en la cual el uribismo demostró ser muy hábil, recurriendo a lo peor del ser humano. A lo expresado antes hay que agregar que tales realidades aparecen con fuerza en el marco de una profunda depresión del espíritu público y de una aguda despolitización de la opinión pública. Solo así es posible entender lo relativo al asco que pudieron sentir millones de colombianos, conjugado con la indiferencia ante los asuntos públicos que orientan y tramitan quienes detentan el poder del Estado, y ligado al desprecio hacia una clase política que ha hecho de los asuntos públicos un jugoso botín, y de la corrupción una magna empresa de enriquecimiento ilícito. ¡Ahí viene el lobo! Ante la inminencia de una posible derrota electoral de Juan Manuel Santos en la segunda vuelta, conocidos y desconocidos del mundo de la cultura, y de algunos centros académicos, y, lo que es más preocupante, del mundo de las izquierdas, con sensibles excepciones, y del ámbito de los sindicatos (la CUT y la CGT), y del amorfo mundo de la intelectualidad, anunciaron y dieron su respaldo a su reelección, sin ningún reato. La razón principal de este equívoco, además de las descritas antes, hay que buscarla en el uso del trapo siniestro del fascismo y de la guerra, que, de salir ganancioso, según aquellos, atraparía gran parte del Estado Colombiano y de su tejido social. Se entronizaría así el reinado de la barbarie y el terror como arma política por excelencia. La Unión Patriótica, el Partido Comunista, Marcha Patriótica, la Presidente del Polo, Clara López, y sectores del PDA, Piedad Córdoba………todos, o, mejor, casi todos, menos una de las partes más interesadas en los resultados de ese domingo 15 de junio, las Farc, --- quienes llamaron a votar en blanco en la segunda vuelta, coincidiendo con el senador Jorge Robledo, quien en forma oportunista llamó a votar en blanco ---, gritaron alarmados ¡ ahí viene el lobo !. Pero, ¿dónde está el quid del asunto?. Tales señores y señoras, lo mismo que esas organizaciones sociales y políticas convirtieron la incoherencia y la confusión en norma política. Su línea de acción dejó de lado que la Colombiana, es una sociedad de clases, gobernada por un régimen político; que el poder dentro de dicho régimen lo detenta y ejerce el presidente de la República, que dicha presidencia es fuerte y presenta un marcado acento bonapartista, que arbitra y controla los conflictos entre las clases con marcados rasgos autoritarios, combinados muchas veces con otros de carácter legal y a veces democrático. Ambos contendores, Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga, representaban ante el conjunto de la sociedad colombiana una opción bonapartista de carácter reaccionario. Una de las diferencias entre uno y otro, estriba en que Juan Manuel Santos y quienes lo respaldaron para la segunda vuelta apelaron a un plebiscito por la paz, convirtiéndola en su principal bandera política, pero sin afectar o modificar su modelo de acumulación capitalista en el conjunto de la economía nacional, y menos cambiar los lineamientos e instituciones que sustentan su régimen político. Sin dejar de lado que el presidente candidato utilizará dicho plebiscito, de lograrse el acuerdo en la Habana, para rechazar la idea de una Asamblea Constituyente, e imponer su punto de vista de un referendo definido por arriba, excluyendo cualquier discusión y debate público sobre su contenido. El contexto de lo que será el llamado posconflicto, si se logra el acuerdo político, podrá ser o no una caldera del diablo, y todo depende del desarrollo de la lucha de clases, y de que el gobierno nacional desactive los elementos y prácticas de terror que siguen agitando y deformando importantes sectores del tejido social. La paz no es una abstracción, y tampoco se puede reducir a una escueta norma constitucional. Es y debe ser el resultado de una positiva relación de fuerzas entre las clases sociales, donde el punto de vista democrático sea dominante y fuente de mejores conflictos, y donde la violencia y el terror como armas políticas pierdan su eficacia y significado. Tal fue la expectativa que generó Juan Manuel Santos. Al final salió airoso e impuso su reelección, pero con un gran costo moral y político para quienes luchan contra sus políticas de gobierno, afectando negativamente la poca unidad de las izquierdas que se venía gestando con antelación. El estilo de gobierno que muchos esperan de J. M. Santos, una vez conseguida su reelección, podrá ser afinado aún más, dejando atrás la imagen de un Estado paria dentro de la comunidad internacional, con buenas relaciones con los gobiernos vecinos. Es posible que sean vistas nuevas caras en la administración central del Estado en pago al apoyo recibido, y que la simpatía mediática por el régimen aumente. Pero, por ningún lado estaremos ante una genuina democracia constitucional, donde los pobres y los débiles tengan un mejor lugar. La plutocracia comandada por Juan Manuel Santos seguirá gobernando sin ningún miramiento con los oprimidos y los explotados. Y, ¿Oscar Iván Zuluaga que seguirá representando? ¿Será el fascismo en cuerpo y alma como predican algunos espíritus calientes y despistados? ¿Estaremos de nuevo ante un paramilitarismo hirsuto? ¿Veremos a los voceros y figuras del crimen organizado sentando sus reales dentro de las instituciones del Estado? Se piensa que no, ya que el asunto es mucho más complejo. La metáfora del “títere”, o mejor del “candidato títere” también es engañosa y confunde, así haya tenido cierta eficacia mediática. Diferente es que carezca de nervio político; y de la sagacidad y cinismo de su amigo y promotor Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, la condición humana es impredecible en sus posibilidades y manifestaciones. Tales individualidades, una vez ganan poder, se autonomizan, y las influencias de terceros no se pierden, así el personaje sea mediocre, lo que puede llevar a hacer valer su impronta. Será la lucha de clases la que finalmente determine su nivel de miseria humana y el carácter de sus decisiones. Pero el clima moral y político del país, así como las relaciones entre las clases y la dinámica de los procesos económicos, no están ni son propicias para un régimen fascista o para una dictadura militar. La derecha opositora afirma, sin medirse en ello, que J. M. santos representa el castro-chavismo, y que de ser reelegido, sería un símil de Nicolás Maduro. Este factor de propaganda mediática explica en parte el importante caudal de votos (6.903.000) obtenido por Oscar Iván Zuluaga en la segunda vuelta como resultado de una propaganda sustentada en el miedo y en el odio. El otro miedo, el de los que plebiscitaron al presidente-candidato reeligiéndolo, se sustentó en una posible reedición de los métodos y formas de gobierno de Uribe Vélez. Sin embargo, en este punto y hora es necesario precisar, al menos en la actual coyuntura social y política, que el paramilitarismo y el terror como arma política por excelencia ya cumplieron su cometido : realizaron una segunda contrarreforma agraria a partir de los años 80; destruyeron en gran parte el tejido social y económico de la economía campesina; aniquilaron físicamente generaciones de líderes sindicales; articularon al establecimiento y a muchas de las estructuras del Estado personajes y figuras del capital mafioso y narcotraficante, generando una mentalidad criminal del todo vale y de destrucción de la obediencia al derecho, que tiene permeada gran parte de la sociedad colombiana. La tarea ya está hecha; otra cosa es que persistan rasgos y elementos de corte fascista y autoritario. Incluso, y con ánimo polémico, se pude afirmar sin temor a equivocarse, que el régimen político imperante durante el largo gobierno de Uribe Vélez, fue el de una presidencia bonapartista, como bien lo demostró Ricardo Sánchez Ángel en su momento. En modo alguno fue un régimen fascista, a pesar de todos los embates, abusos y crímenes que se cometieron. Para las oligarquías de este país, este no es el momento para apostar por un Estado policíaco y gansteril el cual no puedan controlar; además el estado actual de la lucha de clases no da para ello. En ese período, hay que tenerlo presente, finalmente impusieron su criterio y puntos de vista fuerzas y personajes de carácter republicano y democrático, lo mismo que importantes movilizaciones sociales y populares, que dieron al traste con sus ambiciones de una tercera reelección, siendo hoy un gobierno ubicado en los estrados de la picota pública. Pero claro, el miedo confunde, y hace perder la perspectiva. La Paz como campo de lucha Es esa pérdida de perspectiva política unida a una falsa caracterización tanto del régimen político como de la actual coyuntura nacional, la que explica en gran parte el cumulo de ilusiones liberales que no sólo relegitimaron el gobierno de Juan Manuel Santos, sino que también sustentan el llamado “Frente Amplio por la Paz”. De entrada, hay que precisar que dicho frente no es un acuerdo entre ingenuos ni de novatos en materia política; sencilla y llanamente se trata de un pacto electoral con miras a las elecciones en el segundo semestre del 2015, en las cuales serán elegidos alcaldes y gobernadores, como también los futuros miembros de las Asambleas Departamentales y Concejos Municipales a nivel nacional. Será de nuevo una dura competencia entre las empresas electorales y caciques regionales por tales cargos, inscrita dentro de las pautas ya fijadas en las elecciones para Congreso y Presidente de la República. Nada indica que no será así, con el agravante que el tema de la paz y los diálogos de la Habana serán tratados como mercancías al mejor postor. Será la paz al servicio de apetitos electorales y clientelares, y no la paz como campo de lucha, donde compitan concepciones y puntos de vista sobre la naturaleza política de esa paz, y que tipo de instituciones la deben configurar y sustentar, y qué clase de ordenamientos jurídico-políticos la deben regular y garantizar; y lo que es más importante, que forma de paz política (el desmonte del paramilitarismo y de los diferentes aparatos de terror y violencia) se debe implementar como condición de posibilidad de la paz social que todos queremos. No será la paz como expresión del Estado Social de Derecho, en el cual los trabajadores y trabajadoras promuevan y realicen sus movilizaciones y adelanten la lucha de clases sin temor a ser asesinados y a la represión policiva y militar. Los que votaron por la reelección de Juan Manuel Santos, embriagados “de entusiasmos liberales”, asumieron como suya la paz que defiende su gobierno en favor del orden establecido y como jefe de los empresarios y dueños del poder; una paz si lucha de clases, pusilánime y sin conflicto con los de abajo. Por eso, este proclama a los cuatro vientos la necesidad de un referendo bonapartista, excluyente y definido en los cenáculos del poder como forma de validación de los acuerdos de paz, si se llegan a dar. Aquellos, los del Frente Amplio por la Paz y los “embriagados liberales”, callan cada vez más la importancia de convocar a una Asamblea Constituyente para tal fin, y los linderos para un escenario favorable a la conciliación de clases se hacen cada vez más definidos. Renuncian a toda distinción política, ya que, en últimas, se trata de ver como se accede a los cargos ya referidos, en un proceso electoral anarquizado y despolitizado, por decir lo menos. Les basta y les sobra ver en Juan Manuel Santos el fetiche de una paz para el orden establecido. No de otro modo se explica el desmonte del segundo paro agrario iniciado a finales del pasado mes de abril, traicionando el mandato y las tareas fijadas en la Cumbre Agraria del 17 de marzo en Bogotá. En el campo de las izquierdas quienes respaldaron la reelección de Juan Manuel Santos son los mismos que hoy conforman el Frente Amplio por la Paz. Es la misma izquierda sumisa, que con su actitud ante el gobierno del presidente reelecto como campeón de la paz, promueve en nombre de los trabajadores y demócratas que dice representar, la servidumbre voluntaria. Cayeron rendidos y embotados ante la relegitimación del gobierno, del cual ellos son a la vez sujetos activos y víctimas, condición que quieren mantener hasta las elecciones del próximo año, ya que no conocen ni practican la autocrítica. Olvidan, o no quieren reconocer, que la paz es también un campo de lucha. Las anteriores consideraciones fueron las que finalmente llevaron a muchos a adoptar, la posición de votar en blanco en las pasadas elecciones del 15 de junio, o en su lugar, abstenerse de votar, manteniendo así una independencia de criterio y autonomía, y para los que somos de Izquierda y socialistas revolucionarios, conservar la independencia de clase y de pensamiento. Los intereses y el futuro de los trabajadores y trabajadoras, de los oprimidos y explotados, no podían hipotecarse o ser endosados a un presidente y su gobierno que no tiene nada en común con ellos. Cali, Julio 26 de 2014

lunes, 7 de marzo de 2011

Los gobiernos “progresistas” latinoamericanos desvían su línea ideológica ante la crisis en Libia

Bernard Perrin
Le Courrier, Rebelión 4-mzo-2011

La sublevación en contra de Gadafi, aliado político y económico del bloque de izquierda, desorienta a ciertos gobiernos “revolucionarios”. Se ha producido un increíble e inquietante paralelismo. Mientras que numerosas cancillerías europeas dan muestras de gran preocupación ante la posibilidad de que la presión popular destituya al coronel Gadafi —que hasta hace poco era un «amigo íntimo» (de Silvio Berlusconi) o por lo menos, un socio económico indispensable (el 90% del petróleo libio iba rumbo a Europa) — en los gobiernos “progresistas” de la izquierda latinoamericana existe otra clase de aprehensión: la de presenciar la caída de… un compañero revolucionario. En realidad, la reacción europea no es demasiado sorprendente. La Europa capitalista prefiere seguir contando con un socio fiable, aunque éste haya ocupado durante mucho tiempo el primer lugar en la lista de los terroristas más intratables del planeta y aunque hoy en día dé órdenes de disparar sobre su propio pueblo. Tal es el cinismo de la realpolitik.

Debilidad ideológica

El caso de América latina es más enigmático. Que algunos lloren la caída del “guía espiritual de la revolución”, en Venezuela y en Bolivia, pasando por Cuba, Ecuador y Nicaragua, a pesar de la matanza del pueblo libio, de la cual el “guía” se declara culpable, denota una lamentable interpretación del curso de la historia y una ceguera a la que la izquierda ha estado demasiado acostumbrada en el siglo pasado. Desgraciadamente, detrás de la fachada discursiva del «socialismo del siglo XXI» se perfila otra realidad: la falta de una verdadera orientación ideológica, de Caracas a La Paz. ¿Cómo es posible que el dictador sanguinario libio sea considerado como un “hermano revolucionario”? ¿Acaso se pueden justificar todas sus malversaciones por su rivalidad con el imperialismo estadounidense? ¿Cómo han podido equivocarse hasta tal punto de revolución? Para el argentino Pablo Stefanoni, director de la edición boliviana de Le Monde Diplomatique, y coautor, con el politólogo francés Hervé do Alto, de Seremos millones, Evo Morales y la izquierda en el poder en Bolivia, la respuesta es simple: «Fue tomado por sorpresa el nuevo socialismo nacionalista latinoamericano, que quedó apabullado por los acontecimientos, sin recursos políticos ni ideológicos para decodificar las claves de lo que sucede en el mundo árabe».

En América latina, en Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, Gadafi todavía sigue siendo considerado como un “combatiente revolucionario”, a pesar de su histórico viraje y su idilio con Occidente, con Washington y con Roma incluyendo a Londres y a París. Hugo Chávez no ocultó el hecho: hace unas semanas, para entender la revolución que se está gestando en los países árabes, se habría puesto en contacto directo con… ¡Trípoli! En cuanto al ministro boliviano de Relaciones Exteriores, David Choquehuanca, éste —como muchos otros dirigentes latinoamericanos— reconoció su fascinación por el Libro verde del líder libio.

«Apoyar a los pueblos »

De manera más directa, el presidente nicaragüense Daniel Ortega declaró abiertamente su apoyo al régimen sanguinario, considerándolo como víctima de «una “arremetida mediática feroz” por su petróleo». Esta información fue ampliamente difundida por Telesur, la cadena de información continental con sede en Caracas. El periódico cubano Granma tituló «Denuncia Gadafi complot foráneo contra Libia…». Sin embargo, no se hizo alusión alguna a la sangrienta represión. En Bolivia, Evo Morales se mostró más prudente y exhortó al coronel Gadafi y al pueblo libio «a realizar todos los esfuerzos necesarios para que a través de medios pacíficos se pueda resolver la crisis política desatada».

Afortunadamente, los gobiernos no tienen el monopolio del socialismo latinoamericano. En Venezuela, el grupo Marea socialista (corriente del Partido socialista de Hugo Chávez) anticipó la victoria del pueblo libio y denunció «el horror de que son capaces los dictadores, sumisos o no al imperialismo». Los militantes venezolanos consideran que los acontecimientos indican que se trata de un levantamiento popular y que «lo que ocurre es parte […] del terremoto democrático que recorre el mundo árabe […] que lucha por conquistar libertad y democracia».

Lucha con la que «han abierto las puertas a la revolución internacional contra el capitalismo y sus regímenes de opresión y miseria».

Según Pablo Stefanoni «la izquierda debe apoyar a los pueblos, sus luchas democráticas y sus aspiraciones libertarias, y no atrincherarse con dictadores patéticos y corruptos en base a consideraciones meramente geopolíticas». Hervé do Alto abunda en el mismo sentido: «Hoy en día, el peligro que corre la izquierda latinoamericana es el de calcar su realidad —su lucha diaria contra el imperialismo— sobre la de los otros continentes. Por ejemplo, en la inestabilidad política en Libia se puede entrever la posibilidad de un desmembramiento similar al que la oposición de Santa Cruz en Bolivia proyecta como amenaza. Ahora bien, confundir la lucha antiimperialista con la lucha a muerte de las elites asociadas a las dictaduras significaría una regresión aún mayor».

Y fundamentalmente —afirma do Alto— «mientras la izquierda menosprecie el respeto de los derechos humanos, mientras considere que la realpolitik lo justifica todo y mientras confunda al antiimperialismo con los intereses burocráticos, no habrá nada que esperar de ella».

¿Y por qué mientras que la Europa capitalista se puede permitir mantener relaciones con socios dudosos, los países de América latina deberían obviarlas y renunciar a ellas, a esa realpolitik? «Hay una diferencia fundamental —responde Hervé do Alto— entre un gobierno autoritario y una dictadura que lleva a cabo masacres masivas contra su propio pueblo, que es lo que ocurre en Libia con el régimen de Gadafi. Desarrollar una “diplomacia de los pueblos”, como es el caso de Bolivia, y no tener en cuenta este criterio discriminante, nos lleva a un callejón sin salida.»

«Luego —añade el politólogo— una cosa es mantener relaciones comerciales con regímenes autoritarios y otra muy diferente consiste en establecer con ellos vínculos de solidaridad política, confundiendo su antiimperialismo (que por otra parte, en realidad suele ser sólo oposición a los EE. UU.) con su carácter progresista.»

Socio sí, “compañero” no

Por supuesto que Bolivia tiene todo el derecho de comerciar con la República islámica de Irán. «Sin embargo —aclara Hervé do Alto— nadie obliga a Evo Morales a levantar el brazo de Ahmadinejad llamándolo “compañero”. No hay que olvidar que este régimen ejerce una represión sobre los movimientos sociales que los gobiernos de derecha en Bolivia han estado muy lejos de igualar.»

Alinearse con Ahmadinejad o Gadafi so pretexto de que se trata de socios estratégicos equivale a renunciar al proclamado «nuevo orden mundial» progresista, socialista. Y también equivale a renunciar a toda acción que apunte hacia una transformación social, sobre todo en el ámbito de las relaciones internacionales.
Sin embargo, si bien las luchas que se están desarrollando están lejos de ser pro occidentales, en el fondo, tampoco son socialistas. Por consiguiente, ¿qué posición debería adoptar la izquierda latina? «El propio Marx —responde do Alto— quien no se perdía una oportunidad para criticar la democracia burguesa, consideraba esa “democracia formal” como un primer paso absolutamente necesario.» En otras palabras, por ahora, la corriente democrática le abre nuevamente (¡por fin!) la puerta a los movimientos socialistas árabes, cuarenta años después de su derrota.

La conclusión nos viene de la pluma del escritor y militante uruguayo Raúl Zibechi: «Todos debemos mirar el horror de frente. [...] Pensemos [los de la izquierda] qué nos llevó en su momento a no querer ver, a no escuchar ni entender los dolores de la gente de abajo sacrificada en el altar de la revolución. No sirve escudarse en el “no sabía”».

El hecho de denunciar de manera absolutamente justificada las amenazas de intervención en Libia mediante la OTAN o los EE. UU., así como otros intentos de injerencia occidental, no debería de eclipsar este auténtico debate.

(*) Corresponsal en La Paz (Bolivia) de Le Courrier de Ginebra (Suiza).

sábado, 4 de diciembre de 2010

Pronunciamiento de los Círculos Socialistas a propósito de la crisis del Polo

El ex candidato presidencial del PDA, Gustavo Petro, con la colaboración del senador Luis Carlos Avellaneda y el concejal por Bogotá, Carlos Vicente de Roux, estos últimos también del Polo, ha salido ante los medios de comunicación a denunciar supuestos actos de corrupción administrativa relacionados con el manejo de los contratos de obras públicas en la capital de la República que comprometen seriamente al actual alcalde, Samuel Moreno Rojas, así como a su hermano el senador Iván Moreno Rojas. La denuncia se ha convertido ciertamente en un escándalo político de proporciones, y ha concitado el interés no sólo de los medios de comunicación y la opinión pública nacional, sino también de los partidos políticos, los gremios, el gobierno central, la Fiscalía General de la Nación y los órganos de control del Estado.

La gravedad de los hechos denunciados por el ex candidato presidencial del Polo ha provocado la exigencia unánime de los partidos de la derecha al alcalde mayor de Bogotá para que renuncie al cargo y enfrente la correspondiente investigación, exigencia a la que se han sumado las voces de los denunciantes; desencadenando al mismo tiempo la peor de las crisis que ha vivido el PDA en toda su historia. La dirección del Polo ha reaccionado de manera inmediata, y ante la situación planteada ha hecho un llamado en defensa de la unidad del partido y de la gestión del alcalde distrital, exigiendo para éste que se le respeten las garantías legales y constitucionales del debido proceso, al tiempo que ha condenado y censurado el proceder de los denunciantes y particularmente el de Petro, quien, con su actuación, se ha colocado por fuera del partido, según el pronunciamiento público del Comité Ejecutivo Nacional del PDA.

Existe la percepción entre amplios sectores del partido que la crisis desatada con las denuncias de Petro no podrá ser conjurada con el sólo pronunciamiento del Comité Ejecutivo Nacional. De hecho, diversos sectores y corrientes dentro del Polo han procedido a pronunciarse frente a la nueva situación, y aunque no coincidan del todo en la valoración de la misma, todas convergen en señalar la gravedad del problema y el riesgo en que ha sido puesta la unidad y la existencia misma del partido. Los Círculos Socialistas de Antioquia consideran que el análisis y solución de la crisis del PDA debe involucrar y comprometer al conjunto del partido, por lo cual exigen que se organice el más amplio debate democrático sobre la misma, previo a la convocatoria de su Congreso Nacional que debe redefinir las bases de la unidad y la construcción del PDA a nivel nacional. En tal sentido, adopta el siguiente pronunciamiento.

1. La ofensiva de la derecha

La derecha, encabezada por el Partido de la U, ha aprovechado el escándalo para desatar una ofensiva política contra el PDA y la gestión del Alcalde Moreno Rojas, haciendo responsable al Polo de su gestión al frente de la Alcaldía, a la que califica de desastrosa y corrupta. A esta ofensiva han venido a sumarse los Partidos Liberal, Conservador y Cambio Radical, varios de ellos comprometidos con los programas y el actual equipo que maneja los asuntos de la administración distrital. El cometido de tal ofensiva es evidente: se busca crear un ambiente político de desprestigio del PDA en la capital de la República, con el fin de obstruirle la posibilidad de que pueda seguir gobernando a Bogotá. Un capítulo más de la estrategia tendiente a destruir al Polo, concebida y ejecutada por sectores de la derecha desde el gobierno de Alvaro Uribe.

La razón por la que se ataca al alcalde Moreno Rojas es la misma por la que los partidos que conforman la Unidad Nacional se disponen a disputarse el control de la administración distrital en las próximas elecciones locales: la captura de las rentas que se derivan de los jugosos contratos y licitaciones relacionados con la construcción de las fases finales de transmilenio y del metro de Bogotá. De por medio no existe disputa alguna de carácter técnico o política sobre el modelo de ciudad que requiere la capital de la República, el mayor centro urbano del país con graves problemas de servicios públicos, vivienda, movilidad, seguridad ciudadana, empleo, marginalidad social, etc.

El PDA está obligado a enfrentar la ofensiva de la derecha en Bogotá, denunciando ante la opinión pública que tal ofensiva constituye una patraña de los sectores políticos del establecimiento, que pretenden mostrar al Polo como un partido comprometido con actos de corrupción administrativa, cuando los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción pública en el país ha sido la clase política representada por ellos, vinculada estrechamente a los intereses de las mafias del narcotráfico y la contratación pública, acusada y condenada por lo demás, por sus estrechos vínculos con el paramilitarismo. El Polo debe ser enfático en señalar públicamente que detrás de la ofensiva de la derecha contra el Polo en Bogotá lo que en verdad existe es una vulgar competencia entre diferentes grupos de intereses corporativos y políticos hoy asociados en los partidos de la Unidad Nacional, para desalojar al Polo de la alcaldía distrital y ver cuál de ellos logra el monopolio en el manejo de las rentas derivadas de la contratación administrativa.

2. La Alcaldía de Bogotá y la Dirección del PDA

Samuel Moreno Rojas llega a la Alcaldía de Bogotá como candidato del PDA, con un proyecto de gestión de ciudad cuyos parámetros generales fueron debatidos y establecidos por el Partido. De manera que tanto su elección como su gestión aparecen asociados al Polo, que fue el partido que lo nominó. Así lo asume y lo percibe la opinión pública, los medios de comunicación, los demás partidos políticos, los gremios económicos y la sociedad en general, tanto en la capital como en resto del país.

Sin embargo, una vez electo, Samuel Moreno decide autonomizar y emancipar su gestión administrativa, separando el manejo de la Alcaldía, así como las decisiones tomadas por él al frente de la misma, de cualquier injerencia o posibilidad de control político por parte de la dirección del Polo, liberándose al mismo tiempo de su responsabilidad de rendirle cuentas al partido que lo nominó y a los ciudadanos que lo eligieron. El resultado de tal decisión vino a ser la cristalización de una gestión que desnaturalizó y traicionó el proyecto de gestión política propuesto por el PDA para Bogotá.

En efecto, en un plano de negro sobre blanco, la administración de Samuel Moreno ha tenido logros relativamente meritorios en la ejecución de programas sociales en salud, educación y comedores comunitarios; pero el impacto político de tales logros se empequeñecen y desdibujan frente al desastroso desempeño del gobierno distrital en materia de movilidad, mantenimiento de vías públicas y contratación de obras de infraestructura vial; así como frente a su fallida pretensión de privatizar la ETB y su errática política en materia de hacienda pública, de clara factura neoliberal ambas. Es inaceptable que un gobernante local o departamental del Polo, o un parlamentario suyo, aparezcan comprometidos con el impulso y ejecución de políticas neoliberales, cuando la lucha contra este modelo económico se ha constituido en una de las razones centrales de existencia del Partido. Como inaceptable es igualmente que, en nombre de una presunta gobernabilidad, el alcalde mayor de Bogotá le haya dado participación en el gobierno de la ciudad al partido de Alvaro Uribe y J. M. Santos, el símbolo del proyecto político de la extrema derecha que ha atacado ferozmente al PDA pretendiendo su destrucción, responsable por lo demás de la situación calamitosa que vive el país en derechos humanos, libertades públicas, empleo y seguridad social. Difícil será entonces cotejar y compaginar las políticas y programas gestionados por la alcaldía de Bogotá con el ideario de unidad del Partido.

Frente a lo sucedido, a la dirección del Polo le cabe la responsabilidad de no haber reaccionado oportunamente, rechazando en su momento pública y categóricamente la decisión del Alcalde Moreno Rojas de poner su gestión al margen de cualquier posibilidad de injerencia y control político por parte del Partido. No era la primera vez que la dirección enfrentaba una situación parecida, pues debe tenerse en cuenta que Lucho Garzón como alcalde de Bogotá, así como otros gobernantes regionales y locales, incluso parlamentarios, han actuado de igual manera, jamás le han rendido cuentas de su desempeño ni al Partido ni a sus electores, frente a lo cual la dirección del Polo no ha reaccionado ni reacciona en la forma debida. Ante la decisión de Samuel Moreno, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido estaba obligado a salvar públicamente la responsabilidad política del PDA frente al curso que pudiera tomar dicha administración, desligándolo políticamente de la misma. Pero, el silencio guardado ante aquella, así como el apoyo y respaldo acrítico que le brindó durante tanto tiempo, la convierten en cómplice de lo que está ocurriendo, y compromete al Polo con una gestión cuestionada y seriamente cuestionable, como lo es la Samuel Moreno en la alcaldía de Bogotá.

Frente al escándalo que hoy envuelve a la alcaldía distrital y amenaza con arrastrar al Partido, independientemente de los resultados que arrojen las investigaciones de orden disciplinario, fiscal y penal que se adelantan sobre el mismo, los Círculos Socialistas del PDA en Antioquia le exigimos al Comité Ejecutivo Nacional del Partido que tome distancia de forma inmediata de la actual administración distrital, declarando ante la opinión pública nacional y particularmente ante sus electores de la capital de la República que las ejecutorias del alcalde Moreno Rojas no responden a las políticas y modelo de ciudad trazados por el partido para Bogotá; en consecuencia, le exigirá al Alcalde la rectificación y redefinición inmediata el rumbo político y administrativo de su gestión al frente de ciudad; pues, el Polo no puede ni debe cargar con el lastre político de una administración que rechazó la injerencia del Partido en la definición de sus políticas y programas, pero lo utilizó y lo utiliza para legitimarse políticamente cuando lo necesita.

3. Petro y sus relaciones con el PDA

El escándalo sobre supuestas o reales irregularidades de la alcaldía de Bogotá en materia de contrataciones públicas estalló por las denuncias y revelaciones hechas por el ex candidato presidencial del Polo, Gustavo Petro, ante los medios de comunicación. Para ello, Petro había conformado una comisión investigadora de facto, por fuera de los órganos de control estatal, saltándose, por lo demás, las disposiciones estatutarias del partido al respecto. En su cometido, se hizo acompañar del senador Luis Carlos Avellaneda y del concejal de Bogotá Carlos Vicente de Roux.

Esparcidos los rumores de que en la alcaldía de Bogotá se estaban presentando hechos de corrupción administrativa, podría pensarse que la actuación de Petro pudiera estar motivada en el propósito de superar la situación irregular de que la gestión del alcalde Samuel Moreno, asumida en nombre del Polo, se estuviera haciendo sin injerencia ni control alguno del partido que lo nominó. Pero, si así fuera, lo saludable políticamente hubiera sido que empezara formulando la denuncia y planteando el debate en el interior del partido, buscando que éste convocara al alcalde a aclarar tales rumores y a corregir el rumbo de la administración. Prefirió sin embargo saltarse no solo las instancias y disposiciones estatutarias del partido, sino también las establecidas por la Constitución y la ley, acusando y condenando públicamente y sin formula de juicio al alcalde mayor de Bogotá y a su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, igualmente dirigente político del PDA.

Las denuncias y revelaciones de Petro constituyen en realidad una verdadera carga de profundidad no solo contra el alcalde de Bogotá y el senador Moreno Rojas, sino también contra el PDA en su conjunto. En sus cinco años de existencia, el Partido no había llegado a padecer una ofensiva política y mediática tan brutal como la que hoy enfrenta. Ni siquiera la peor ofensiva desata por la extrema derecha en su contra logró llevar al Partido a la crisis severa y grave por la que atraviesa en esta coyuntura. A primera vista, la actuación de Petro aparenta estar dirigida en contra de la Anapo, corriente política que representan los hermanos Moreno Rojas dentro del Polo. Sin embargo, dados los alcances y repercusiones políticas que ha venido cobrando la misma conduce a pensar que su actuación podría estar inspirada en un designio liquidador del partido. De ahí que sea pertinente contextualizarla y preguntarse por la lógica o racionalidad política a la que pueda responder.

Tras su fundación, el PDA aún no ha podido trascender y superar la razón inmediata que le dio origen: un acuerdo electoral que le permitió a la izquierda legal del país seguir actuando en los escenarios políticos y electorales institucionalizados. Ir más allá de este acuerdo implicaría crear condiciones políticas y organizativas internas que posibiliten hacer realidad el proyecto político perfilado en el Ideario de Unidad y los Estatutos adoptados en el Congreso de fundación del partido. Diversos factores han impedido avanzar en tal dirección. El hecho cierto entonces es que el PDA se detuvo y congeló como acuerdo político-lectoral entre distintas estructuras de una izquierda política con tradiciones y referentes ideológico-políticos diferentes, con poco o ningún debate teórico e ideológico en su interior. Todo ello en un contexto de dominio hegemónico de la derecha social y política y reflujo del movimiento social de masas en Colombia. La prevalencia de la condición de ser ante todo un acuerdo político-electoral ha convertido al PDA en terreno abonado para las disputas personalistas entre caudillos, políticos clientelistas, arribistas y oportunistas de toda clase que medran al amparo de los avales políticos y las posibilidades de acceder a la administración pública con el respaldo del partido. Petro y los Moreno Rojas, entre otros, son parte de este tipo de personas con los cuales jamás se podrá construir un partido serio para la revolución en Colombia.

Tal vez aquí radique la razón a partir de la cual podamos hallar una explicación de la ruda y permanente disputa interna sostenida durante estos cinco años entre los caudillos de las facciones confluyentes en el Polo por el control de su aparato fundamental, sus organismos de dirección, su liderato público, etc.; disputa esta que no es más que la expresión distorsionada de la lucha faccional por la hegemonía dentro del partido. Una verdadera guerra de guerrillas interna que ha desgastado al PDA y lo tiene al borde del colapso político y organizativo.

Petro ha sido protagonista decisivo de esta situación. Tras haber dado una formidable batalla, motu proprio, contra la parapolítica en el Congreso de la República, hecho que lo catapultó ante los medios y la opinión pública como un destacado senador y dirigente político, decidió enfilar su artillería en función de hacerse al control político del partido. Abrió fuego entonces contra Carlos Gaviria, a la sazón la principal figura política del partido. Luego contra la dirigencia de lo que él consideraba el ala más radical del Polo. Llegó al Segundo Congreso del PDA con una correlación de fuerzas desfavorable. Se recuperó políticamente con la consulta que lo escogió como candidato presidencial. No obstante haber obtenido un millón de votos menos que Carlos Gaviria, se sintió autorizado para reclamar la Presidencia y conducción política del partido, lo que le fue negado. El saldo político de esta tronera no le ha sido favorable. Luego de haber sido desautorizado públicamente su compromiso con el presidente J. M. Santos, se descubrió débil y marginal en las decisiones políticas fundamentales del Polo.

Existen pues razones suficientes para dudar que la última actuación de Petro pueda estar motivada en la necesidad de suplir el vacío de dirección y control político del partido sobre la gestión del alcalde de Bogotá. Ella hace parte, más bien, de su proverbial conducta caudillista de hacer carrera política liquidando a quienes considera sus competidores dentro del partido, así tenga que destruir al partido mismo si es necesario. En efecto, Petro aprovecha el rumor de corrupción en la alcaldía distrital y procede a hacer el escándalo ante los medios de comunicación, buscando sacar ventaja política ante la opinión pública para posicionarse mejor como aspirante a la dirección del Polo. Tal es la forma como ha actuado en anteriores oportunidades: impactar a la opinión pública ventilando los problemas del partido ante los medios para ganar posiciones dentro del PDA. Actitud que revela desprecio por la construcción del partido y una desmedida ambición personal por el poder. En su imaginario tal vez siga rondando la idea de que las decisiones políticas fundamentales del Polo sean tomadas por medio del mecanismo de las consultas abiertas, que tanto rédito le han reportado.

En esta oportunidad, Petro aspiraba hacer una perfecta carambola política; pues, con sus revelaciones y denuncias ante los medios esperaba golpear a un mismo tiempo a los Moreno Rojas y a la dirección del partido, los dos factores que en su opinión le malograron su aspiración personal a la presidencia del partido, con lo cual ambicionaba convertirse en la figura política más importante dentro del PDA.

4. Petro, los Moreno Rojas y la Dirección del PDA

La crisis que se ha desatado con las denuncias y revelaciones de Petro contra el alcalde Bogotá y su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, reúne y expresa a un mismo tiempo todas las crisis anteriores por las que ha pasado el PDA en sus cinco años de existencia. Por eso es necesario exigirle a la dirección ejecutiva del Polo que organice y le dé trámite democrático al debate generado por la misma, a fin de descifrar su naturaleza y disponer de los correctivos que sean pertinentes para preservar la existencia del partido.

Desde su constitución formal hace cinco años, el PDA ha vivido en forma permanente los riesgos de su división y destrucción. Tales riesgos proceden de una doble presión, en primer lugar de la extrema derecha social y política del país, y en segundo lugar de lo que podríamos llamar el ala derechista dentro del Polo. Le ha correspondido a la izquierda del Polo resistir el peso de la presión de estos dos factores para preservar la existencia y unidad del partido. Entre ésta y el ala derechista ha mediado una dirección ejecutiva ambigua y vacilante. Tales podrían ser los factores que laten en el fondo de la crisis actual y de casi todas las crisis del PDA.

En efecto, al nacer a la vida política el PDA proclamó su oposición radical al modelo neoliberal que la derecha le había impuesto al país, así como su decisión de luchar por una salida política negociada al conflicto armado que vive Colombia. Tal proclama lo pondría en una dinámica de oposición política radical al proyecto de Alvaro Uribe. Desde entonces, la extrema derecha no ha escatimado esfuerzos en tratar de dividir o destruir al partido. Con la complicidad de los medios masivos de comunicación afectos al proyecto uribista, el gobierno anterior lanzó toda clase de ataques contra sectores de su dirección política, asociándolos con el accionar terrorista de las guerrillas. El partido fue objeto así mismo del espionaje que el alto gobierno practicó contra sectores de la oposición, periodistas críticos y magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Columnistas de prensa al servicio del régimen alentaron igualmente su división, halagando dirigentes del partido como representantes de una izquierda moderna y civilizada para luego enfrentarlos contra los que ellos mismos califican como voceros de una izquierda extremista, retrógrada y premoderna. Destruir al Polo, propiciando su división, era pues pieza clave en el proyecto autoritario de Alvaro Uribe.

Después de Luis Eduardo Garzón, Gustavo Petro se convirtió en el dirigente político del Polo más propenso a ser seducido por los halagos procedentes de los medios y voceros del capital. No obstante haber sido artífice del proceso de constitución del PDA y signatario del Ideario de Unidad como base programática de ese proceso, Petro se fue alejando y diferenciando de los postulados fundamentales que cimentaban tal proyecto, pretendiendo convertir al Polo en un proyecto político de centro, a imagen y semejanza de una izquierda socialdemócrata, cooptada e integrada al sistema, incapaz por lo mismo de crearle sobresaltos a la dominación del capital. Todo indica que el nuevo rumbo político de Petro podría ser el mismo seguido por Angelino, el otro Garzón converso. Durante la primera fase de su campaña como candidato presidencial había dado las puntadas fundamentales de lo que constituye su nuevo ideario político, las mismas que fueron ratificadas tras el triunfo de J. M. Santos, al convocar al Partido a establecer acuerdos con el nuevo gobierno. De manera pues que el último tramo recorrido por Petro, así como su actuación frente al partido en relación con la crisis en la alcaldía de Bogotá, lo han conducido sin duda alguna a colocarse por fuera del PDA.

En igual situación a la de Petro se han colocado los hermanos Moreno Rojas, quienes actuando en connivencia política han manejado los destinos de la alcaldía de Bogotá a espaldas del partido y contrariando sus orientaciones políticas fundamentales. No de otra manera podría calificarse el manejo neoliberal de la hacienda pública y la política económica en la Capital de la República durante la gestión de Samuel Moreno Rojas. O su política de movilidad y contratación de obras públicas. O el acuerdo político de gobernabilidad de la ciudad secretamente pactado con los partidos de Uribe, Santos y César Gaviria. Todo ello pensado y calculado desde mezquinos intereses sectoriales y personales, que nada tiene que ver con un proyecto de gestión ético, social y democrático de la ciudad, alternativo al modelo de gestión tradicional de los agentes y representantes del capital y los políticos corruptos y clientelistas. Por ello, la actuación de Samuel Moreno Rojas al frente de la alcaldía de Bogotá constituye no solo una traición política al PDA que lo nominó como candidato, sino también un fraude colosal a la confianza del electorado bogotano que lo eligió, buscando en él una posibilidad de hacer realidad sus esperanzas.

Aunque aparezcan hoy en disputa, ambas corrientes, la de Petro y la de los hermanos Moreno Rojas, constituyen el ala derechista dentro del partido. Tienen en común no solo el marcado caudillismo y las ambiciones personalistas de sus dirigentes, sino también un simulado desdén por la acción directa y la auto organización de las masas. Sería temerario afirmar hoy que alguna de estas corrientes tenga ligazones orgánicas con fracciones del capital. Sin embargo, tanto su trayectoria social y política (en el caso de los Moreno Rojas), como sus vacilaciones y veleidades ideológicas (en el caso de Petro) las hace vulnerables a que fracciones del capital las instrumentalice estratégicamente para efectos de la conservación del statu quo social y económico. Esto es lo que las hace potencialmente portadoras, cada una por su lado, de un proyecto político que es ajeno al perfilado por el Polo en sus Estatutos e Ideario de Unidad.

Al igual que el partido en su conjunto, la izquierda del Polo reviste una composición variopinta en su tradición y referentes ideológicos, factor este que tal vez le ha escamoteado a este sector la posibilidad de conformar y actuar como un solo bloque dentro del partido. La curva de su comportamiento político expresa una actitud defensiva frente a la iniciativa cobrada desde un principio por las corrientes del ala derechista. Lo prueba el hecho mismo de que no haya podido sacar al partido de la fase embrionaria, como acuerdo político-electoral, en que lo ha mantenido congelado durante todo este tiempo su ala derechista. No obstante compartir el marco de unidad definido por los Estatutos y el Ideario del partido, mostrándose al mismo tiempo como el ala más comprometida con el proyecto político perfilado, la izquierda del Polo optó en su gran mayoría por actuar desde una posición de grupo, aprovechando el espacio y prestigio ganado por el PDA entre la opinión pública para engrosar y posicionar políticamente sus propios partidos y movimientos, así como a sus respectivos cuadros de dirección, en vez de convertir al Partido en un campo de batalla de las ideas políticas. A pesar de ello, le cabe el mérito de ser el único canal de vinculación del Polo con la resistencia social de los de abajo y haber impedido que el PDA sucumba a los cantos de sirena que lo convocan a la moderación política y la Unidad Nacional.

Entre estas dos alas del Partido ha mediado un órgano de dirección ejecutiva nacional que se ha caracterizado por su inestabilidad y fragilidad políticas permanente, con muy poca capacidad para organizar y conducir disciplinadamente al PDA. En ello tiene que ver el hecho de que la dirección del partido, así como el partido mismo, haya mistificado el problema de la unidad en el Polo. Con tal de conservar a toda costa su unidad, la dirección ha preferido la ambigüedad, evitando el debate de las ideas políticas dentro del partido, lo que en veces lo ha conducido a la parálisis y la quietud misma. Hoy debemos admitir que, así todas las corrientes dentro del partido acepten formalmente los Estatutos y el Ideario como marco de unidad, la unidad política del Polo se ha deteriorado y es cada vez más débil. En un partido en construcción es inevitable y saludable el debate teórico, ideológico, político y programático. Y en esto, la dirección juega un papel fundamental en su organización y trámite democráticos. En vez de esconder las diferencias, le corresponde a la dirección sacarlas a flote y hacerlas manifiestas, para que estas sean adecuadamente tratadas, y así poder restablecer la unidad sobre bases ciertas y firmes.

En el caso del PDA, su dirección expresa lo que el partido es. Y qué ha sido el partido en todo este tiempo sino el escenario de una pugna caótica y anárquica entre sus alas y corrientes por la hegemonía dentro del Polo? Buena parte de las crisis por las que ha pasado el PDA durante estos cinco años son de alguna manera la expresión distorsionada de esta sorda y a la vez sórdida lucha por la hegemonía entre las facciones que lo constituyen. Es apenas normal y legítimo que en un partido en construcción como el Polo se den y presenten con frecuencia este tipo pugnas. Es más, es propio de los partidos y signo de su vitalidad, la lucha entre tendencias y corrientes por lograr la hegemonía dentro de los mismos. Pero cuando la dirección teme y evade presentarlas como tales, las mismas se desnaturalizan y terminan expresándose revestidas de querellas o de otro tipo de justificación, cuando no es quebrando la unidad del partido. Tal vez esto sea lo que ha venido ocurriendo en el PDA.

La dirección del PDA debe convencerse que la mejor manera de conservar la unidad del partido hoy es abriendo las esclusas del debate ideológico y político dentro del Polo, a fin de restablecer la unidad y rehacer la vigencia del proyecto sobre bases ciertas y sólidas.


CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA - PDA-
Medellín, Noviembre 25 de 2010.

viernes, 26 de noviembre de 2010

HACIA LA CONSTRUCCION DE LA TENDENCIA DE IZQUIERDA SOCIALISTA EN EL POLO ALTERNATIVO DE COLOMBIA

El PDA enfrenta el reto de trascender su condición de ser solamente, un acuerdo político electoral de diferentes fuerzas y organizaciones políticas; por lo tanto sus acciones deben encaminarse hacia la construcción de un verdadero partido de izquierda democrático y socialista. Es una alternativa viable frente a la actual crisis, para ello es necesario abrir un amplio y profundo debate sobre el tipo de partido que necesitamos en esta época de ofensiva social y política de la derecha, y de reflujo del movimiento de masas en Colombia.
Mientras que en América Latina se vive un renacer de la esperanza y en Europa los trabajadores testimonian su disposición a la resistencia (a pesar de su dirección política), la mejor manera de participar e incidir en un debate de tal naturaleza, es propiciando la constitución de una tendencia socialista que posibilite el paso del capitalismo de este país al socialismo, para ello se plantea el agrupamiento de todas las corrientes y círculos dentro del Polo. Razón por la cual, es inaplazable dar el paso hacia su conformación con el fin de lograr identidad ideológica, política y cohesión organizativa.
Para avanzar en este objetivo, proponemos un método de construcción que tome en consideración tres presupuestos de unidad entre los socialistas:
1. Identidad en la lectura de la coyuntura nacional y en la elaboración de una táctica de intervención, para que el Partido se convierta en actor de convocatoria e iniciativa en el ejercicio, no solo, de la oposición al gobierno de Santos, sino además en la perspectiva estratégica de ser alternativa de poder con el apoyo social popular.
2. Identificar los actuales retos y desafíos del POLO, para que desde nuestro accionar logremos revertir la crisis política y organizativa que existe, y se relance el partido a partir de un plan de acción concertado, que pueda ser discutido y aprobado en la Junta Nacional, para crear unas nuevas condiciones y criterios hasta la realización del Tercer Congreso del PDA en el 2011.
3. Construir los ideales programáticos de unidad sin la pretensión de forzar el proceso de identidad de los participantes en la presente reunión, dando paso a posteriores desarrollos y consolidaciones a través de una agenda de eventos de debates programáticos, que nos permitan preparar concertadamente los distintos eventos del partido y la participación en el Tercer Congreso del POLO.




Una breve mirada de la coyuntura política nacional

La coyuntura política nacional está marcada por la posesión de J. M. Santos como Presidente de la República y el inicio de un nuevo gobierno. Hacer una caracterización acertada del significado de este hecho político es indispensable e inaplazable para que el PDA pueda orientarse y conducirse en el próximo período, definiendo para ello una acertada estrategia y táctica de acción política.

La elección de J. M. Santos como Presidente de la República, se da en un contexto de deterioro progresivo de la situación política interna del país, provocado por la ofensiva militar contra las guerrillas, la violación de los derechos humanos, la crisis institucional del Estado y la impunidad en los crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, cometidos por los paramilitares. Todo lo cual, produjo el desprestigio de la política de seguridad democrática y contribuyó a agravar la crisis social generada por la aplicación despiadada de las políticas económicas neoliberales.

El inicio del nuevo gobierno vino a coincidir igualmente con las reticencias del Congreso de los EEUU y el Parlamento Europeo, al ratificar los Tratados de Libre Comercio negociados con Colombia, así como la ruptura de relaciones con los Gobiernos de Venezuela y Ecuador, indicativo todo ello que Colombia está lejos aún de haber saneado su situación interna, creado las condiciones sociopolíticas favorables para la inversión y los negocios con el capital internacional y con otras naciones.

Entre nosotros no deben existir dudas que el Gobierno de Santos, está comprometido en conservar el modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, así como también en lograr su pronta articulación con el capital y los mercados internacionales. Pero, tras el relativo fracaso de Alvaro Uribe en la creación de las condiciones internas para lograr esto último, Santos enfrenta el desafío de tener que volver a consensuar las condiciones de orden socio político internas, que le permitan lograr tal propósito, ensayando procedimientos, énfasis y estilos diferentes a los seguidos por su antecesor.

Es en función de tal cometido, es que el Presidente ha llamado a la conformación de un Gobierno de Unidad Nacional, que será no simplemente un instrumento de gobernabilidad, sino sobre todo, la expresión de un acuerdo político fundamental sobre las readecuaciones institucionales del Estado y el régimen político, así como el mejoramiento de la situación socio-económica de los sectores privilegiados, asegurándoles un clima favorable en la prosperidad de sus negocios.





En la conformación del Gobierno de Unidad Nacional, Santos ha logrado comprometer al conjunto de las fuerzas políticas del país, con la excepción del PDA, su proyecto ha recibido el apoyo de los gremios empresariales, de las iglesias y los medios de comunicación. La vinculación como formula vicepresidencial de un ex sindicalista y ex dirigente de izquierda le ha permitido al nuevo Presidente de la República, cooptar incluso el apoyo de una franja del sindicalismo y enviar un mensaje tranquilizador a los Gobiernos de Europa y Norteamérica.

J. M Santos ha anunciado además que su gobierno será el de la Prosperidad Democrática. Con tal anuncio el Presidente ha querido poner de manifiesto no sólo el propósito de rescatar la credibilidad ciudadana en las instituciones centrales del Estado, sino también la necesidad que tiene el establecimiento de tender puentes e implementar políticas que reintegren a los servicios sociales del estado a las personas que han sido marginadas y excluidas por efectos de la guerra y la aplicación de las políticas económicas neoliberales de los últimos gobiernos. El tono incluyente y conciliador empleado por el Presidente en su discurso de posesión, así como el anuncio de un conjunto de propósitos en materia de política social denotan un cambio sustancial en las prioridades de la agenda gubernamental.

Santos ha manifestado que la política de seguridad democrática y la ofensiva militar contra las guerrillas tendrá continuidad durante su gobierno, pero no será su prioridad. En su lugar, estarán las iniciativas tendientes a hacerle frente a la profunda crisis social que vive el país. El propósito evidente es evitar que la crisis transite a eventuales situaciones de conflictividad político social que pongan en riesgo al sistema o altere el clima de los negocios. No de otra manera podrá entenderse el pronunciamiento casi que clamoroso, del Presidente Santos en el sentido que su gobierno será respetuoso tanto de la ley como de la Constitución, y como consecuencia de ello asume el compromiso del respeto de los derechos humanos y la observancia del principio republicano de la separación e independencia de los poderes públicos o su compromiso con los pobres, a quienes prometió solemnemente no defraudar durante su Gobierno, ofreciéndoles la creación de tres millones de empleos formales con salarios y prestaciones sociales dignas, así como la implementación de ambiciosos planes de vivienda, acceso a la salud para todas las familias y educación de calidad para los jóvenes.

De otra parte, lo anunciado con respecto a los desplazados y víctimas de la violencia, a quienes el Presidente ha manifestado su disposición de trazar una política encaminada a lograr el retorno a sus lugares de origen, restituyéndoles sus propiedades y facilitándoles crédito y asistencia técnica, acogiendo con ello el sentido de una propuesta de campaña lanzada por el candidato presidencial del Polo. Así como la política indemnizatoria o de reparación para los familiares de las víctimas del conflicto, incorporando en esta materia una iniciativa del liberalismo oficialista.

En este contexto, el anuncio más inquietante del Presidente viene a ser, no obstante, su decisión de darle continuidad a la política de seguridad democrática, en el sentido de mantener la ofensiva militar contra los alzados en armas, sin descartar la posibilidad de una negociación con los mismos, siempre y cuando éstos cumplan determinadas condiciones. En relación con esto, Santos enfrenta el reto de darle continuidad a la guerra contra los alzados en armas sin que tal decisión conlleve irrespeto alguno de la soberanía de otras naciones, ni violación de los derechos humanos, ni persecución de los defensores de los mismos, como tampoco la estigmatización y victimización de la oposición de izquierda y de los sindicalistas.

Sin duda alguna, la brutal ofensiva militar del Gobierno de Uribe contra las guerrillas logró asestarle golpes certeros a los alzados en armas, especialmente a las FARC, y la política de seguridad democrática reportó mejoras relativas en materia de seguridad para algunos sectores de la sociedad. Tampoco podrá negarse que la correlación de fuerzas militares hoy en Colombia, es altamente favorable a las fuerzas armadas del estado en el largo conflicto con las guerrillas; situación ésta que deja al gobierno actual en una situación ventajosa para proseguir la guerra contra éstas o para imponerle condiciones, en un eventual escenario de negociaciones. El hecho cierto es que, el anuncio del Gobierno en los términos en que lo ha hecho, permite que el tema de la guerra y la paz con los alzados en armas cobre vigencia y se agite de nuevo.

Tal es la situación política del momento actual, con el agravante que la correlación social y política de fuerzas continúa siendo altamente desfavorable para nosotros los de abajo y los de la oposición; puesto que el Presidente de la República comienza con una gran popularidad entre la opinión pública nacional y las masas populares en su gran mayoría aún no están de nuestro lado.

El Polo y los desafíos de una política de Izquierda
Aún no se ha hecho el balance del PDA en relación con la pasada coyuntura electoral. Debería hacerse. Por ahora lo que conocemos son declaraciones con respecto a los acontecimientos que la propia coyuntura iba arrojando, y desde luego frente al nuevo gobierno del presidente Santos.

El balance debe hacerse, no sólo por lo que debe aprenderse de lo ya ocurrido, sino especialmente por lo que sigue. Si el balance electoral se hace en términos de resultados finales, es inevitable la amargura. Para un partido como el PDA, que ha convertido las elecciones en su principal estrategia de acción política, los resultados electorales fue un rotundo fracaso. En el 2010 no somos gobierno, como optimistamente se vaticinó luego de las elecciones de 2006. Incluso, retrocedimos en términos de votación obtenida. Con un costo político adicional muy alto: resquebrajamiento de la unidad política y pérdida notable de influencia política en sectores importantes de la ciudadanía, especialmente en Bogotá, epicentro político del país, y en sectores sociales organizados de los de abajo.

La campaña electoral presidencial estuvo al borde del colapso. Un candidato errático en la primera fase, queriendo parecer de centro-derecha, progresivamente aislado del partido, finalmente enderezó el rumbo. Aunque hizo una muy buena campaña en la segunda fase, ya era demasiado tarde. En política, sobre todo en campaña electoral, tiempo y audacia casi siempre van de la mano. Se ganó en audacia pero se perdió demasiado tiempo. El Polo no quedó en las tablas, pero sí seriamente resquebrajado.

La votación que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales, aunque no alcanzó para la segunda, fue digna. Fue esto lo que evitó en parte la desbandada que ya estaba en curso. Las declaraciones frente a la candidatura de Mockus ayudaron a levantar el perfil y afirmar la dignidad e identidad política. Más eficaz hubiera sido, sin embargo, si, en vez de avalar dos opciones frente a las presidenciales de segunda vuelta, se hubiera optado por una de ellas, especialmente por el voto en blanco, sin duda más emblemático de ilustración política que la simple abstención electoral.

Pese a todo, es evidente que hay un espacio político de la izquierda, existe una izquierda en la opinión política en Colombia; pero aún falta mucho para ampliarla y sobre todo para traducirla en fuerza política (electoral o no). De ahí que sea crucial para el Polo la coyuntura que se abre con la elección de Santos como presidente para 2010-2016.

La declaración de oposición política frente a la convocatoria de un gobierno de unidad nacional planteado por Santos es un buen comienzo, lo mismo que la exigencia de un estatuto de la oposición, pero no es suficiente. Para empezar, es necesario que todas las tendencias dentro del PDA la asuman y la desarrollen; aquí empiezan de nuevo los escollos, los mismos que nunca se pudieron superar exitosamente frente a las perversas acusaciones del gobierno de Uribe al Polo: ser bafle de las guerrillas.

Las declaraciones del excandidato presidencial del POLO y su postura de establecer acuerdos con el gobierno, aunque sea sobre materias tan sensibles como resarcir a las víctimas del paramilitarismo y el terrorismo de Estado y una política de tierras, es errática, y pueden contribuir más a la confusión que a la claridad política. Ponen en riesgo la unidad del PDA y horada su postura de oposición. Si se hace un ejercicio de memoria es importante recordar que a la Unión Patriótica la acabaron con los asesinatos y el exilio de sus líderes, a la AD-M19 con discursos y señuelos de gobernabilidad, Al PDA después de 2006, lo diezmaron con el autoritarismo y macartización.

Como es sabido, una de las funciones del poder ha sido siempre, no sólo organizar la dominación de los poderosos, sino desorganizar a los de abajo, con represión o cooptación. En la coyuntura actual ninguna de las dos opciones está descartada. Pero mal haría el propio partido de los de abajo con facilitar la tarea. El riesgo de la “audacia política”, tal como se presenta en las posturas del excandidato presidencial, es que termine convirtiéndose en audaz estrategia de gobernabilidad, no de los de abajo sino de los poderosos: esos que bastante bien representa el gobierno de Santos.

Las declaraciones recientes del excandidato presidencial del Polo sugieren que existe un acuerdo con el gobierno de Santos, aunque no lo ha hecho explícito. Sería, algo así como la “cuota” del Polo al acuerdo de Unidad Nacional. Todo a espaldas del Partido. Más recientemente, a motu propio, el excandidato presidencial, junto con un representante y un concejal del Polo, se autoconstituyeron en comisión de investigación de supuestos actos de corrupción de la administración municipal del Alcalde Samuel Moreno de Bogotá, saltando toda instancia de discusión política en el Polo, violando flagrantemente sus estatutos, y lo peor: favoreciendo la campaña de división y desprestigio de la derecha contra el Polo. Todos estos hechos y actitudes por parte del excandidato presidencial y su corriente democrática, no son aislados, sino que constituyen una tendencia política decididamente antipolo, que lo ponen de hecho por fuera del Partido. De este modo, el PDA, que se había convertido en el proyecto político más avanzado de la izquierda en Colombia en toda su historia y con posibilidades de desafiar el poder tradicional de los poderosos, queda seriamente debilitado. No liquidado, pero casi. La crisis actual puede ser entendida como una crisis de entendimiento entre fuerzas políticas dentro del Polo. Pero en realidad, puede ser peor. Sus alcances es seguro que arrasaran o por lo menos debilitaran por mucho tiempo el espacio político que había logrado construir en estos últimos años. No es descartable que sectores importantes de opinión, crítica e ilustrada, caiga nuevamente en el sopor, la apatía y la pasividad, o engrose las filas de partidos como el Verde. Es lamentable.

Sin embargo, se puede ir contra corriente y refundar el proyecto de izquierda sobre la base de lo conquistado. Para empezar, es urgente que se adelanten las investigaciones correspondientes dentro y fuera del Polo acerca de las denuncias de actos de corrupción de la alcaldía de Moreno. Es inaudito que un partido que surge contra los vicios de la politiquería despierte la menor sospecha de incurrir en prácticas tradicionales del establecimiento. La ética de lo público es un campo estratégico en el cual el Polo no debe ceder el más mínimo terreno. De los resultados de estas investigaciones se apliquen las medidas correspondientes. Es urgente que el Polo desautorice los pactos de gobernabilidad del Alcalde Moreno con el uribismo y sectores de la derecha para el gobierno de la Capital del país, y aplique las sanciones políticas que a ello da lugar. Es un contrasentido que gobernemos con los que estratégicamente antagonizamos en la dirección del Estado y la sociedad.

Contra lo que muchos esperábamos, el Polo no pasó de ser una coalición electoral de fuerzas, para hacer lo que hasta ahora ha hecho regularmente: política electoral. Para refundar el proyecto, será necesario “revolver y volver a repartir”. Muchos queremos un partido diferente al que hasta ahora ha sido, queremos un Polo realmente alternativo de la política en Colombia. Pese a la crisis, no hay que partir de cero. Existe un programa, que es el ideario de Unidad, el cual hay que defender y enriquecer. Por otro lado, necesitamos un Polo que trascienda el escenario de la simple coalición electoral de fuerzas de izquierda para convertirse realmente en un partido de tendencias, en el que se diluyan las viejas estructuras de partidos y funcionen los comités de base como las únicas instancias de pertenencia al partido. Pero sobre todo, necesitamos un partido que rehaga la política.


El afán de gobierno debería sustituirse en el Polo por el afán de politización de sus filas, por supuesto, pero especialmente de los de abajo, para avanzar en esa dirección conviene repensar desde ya su estrategia de acción política y de poder. Se requiere de una politización que irrigue los múltiples vasos comunicantes de las luchas de resistencia de los de abajo; no solamente desde el parlamento y las campañas electorales, sino principalmente desde acciones concretas y cotidianas de resistencia en los barrios, las escuela, las universidades, las fábricas (las que aún quedan), los convites, las mingas, y en todos los espacios de multitudes y de pequeños encuentros.

Posiblemente así estaremos reconstruyendo una estrategia que va desde abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo, y también una forma diferente de concebir y hacer la política. Pensar en las próximas elecciones, sin duda, pero más estratégicamente, es pensar en las luchas sociales por venir, que requieren ser politizadas. No estrategias de gobernabilidad sino de resistencia. Esta puede ser la vía para refundar la izquierda y el PDA como su producto más preciado hasta ahora.

En función de darle perfiles a esta estrategia de resistencia, el Polo debe comenzar afirmando su unidad en torno al siguiente postulado: lo que le confiere sentido al Gobierno de J. M. Santos, es su decisión de crear un ambiente social, político e institucional favorable a la consolidación del modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, y su articulación con el capital y los mercados internacionales a través de los TLC negociados por el gobierno anterior. Lo que equivale a decir que el nuevo Gobierno no es, ni será un gobierno reformista comprometido con las grandes transformaciones socioeconómicas en favor de los asalariados y excluidos. En esto no debe haber dudas entre nosotros.

En consecuencia, el PDA debe descartar cualquier posibilidad de participación o acuerdos políticos fundamentales con el nuevo Gobierno; es probable que la mayoría de las iniciativas del gobierno se tramiten por la vía del Congreso de la República., Así nuestros parlamentarios sean de calidad y entereza para el debate, el control político y la denuncia del régimen, no tendrán la posibilidad de revertir estas políticas, puesto que como es sabido por todos en esta corporación tenemos una representación minoritaria; no podemos ser ingenuos al pensar que la sola actuación de ellos sea suficiente para detener la aprobación del plan gubernamental.

Por lo tanto, es preciso y urgente que el POLO llame a todos sus militantes, simpatizantes y adherentes para preparar y organizar la fuerza de los de abajo, adoptando para ello una directriz que le permita vincularse al trabajo de reorganización y unificación de los diferentes movimientos sociales para la defensa de sus propios intereses. Es el trabajo combinado entre acción parlamentaria y la organización de la lucha de resistencia, los garantes que permitirán develar el alcance demagógico y epidérmico del compromiso del Presidente con los pobres y los desplazados. Sólo ese trabajo, acompañado de una enorme labor de propaganda y agitación, el que permitirá ganar para nuestro lado y nuestra causa a la gran mayoría de los pobres y excluidos.

Actuar en la dirección indicada exige del Polo un acelerado proceso de reorganización interna, que conlleve al restablecimiento de su unidad de mando, unidad de la dirección y unidad en la acción. Pero exige igualmente, una acertada identificación del centro de gravedad del conflicto social y político del país en esta coyuntura y con ello establecer las consignas políticas que logren convocar y movilizar la resistencia de los de abajo.

Las fuentes de identidad
Como fuentes intelectuales y teóricas de nuestras identidades podemos decir que es común en nosotros el marxismo clásico (Marx. Engels, Lenin), los aportes de la Oposición de Izquierda en la ex URSS (Trotsky), las obras de Rosa Luxemburgo, Gramsci, Ernest Mandel, la Escuela de Frankfort, la historiografía marxista, y el pensamiento crítico latinoamericano desde José Martí, Fidel Castro, el Che Guevara, Carlos Mariategui, Paulo Freire, Luis Vitale, Ignacio Torres Giraldo, Camilo Torres, Fals Borda, entre otros, que son inspiradores de nuestros ideales programáticos y estratégicos.

De manera general podemos decir que nuestro programa de izquierda socialista puede tener unas ideas fuerzas:

- Anticapitalistas en la solución a la crisis humana y civilizatoria que padecemos en Colombia y el Mundo.

- Un tipo de Estado de orden comunal (Estado Comuna), o República de Obreros y Campesinos como estrategia para superar el orden burgués.

- Socialismo con libertad social e individual, democracia radical en lo económico, político, social, cultural como ejercicio del poder desde la nación, la región y lo local (autoorganización y control social).

- Una solución negociada del conflicto armado con las guerrillas de las FARC y ELN.

- Respeto a los derechos sociales y humanos como garantías para el desarrollo y bienestar social e individual.

- La huelga general y la insurrección como método estratégico para la toma del poder y la revolución.

- Apoyo en los procesos de integración política, económica, social y cultural en América Latina a través de UNASUR, ALBA, Banco del SUR, entre otros.

- El internacionalismo como apuesta para la acción solidaria y la construcción del socialismo.

- El Ecosocialismo desde una perspectiva de no culto al desarrollismo “para la cual la hipótesis principal es el cambio cualitativo del desarrollo: poner fin al gasto monstruoso de recursos por el capitalismo, sustentado en la producción a gran escala, de productos inútiles o dañinos: la industria de armamento es un ejemplo evidente. Se trata, por consiguiente, de orientar la producción hacia la satisfacción de necesidades auténticas, empezando con esas que Mandel designó como "bíblicas": agua, comida, vestido, alojamiento”. (Michel Lowy).

- Articulación de reivindicaciones democráticas con soluciones socialistas a las necesidades sociales y para la movilización popular (Programa de transición).

- Una organización partidaria centralizada y democrática como medio para la toma del poder.

- Apoyo a una organización internacional de partidos para la acción mundial contra el capitalismo, como lo es la propuesta de V Internacional.

Derecho de Tendencia

La construcción de la tendencia socialista implica abrir los espacios institucionales del Partido, mediante la reglamentación de este ejercicio democrático para lo cual debemos retomar el proyecto de resolución que fue planteado antes del Segundo Congreso y llevarla a la Junta Nacional de noviembre.

Lo anterior debe ir a la par con la puesta en marcha de los Comités de Base Sectoriales en todos los departamentos, distritos y municipios como la única instancia donde se desarrolla, y se hace efectiva la militancia partidaria.

Esta decisión no puede constituirse en una proclama para los días de crisis, debe significar la disolución de partidos y movimientos que dieron origen al PDA, puesto que después de cinco años de haber sido constituido el POLO, son un obstáculo para su consolidación como la única expresión de la izquierda legal y de masas en Colombia.

Es decisión de la Junta Nacional poner orden, hacer realidad la unidad orgánica y efectiva la existencia de la estructura de base que supere el Frente de Partidos, a lo que esta reducido en la actualidad el POLO, y de igual manera superar la unidad de acción de las Coordinaciones Nacional, Departamentales que están supeditadas a las decisiones suprapartidistas de los Comités Ejecutivos y estructuras partidistas

Medellín, Noviembre de 2010


CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA