El ex candidato presidencial del PDA, Gustavo Petro, con la colaboración del senador Luis Carlos Avellaneda y el concejal por Bogotá, Carlos Vicente de Roux, estos últimos también del Polo, ha salido ante los medios de comunicación a denunciar supuestos actos de corrupción administrativa relacionados con el manejo de los contratos de obras públicas en la capital de la República que comprometen seriamente al actual alcalde, Samuel Moreno Rojas, así como a su hermano el senador Iván Moreno Rojas. La denuncia se ha convertido ciertamente en un escándalo político de proporciones, y ha concitado el interés no sólo de los medios de comunicación y la opinión pública nacional, sino también de los partidos políticos, los gremios, el gobierno central, la Fiscalía General de la Nación y los órganos de control del Estado.
La gravedad de los hechos denunciados por el ex candidato presidencial del Polo ha provocado la exigencia unánime de los partidos de la derecha al alcalde mayor de Bogotá para que renuncie al cargo y enfrente la correspondiente investigación, exigencia a la que se han sumado las voces de los denunciantes; desencadenando al mismo tiempo la peor de las crisis que ha vivido el PDA en toda su historia. La dirección del Polo ha reaccionado de manera inmediata, y ante la situación planteada ha hecho un llamado en defensa de la unidad del partido y de la gestión del alcalde distrital, exigiendo para éste que se le respeten las garantías legales y constitucionales del debido proceso, al tiempo que ha condenado y censurado el proceder de los denunciantes y particularmente el de Petro, quien, con su actuación, se ha colocado por fuera del partido, según el pronunciamiento público del Comité Ejecutivo Nacional del PDA.
Existe la percepción entre amplios sectores del partido que la crisis desatada con las denuncias de Petro no podrá ser conjurada con el sólo pronunciamiento del Comité Ejecutivo Nacional. De hecho, diversos sectores y corrientes dentro del Polo han procedido a pronunciarse frente a la nueva situación, y aunque no coincidan del todo en la valoración de la misma, todas convergen en señalar la gravedad del problema y el riesgo en que ha sido puesta la unidad y la existencia misma del partido. Los Círculos Socialistas de Antioquia consideran que el análisis y solución de la crisis del PDA debe involucrar y comprometer al conjunto del partido, por lo cual exigen que se organice el más amplio debate democrático sobre la misma, previo a la convocatoria de su Congreso Nacional que debe redefinir las bases de la unidad y la construcción del PDA a nivel nacional. En tal sentido, adopta el siguiente pronunciamiento.
1. La ofensiva de la derecha
La derecha, encabezada por el Partido de la U, ha aprovechado el escándalo para desatar una ofensiva política contra el PDA y la gestión del Alcalde Moreno Rojas, haciendo responsable al Polo de su gestión al frente de la Alcaldía, a la que califica de desastrosa y corrupta. A esta ofensiva han venido a sumarse los Partidos Liberal, Conservador y Cambio Radical, varios de ellos comprometidos con los programas y el actual equipo que maneja los asuntos de la administración distrital. El cometido de tal ofensiva es evidente: se busca crear un ambiente político de desprestigio del PDA en la capital de la República, con el fin de obstruirle la posibilidad de que pueda seguir gobernando a Bogotá. Un capítulo más de la estrategia tendiente a destruir al Polo, concebida y ejecutada por sectores de la derecha desde el gobierno de Alvaro Uribe.
La razón por la que se ataca al alcalde Moreno Rojas es la misma por la que los partidos que conforman la Unidad Nacional se disponen a disputarse el control de la administración distrital en las próximas elecciones locales: la captura de las rentas que se derivan de los jugosos contratos y licitaciones relacionados con la construcción de las fases finales de transmilenio y del metro de Bogotá. De por medio no existe disputa alguna de carácter técnico o política sobre el modelo de ciudad que requiere la capital de la República, el mayor centro urbano del país con graves problemas de servicios públicos, vivienda, movilidad, seguridad ciudadana, empleo, marginalidad social, etc.
El PDA está obligado a enfrentar la ofensiva de la derecha en Bogotá, denunciando ante la opinión pública que tal ofensiva constituye una patraña de los sectores políticos del establecimiento, que pretenden mostrar al Polo como un partido comprometido con actos de corrupción administrativa, cuando los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción pública en el país ha sido la clase política representada por ellos, vinculada estrechamente a los intereses de las mafias del narcotráfico y la contratación pública, acusada y condenada por lo demás, por sus estrechos vínculos con el paramilitarismo. El Polo debe ser enfático en señalar públicamente que detrás de la ofensiva de la derecha contra el Polo en Bogotá lo que en verdad existe es una vulgar competencia entre diferentes grupos de intereses corporativos y políticos hoy asociados en los partidos de la Unidad Nacional, para desalojar al Polo de la alcaldía distrital y ver cuál de ellos logra el monopolio en el manejo de las rentas derivadas de la contratación administrativa.
2. La Alcaldía de Bogotá y la Dirección del PDA
Samuel Moreno Rojas llega a la Alcaldía de Bogotá como candidato del PDA, con un proyecto de gestión de ciudad cuyos parámetros generales fueron debatidos y establecidos por el Partido. De manera que tanto su elección como su gestión aparecen asociados al Polo, que fue el partido que lo nominó. Así lo asume y lo percibe la opinión pública, los medios de comunicación, los demás partidos políticos, los gremios económicos y la sociedad en general, tanto en la capital como en resto del país.
Sin embargo, una vez electo, Samuel Moreno decide autonomizar y emancipar su gestión administrativa, separando el manejo de la Alcaldía, así como las decisiones tomadas por él al frente de la misma, de cualquier injerencia o posibilidad de control político por parte de la dirección del Polo, liberándose al mismo tiempo de su responsabilidad de rendirle cuentas al partido que lo nominó y a los ciudadanos que lo eligieron. El resultado de tal decisión vino a ser la cristalización de una gestión que desnaturalizó y traicionó el proyecto de gestión política propuesto por el PDA para Bogotá.
En efecto, en un plano de negro sobre blanco, la administración de Samuel Moreno ha tenido logros relativamente meritorios en la ejecución de programas sociales en salud, educación y comedores comunitarios; pero el impacto político de tales logros se empequeñecen y desdibujan frente al desastroso desempeño del gobierno distrital en materia de movilidad, mantenimiento de vías públicas y contratación de obras de infraestructura vial; así como frente a su fallida pretensión de privatizar la ETB y su errática política en materia de hacienda pública, de clara factura neoliberal ambas. Es inaceptable que un gobernante local o departamental del Polo, o un parlamentario suyo, aparezcan comprometidos con el impulso y ejecución de políticas neoliberales, cuando la lucha contra este modelo económico se ha constituido en una de las razones centrales de existencia del Partido. Como inaceptable es igualmente que, en nombre de una presunta gobernabilidad, el alcalde mayor de Bogotá le haya dado participación en el gobierno de la ciudad al partido de Alvaro Uribe y J. M. Santos, el símbolo del proyecto político de la extrema derecha que ha atacado ferozmente al PDA pretendiendo su destrucción, responsable por lo demás de la situación calamitosa que vive el país en derechos humanos, libertades públicas, empleo y seguridad social. Difícil será entonces cotejar y compaginar las políticas y programas gestionados por la alcaldía de Bogotá con el ideario de unidad del Partido.
Frente a lo sucedido, a la dirección del Polo le cabe la responsabilidad de no haber reaccionado oportunamente, rechazando en su momento pública y categóricamente la decisión del Alcalde Moreno Rojas de poner su gestión al margen de cualquier posibilidad de injerencia y control político por parte del Partido. No era la primera vez que la dirección enfrentaba una situación parecida, pues debe tenerse en cuenta que Lucho Garzón como alcalde de Bogotá, así como otros gobernantes regionales y locales, incluso parlamentarios, han actuado de igual manera, jamás le han rendido cuentas de su desempeño ni al Partido ni a sus electores, frente a lo cual la dirección del Polo no ha reaccionado ni reacciona en la forma debida. Ante la decisión de Samuel Moreno, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido estaba obligado a salvar públicamente la responsabilidad política del PDA frente al curso que pudiera tomar dicha administración, desligándolo políticamente de la misma. Pero, el silencio guardado ante aquella, así como el apoyo y respaldo acrítico que le brindó durante tanto tiempo, la convierten en cómplice de lo que está ocurriendo, y compromete al Polo con una gestión cuestionada y seriamente cuestionable, como lo es la Samuel Moreno en la alcaldía de Bogotá.
Frente al escándalo que hoy envuelve a la alcaldía distrital y amenaza con arrastrar al Partido, independientemente de los resultados que arrojen las investigaciones de orden disciplinario, fiscal y penal que se adelantan sobre el mismo, los Círculos Socialistas del PDA en Antioquia le exigimos al Comité Ejecutivo Nacional del Partido que tome distancia de forma inmediata de la actual administración distrital, declarando ante la opinión pública nacional y particularmente ante sus electores de la capital de la República que las ejecutorias del alcalde Moreno Rojas no responden a las políticas y modelo de ciudad trazados por el partido para Bogotá; en consecuencia, le exigirá al Alcalde la rectificación y redefinición inmediata el rumbo político y administrativo de su gestión al frente de ciudad; pues, el Polo no puede ni debe cargar con el lastre político de una administración que rechazó la injerencia del Partido en la definición de sus políticas y programas, pero lo utilizó y lo utiliza para legitimarse políticamente cuando lo necesita.
3. Petro y sus relaciones con el PDA
El escándalo sobre supuestas o reales irregularidades de la alcaldía de Bogotá en materia de contrataciones públicas estalló por las denuncias y revelaciones hechas por el ex candidato presidencial del Polo, Gustavo Petro, ante los medios de comunicación. Para ello, Petro había conformado una comisión investigadora de facto, por fuera de los órganos de control estatal, saltándose, por lo demás, las disposiciones estatutarias del partido al respecto. En su cometido, se hizo acompañar del senador Luis Carlos Avellaneda y del concejal de Bogotá Carlos Vicente de Roux.
Esparcidos los rumores de que en la alcaldía de Bogotá se estaban presentando hechos de corrupción administrativa, podría pensarse que la actuación de Petro pudiera estar motivada en el propósito de superar la situación irregular de que la gestión del alcalde Samuel Moreno, asumida en nombre del Polo, se estuviera haciendo sin injerencia ni control alguno del partido que lo nominó. Pero, si así fuera, lo saludable políticamente hubiera sido que empezara formulando la denuncia y planteando el debate en el interior del partido, buscando que éste convocara al alcalde a aclarar tales rumores y a corregir el rumbo de la administración. Prefirió sin embargo saltarse no solo las instancias y disposiciones estatutarias del partido, sino también las establecidas por la Constitución y la ley, acusando y condenando públicamente y sin formula de juicio al alcalde mayor de Bogotá y a su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, igualmente dirigente político del PDA.
Las denuncias y revelaciones de Petro constituyen en realidad una verdadera carga de profundidad no solo contra el alcalde de Bogotá y el senador Moreno Rojas, sino también contra el PDA en su conjunto. En sus cinco años de existencia, el Partido no había llegado a padecer una ofensiva política y mediática tan brutal como la que hoy enfrenta. Ni siquiera la peor ofensiva desata por la extrema derecha en su contra logró llevar al Partido a la crisis severa y grave por la que atraviesa en esta coyuntura. A primera vista, la actuación de Petro aparenta estar dirigida en contra de la Anapo, corriente política que representan los hermanos Moreno Rojas dentro del Polo. Sin embargo, dados los alcances y repercusiones políticas que ha venido cobrando la misma conduce a pensar que su actuación podría estar inspirada en un designio liquidador del partido. De ahí que sea pertinente contextualizarla y preguntarse por la lógica o racionalidad política a la que pueda responder.
Tras su fundación, el PDA aún no ha podido trascender y superar la razón inmediata que le dio origen: un acuerdo electoral que le permitió a la izquierda legal del país seguir actuando en los escenarios políticos y electorales institucionalizados. Ir más allá de este acuerdo implicaría crear condiciones políticas y organizativas internas que posibiliten hacer realidad el proyecto político perfilado en el Ideario de Unidad y los Estatutos adoptados en el Congreso de fundación del partido. Diversos factores han impedido avanzar en tal dirección. El hecho cierto entonces es que el PDA se detuvo y congeló como acuerdo político-lectoral entre distintas estructuras de una izquierda política con tradiciones y referentes ideológico-políticos diferentes, con poco o ningún debate teórico e ideológico en su interior. Todo ello en un contexto de dominio hegemónico de la derecha social y política y reflujo del movimiento social de masas en Colombia. La prevalencia de la condición de ser ante todo un acuerdo político-electoral ha convertido al PDA en terreno abonado para las disputas personalistas entre caudillos, políticos clientelistas, arribistas y oportunistas de toda clase que medran al amparo de los avales políticos y las posibilidades de acceder a la administración pública con el respaldo del partido. Petro y los Moreno Rojas, entre otros, son parte de este tipo de personas con los cuales jamás se podrá construir un partido serio para la revolución en Colombia.
Tal vez aquí radique la razón a partir de la cual podamos hallar una explicación de la ruda y permanente disputa interna sostenida durante estos cinco años entre los caudillos de las facciones confluyentes en el Polo por el control de su aparato fundamental, sus organismos de dirección, su liderato público, etc.; disputa esta que no es más que la expresión distorsionada de la lucha faccional por la hegemonía dentro del partido. Una verdadera guerra de guerrillas interna que ha desgastado al PDA y lo tiene al borde del colapso político y organizativo.
Petro ha sido protagonista decisivo de esta situación. Tras haber dado una formidable batalla, motu proprio, contra la parapolítica en el Congreso de la República, hecho que lo catapultó ante los medios y la opinión pública como un destacado senador y dirigente político, decidió enfilar su artillería en función de hacerse al control político del partido. Abrió fuego entonces contra Carlos Gaviria, a la sazón la principal figura política del partido. Luego contra la dirigencia de lo que él consideraba el ala más radical del Polo. Llegó al Segundo Congreso del PDA con una correlación de fuerzas desfavorable. Se recuperó políticamente con la consulta que lo escogió como candidato presidencial. No obstante haber obtenido un millón de votos menos que Carlos Gaviria, se sintió autorizado para reclamar la Presidencia y conducción política del partido, lo que le fue negado. El saldo político de esta tronera no le ha sido favorable. Luego de haber sido desautorizado públicamente su compromiso con el presidente J. M. Santos, se descubrió débil y marginal en las decisiones políticas fundamentales del Polo.
Existen pues razones suficientes para dudar que la última actuación de Petro pueda estar motivada en la necesidad de suplir el vacío de dirección y control político del partido sobre la gestión del alcalde de Bogotá. Ella hace parte, más bien, de su proverbial conducta caudillista de hacer carrera política liquidando a quienes considera sus competidores dentro del partido, así tenga que destruir al partido mismo si es necesario. En efecto, Petro aprovecha el rumor de corrupción en la alcaldía distrital y procede a hacer el escándalo ante los medios de comunicación, buscando sacar ventaja política ante la opinión pública para posicionarse mejor como aspirante a la dirección del Polo. Tal es la forma como ha actuado en anteriores oportunidades: impactar a la opinión pública ventilando los problemas del partido ante los medios para ganar posiciones dentro del PDA. Actitud que revela desprecio por la construcción del partido y una desmedida ambición personal por el poder. En su imaginario tal vez siga rondando la idea de que las decisiones políticas fundamentales del Polo sean tomadas por medio del mecanismo de las consultas abiertas, que tanto rédito le han reportado.
En esta oportunidad, Petro aspiraba hacer una perfecta carambola política; pues, con sus revelaciones y denuncias ante los medios esperaba golpear a un mismo tiempo a los Moreno Rojas y a la dirección del partido, los dos factores que en su opinión le malograron su aspiración personal a la presidencia del partido, con lo cual ambicionaba convertirse en la figura política más importante dentro del PDA.
4. Petro, los Moreno Rojas y la Dirección del PDA
La crisis que se ha desatado con las denuncias y revelaciones de Petro contra el alcalde Bogotá y su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, reúne y expresa a un mismo tiempo todas las crisis anteriores por las que ha pasado el PDA en sus cinco años de existencia. Por eso es necesario exigirle a la dirección ejecutiva del Polo que organice y le dé trámite democrático al debate generado por la misma, a fin de descifrar su naturaleza y disponer de los correctivos que sean pertinentes para preservar la existencia del partido.
Desde su constitución formal hace cinco años, el PDA ha vivido en forma permanente los riesgos de su división y destrucción. Tales riesgos proceden de una doble presión, en primer lugar de la extrema derecha social y política del país, y en segundo lugar de lo que podríamos llamar el ala derechista dentro del Polo. Le ha correspondido a la izquierda del Polo resistir el peso de la presión de estos dos factores para preservar la existencia y unidad del partido. Entre ésta y el ala derechista ha mediado una dirección ejecutiva ambigua y vacilante. Tales podrían ser los factores que laten en el fondo de la crisis actual y de casi todas las crisis del PDA.
En efecto, al nacer a la vida política el PDA proclamó su oposición radical al modelo neoliberal que la derecha le había impuesto al país, así como su decisión de luchar por una salida política negociada al conflicto armado que vive Colombia. Tal proclama lo pondría en una dinámica de oposición política radical al proyecto de Alvaro Uribe. Desde entonces, la extrema derecha no ha escatimado esfuerzos en tratar de dividir o destruir al partido. Con la complicidad de los medios masivos de comunicación afectos al proyecto uribista, el gobierno anterior lanzó toda clase de ataques contra sectores de su dirección política, asociándolos con el accionar terrorista de las guerrillas. El partido fue objeto así mismo del espionaje que el alto gobierno practicó contra sectores de la oposición, periodistas críticos y magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Columnistas de prensa al servicio del régimen alentaron igualmente su división, halagando dirigentes del partido como representantes de una izquierda moderna y civilizada para luego enfrentarlos contra los que ellos mismos califican como voceros de una izquierda extremista, retrógrada y premoderna. Destruir al Polo, propiciando su división, era pues pieza clave en el proyecto autoritario de Alvaro Uribe.
Después de Luis Eduardo Garzón, Gustavo Petro se convirtió en el dirigente político del Polo más propenso a ser seducido por los halagos procedentes de los medios y voceros del capital. No obstante haber sido artífice del proceso de constitución del PDA y signatario del Ideario de Unidad como base programática de ese proceso, Petro se fue alejando y diferenciando de los postulados fundamentales que cimentaban tal proyecto, pretendiendo convertir al Polo en un proyecto político de centro, a imagen y semejanza de una izquierda socialdemócrata, cooptada e integrada al sistema, incapaz por lo mismo de crearle sobresaltos a la dominación del capital. Todo indica que el nuevo rumbo político de Petro podría ser el mismo seguido por Angelino, el otro Garzón converso. Durante la primera fase de su campaña como candidato presidencial había dado las puntadas fundamentales de lo que constituye su nuevo ideario político, las mismas que fueron ratificadas tras el triunfo de J. M. Santos, al convocar al Partido a establecer acuerdos con el nuevo gobierno. De manera pues que el último tramo recorrido por Petro, así como su actuación frente al partido en relación con la crisis en la alcaldía de Bogotá, lo han conducido sin duda alguna a colocarse por fuera del PDA.
En igual situación a la de Petro se han colocado los hermanos Moreno Rojas, quienes actuando en connivencia política han manejado los destinos de la alcaldía de Bogotá a espaldas del partido y contrariando sus orientaciones políticas fundamentales. No de otra manera podría calificarse el manejo neoliberal de la hacienda pública y la política económica en la Capital de la República durante la gestión de Samuel Moreno Rojas. O su política de movilidad y contratación de obras públicas. O el acuerdo político de gobernabilidad de la ciudad secretamente pactado con los partidos de Uribe, Santos y César Gaviria. Todo ello pensado y calculado desde mezquinos intereses sectoriales y personales, que nada tiene que ver con un proyecto de gestión ético, social y democrático de la ciudad, alternativo al modelo de gestión tradicional de los agentes y representantes del capital y los políticos corruptos y clientelistas. Por ello, la actuación de Samuel Moreno Rojas al frente de la alcaldía de Bogotá constituye no solo una traición política al PDA que lo nominó como candidato, sino también un fraude colosal a la confianza del electorado bogotano que lo eligió, buscando en él una posibilidad de hacer realidad sus esperanzas.
Aunque aparezcan hoy en disputa, ambas corrientes, la de Petro y la de los hermanos Moreno Rojas, constituyen el ala derechista dentro del partido. Tienen en común no solo el marcado caudillismo y las ambiciones personalistas de sus dirigentes, sino también un simulado desdén por la acción directa y la auto organización de las masas. Sería temerario afirmar hoy que alguna de estas corrientes tenga ligazones orgánicas con fracciones del capital. Sin embargo, tanto su trayectoria social y política (en el caso de los Moreno Rojas), como sus vacilaciones y veleidades ideológicas (en el caso de Petro) las hace vulnerables a que fracciones del capital las instrumentalice estratégicamente para efectos de la conservación del statu quo social y económico. Esto es lo que las hace potencialmente portadoras, cada una por su lado, de un proyecto político que es ajeno al perfilado por el Polo en sus Estatutos e Ideario de Unidad.
Al igual que el partido en su conjunto, la izquierda del Polo reviste una composición variopinta en su tradición y referentes ideológicos, factor este que tal vez le ha escamoteado a este sector la posibilidad de conformar y actuar como un solo bloque dentro del partido. La curva de su comportamiento político expresa una actitud defensiva frente a la iniciativa cobrada desde un principio por las corrientes del ala derechista. Lo prueba el hecho mismo de que no haya podido sacar al partido de la fase embrionaria, como acuerdo político-electoral, en que lo ha mantenido congelado durante todo este tiempo su ala derechista. No obstante compartir el marco de unidad definido por los Estatutos y el Ideario del partido, mostrándose al mismo tiempo como el ala más comprometida con el proyecto político perfilado, la izquierda del Polo optó en su gran mayoría por actuar desde una posición de grupo, aprovechando el espacio y prestigio ganado por el PDA entre la opinión pública para engrosar y posicionar políticamente sus propios partidos y movimientos, así como a sus respectivos cuadros de dirección, en vez de convertir al Partido en un campo de batalla de las ideas políticas. A pesar de ello, le cabe el mérito de ser el único canal de vinculación del Polo con la resistencia social de los de abajo y haber impedido que el PDA sucumba a los cantos de sirena que lo convocan a la moderación política y la Unidad Nacional.
Entre estas dos alas del Partido ha mediado un órgano de dirección ejecutiva nacional que se ha caracterizado por su inestabilidad y fragilidad políticas permanente, con muy poca capacidad para organizar y conducir disciplinadamente al PDA. En ello tiene que ver el hecho de que la dirección del partido, así como el partido mismo, haya mistificado el problema de la unidad en el Polo. Con tal de conservar a toda costa su unidad, la dirección ha preferido la ambigüedad, evitando el debate de las ideas políticas dentro del partido, lo que en veces lo ha conducido a la parálisis y la quietud misma. Hoy debemos admitir que, así todas las corrientes dentro del partido acepten formalmente los Estatutos y el Ideario como marco de unidad, la unidad política del Polo se ha deteriorado y es cada vez más débil. En un partido en construcción es inevitable y saludable el debate teórico, ideológico, político y programático. Y en esto, la dirección juega un papel fundamental en su organización y trámite democráticos. En vez de esconder las diferencias, le corresponde a la dirección sacarlas a flote y hacerlas manifiestas, para que estas sean adecuadamente tratadas, y así poder restablecer la unidad sobre bases ciertas y firmes.
En el caso del PDA, su dirección expresa lo que el partido es. Y qué ha sido el partido en todo este tiempo sino el escenario de una pugna caótica y anárquica entre sus alas y corrientes por la hegemonía dentro del Polo? Buena parte de las crisis por las que ha pasado el PDA durante estos cinco años son de alguna manera la expresión distorsionada de esta sorda y a la vez sórdida lucha por la hegemonía entre las facciones que lo constituyen. Es apenas normal y legítimo que en un partido en construcción como el Polo se den y presenten con frecuencia este tipo pugnas. Es más, es propio de los partidos y signo de su vitalidad, la lucha entre tendencias y corrientes por lograr la hegemonía dentro de los mismos. Pero cuando la dirección teme y evade presentarlas como tales, las mismas se desnaturalizan y terminan expresándose revestidas de querellas o de otro tipo de justificación, cuando no es quebrando la unidad del partido. Tal vez esto sea lo que ha venido ocurriendo en el PDA.
La dirección del PDA debe convencerse que la mejor manera de conservar la unidad del partido hoy es abriendo las esclusas del debate ideológico y político dentro del Polo, a fin de restablecer la unidad y rehacer la vigencia del proyecto sobre bases ciertas y sólidas.
CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA - PDA-
Medellín, Noviembre 25 de 2010.