sábado, 4 de diciembre de 2010

Pronunciamiento de los Círculos Socialistas a propósito de la crisis del Polo

El ex candidato presidencial del PDA, Gustavo Petro, con la colaboración del senador Luis Carlos Avellaneda y el concejal por Bogotá, Carlos Vicente de Roux, estos últimos también del Polo, ha salido ante los medios de comunicación a denunciar supuestos actos de corrupción administrativa relacionados con el manejo de los contratos de obras públicas en la capital de la República que comprometen seriamente al actual alcalde, Samuel Moreno Rojas, así como a su hermano el senador Iván Moreno Rojas. La denuncia se ha convertido ciertamente en un escándalo político de proporciones, y ha concitado el interés no sólo de los medios de comunicación y la opinión pública nacional, sino también de los partidos políticos, los gremios, el gobierno central, la Fiscalía General de la Nación y los órganos de control del Estado.

La gravedad de los hechos denunciados por el ex candidato presidencial del Polo ha provocado la exigencia unánime de los partidos de la derecha al alcalde mayor de Bogotá para que renuncie al cargo y enfrente la correspondiente investigación, exigencia a la que se han sumado las voces de los denunciantes; desencadenando al mismo tiempo la peor de las crisis que ha vivido el PDA en toda su historia. La dirección del Polo ha reaccionado de manera inmediata, y ante la situación planteada ha hecho un llamado en defensa de la unidad del partido y de la gestión del alcalde distrital, exigiendo para éste que se le respeten las garantías legales y constitucionales del debido proceso, al tiempo que ha condenado y censurado el proceder de los denunciantes y particularmente el de Petro, quien, con su actuación, se ha colocado por fuera del partido, según el pronunciamiento público del Comité Ejecutivo Nacional del PDA.

Existe la percepción entre amplios sectores del partido que la crisis desatada con las denuncias de Petro no podrá ser conjurada con el sólo pronunciamiento del Comité Ejecutivo Nacional. De hecho, diversos sectores y corrientes dentro del Polo han procedido a pronunciarse frente a la nueva situación, y aunque no coincidan del todo en la valoración de la misma, todas convergen en señalar la gravedad del problema y el riesgo en que ha sido puesta la unidad y la existencia misma del partido. Los Círculos Socialistas de Antioquia consideran que el análisis y solución de la crisis del PDA debe involucrar y comprometer al conjunto del partido, por lo cual exigen que se organice el más amplio debate democrático sobre la misma, previo a la convocatoria de su Congreso Nacional que debe redefinir las bases de la unidad y la construcción del PDA a nivel nacional. En tal sentido, adopta el siguiente pronunciamiento.

1. La ofensiva de la derecha

La derecha, encabezada por el Partido de la U, ha aprovechado el escándalo para desatar una ofensiva política contra el PDA y la gestión del Alcalde Moreno Rojas, haciendo responsable al Polo de su gestión al frente de la Alcaldía, a la que califica de desastrosa y corrupta. A esta ofensiva han venido a sumarse los Partidos Liberal, Conservador y Cambio Radical, varios de ellos comprometidos con los programas y el actual equipo que maneja los asuntos de la administración distrital. El cometido de tal ofensiva es evidente: se busca crear un ambiente político de desprestigio del PDA en la capital de la República, con el fin de obstruirle la posibilidad de que pueda seguir gobernando a Bogotá. Un capítulo más de la estrategia tendiente a destruir al Polo, concebida y ejecutada por sectores de la derecha desde el gobierno de Alvaro Uribe.

La razón por la que se ataca al alcalde Moreno Rojas es la misma por la que los partidos que conforman la Unidad Nacional se disponen a disputarse el control de la administración distrital en las próximas elecciones locales: la captura de las rentas que se derivan de los jugosos contratos y licitaciones relacionados con la construcción de las fases finales de transmilenio y del metro de Bogotá. De por medio no existe disputa alguna de carácter técnico o política sobre el modelo de ciudad que requiere la capital de la República, el mayor centro urbano del país con graves problemas de servicios públicos, vivienda, movilidad, seguridad ciudadana, empleo, marginalidad social, etc.

El PDA está obligado a enfrentar la ofensiva de la derecha en Bogotá, denunciando ante la opinión pública que tal ofensiva constituye una patraña de los sectores políticos del establecimiento, que pretenden mostrar al Polo como un partido comprometido con actos de corrupción administrativa, cuando los protagonistas de los mayores escándalos de corrupción pública en el país ha sido la clase política representada por ellos, vinculada estrechamente a los intereses de las mafias del narcotráfico y la contratación pública, acusada y condenada por lo demás, por sus estrechos vínculos con el paramilitarismo. El Polo debe ser enfático en señalar públicamente que detrás de la ofensiva de la derecha contra el Polo en Bogotá lo que en verdad existe es una vulgar competencia entre diferentes grupos de intereses corporativos y políticos hoy asociados en los partidos de la Unidad Nacional, para desalojar al Polo de la alcaldía distrital y ver cuál de ellos logra el monopolio en el manejo de las rentas derivadas de la contratación administrativa.

2. La Alcaldía de Bogotá y la Dirección del PDA

Samuel Moreno Rojas llega a la Alcaldía de Bogotá como candidato del PDA, con un proyecto de gestión de ciudad cuyos parámetros generales fueron debatidos y establecidos por el Partido. De manera que tanto su elección como su gestión aparecen asociados al Polo, que fue el partido que lo nominó. Así lo asume y lo percibe la opinión pública, los medios de comunicación, los demás partidos políticos, los gremios económicos y la sociedad en general, tanto en la capital como en resto del país.

Sin embargo, una vez electo, Samuel Moreno decide autonomizar y emancipar su gestión administrativa, separando el manejo de la Alcaldía, así como las decisiones tomadas por él al frente de la misma, de cualquier injerencia o posibilidad de control político por parte de la dirección del Polo, liberándose al mismo tiempo de su responsabilidad de rendirle cuentas al partido que lo nominó y a los ciudadanos que lo eligieron. El resultado de tal decisión vino a ser la cristalización de una gestión que desnaturalizó y traicionó el proyecto de gestión política propuesto por el PDA para Bogotá.

En efecto, en un plano de negro sobre blanco, la administración de Samuel Moreno ha tenido logros relativamente meritorios en la ejecución de programas sociales en salud, educación y comedores comunitarios; pero el impacto político de tales logros se empequeñecen y desdibujan frente al desastroso desempeño del gobierno distrital en materia de movilidad, mantenimiento de vías públicas y contratación de obras de infraestructura vial; así como frente a su fallida pretensión de privatizar la ETB y su errática política en materia de hacienda pública, de clara factura neoliberal ambas. Es inaceptable que un gobernante local o departamental del Polo, o un parlamentario suyo, aparezcan comprometidos con el impulso y ejecución de políticas neoliberales, cuando la lucha contra este modelo económico se ha constituido en una de las razones centrales de existencia del Partido. Como inaceptable es igualmente que, en nombre de una presunta gobernabilidad, el alcalde mayor de Bogotá le haya dado participación en el gobierno de la ciudad al partido de Alvaro Uribe y J. M. Santos, el símbolo del proyecto político de la extrema derecha que ha atacado ferozmente al PDA pretendiendo su destrucción, responsable por lo demás de la situación calamitosa que vive el país en derechos humanos, libertades públicas, empleo y seguridad social. Difícil será entonces cotejar y compaginar las políticas y programas gestionados por la alcaldía de Bogotá con el ideario de unidad del Partido.

Frente a lo sucedido, a la dirección del Polo le cabe la responsabilidad de no haber reaccionado oportunamente, rechazando en su momento pública y categóricamente la decisión del Alcalde Moreno Rojas de poner su gestión al margen de cualquier posibilidad de injerencia y control político por parte del Partido. No era la primera vez que la dirección enfrentaba una situación parecida, pues debe tenerse en cuenta que Lucho Garzón como alcalde de Bogotá, así como otros gobernantes regionales y locales, incluso parlamentarios, han actuado de igual manera, jamás le han rendido cuentas de su desempeño ni al Partido ni a sus electores, frente a lo cual la dirección del Polo no ha reaccionado ni reacciona en la forma debida. Ante la decisión de Samuel Moreno, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido estaba obligado a salvar públicamente la responsabilidad política del PDA frente al curso que pudiera tomar dicha administración, desligándolo políticamente de la misma. Pero, el silencio guardado ante aquella, así como el apoyo y respaldo acrítico que le brindó durante tanto tiempo, la convierten en cómplice de lo que está ocurriendo, y compromete al Polo con una gestión cuestionada y seriamente cuestionable, como lo es la Samuel Moreno en la alcaldía de Bogotá.

Frente al escándalo que hoy envuelve a la alcaldía distrital y amenaza con arrastrar al Partido, independientemente de los resultados que arrojen las investigaciones de orden disciplinario, fiscal y penal que se adelantan sobre el mismo, los Círculos Socialistas del PDA en Antioquia le exigimos al Comité Ejecutivo Nacional del Partido que tome distancia de forma inmediata de la actual administración distrital, declarando ante la opinión pública nacional y particularmente ante sus electores de la capital de la República que las ejecutorias del alcalde Moreno Rojas no responden a las políticas y modelo de ciudad trazados por el partido para Bogotá; en consecuencia, le exigirá al Alcalde la rectificación y redefinición inmediata el rumbo político y administrativo de su gestión al frente de ciudad; pues, el Polo no puede ni debe cargar con el lastre político de una administración que rechazó la injerencia del Partido en la definición de sus políticas y programas, pero lo utilizó y lo utiliza para legitimarse políticamente cuando lo necesita.

3. Petro y sus relaciones con el PDA

El escándalo sobre supuestas o reales irregularidades de la alcaldía de Bogotá en materia de contrataciones públicas estalló por las denuncias y revelaciones hechas por el ex candidato presidencial del Polo, Gustavo Petro, ante los medios de comunicación. Para ello, Petro había conformado una comisión investigadora de facto, por fuera de los órganos de control estatal, saltándose, por lo demás, las disposiciones estatutarias del partido al respecto. En su cometido, se hizo acompañar del senador Luis Carlos Avellaneda y del concejal de Bogotá Carlos Vicente de Roux.

Esparcidos los rumores de que en la alcaldía de Bogotá se estaban presentando hechos de corrupción administrativa, podría pensarse que la actuación de Petro pudiera estar motivada en el propósito de superar la situación irregular de que la gestión del alcalde Samuel Moreno, asumida en nombre del Polo, se estuviera haciendo sin injerencia ni control alguno del partido que lo nominó. Pero, si así fuera, lo saludable políticamente hubiera sido que empezara formulando la denuncia y planteando el debate en el interior del partido, buscando que éste convocara al alcalde a aclarar tales rumores y a corregir el rumbo de la administración. Prefirió sin embargo saltarse no solo las instancias y disposiciones estatutarias del partido, sino también las establecidas por la Constitución y la ley, acusando y condenando públicamente y sin formula de juicio al alcalde mayor de Bogotá y a su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, igualmente dirigente político del PDA.

Las denuncias y revelaciones de Petro constituyen en realidad una verdadera carga de profundidad no solo contra el alcalde de Bogotá y el senador Moreno Rojas, sino también contra el PDA en su conjunto. En sus cinco años de existencia, el Partido no había llegado a padecer una ofensiva política y mediática tan brutal como la que hoy enfrenta. Ni siquiera la peor ofensiva desata por la extrema derecha en su contra logró llevar al Partido a la crisis severa y grave por la que atraviesa en esta coyuntura. A primera vista, la actuación de Petro aparenta estar dirigida en contra de la Anapo, corriente política que representan los hermanos Moreno Rojas dentro del Polo. Sin embargo, dados los alcances y repercusiones políticas que ha venido cobrando la misma conduce a pensar que su actuación podría estar inspirada en un designio liquidador del partido. De ahí que sea pertinente contextualizarla y preguntarse por la lógica o racionalidad política a la que pueda responder.

Tras su fundación, el PDA aún no ha podido trascender y superar la razón inmediata que le dio origen: un acuerdo electoral que le permitió a la izquierda legal del país seguir actuando en los escenarios políticos y electorales institucionalizados. Ir más allá de este acuerdo implicaría crear condiciones políticas y organizativas internas que posibiliten hacer realidad el proyecto político perfilado en el Ideario de Unidad y los Estatutos adoptados en el Congreso de fundación del partido. Diversos factores han impedido avanzar en tal dirección. El hecho cierto entonces es que el PDA se detuvo y congeló como acuerdo político-lectoral entre distintas estructuras de una izquierda política con tradiciones y referentes ideológico-políticos diferentes, con poco o ningún debate teórico e ideológico en su interior. Todo ello en un contexto de dominio hegemónico de la derecha social y política y reflujo del movimiento social de masas en Colombia. La prevalencia de la condición de ser ante todo un acuerdo político-electoral ha convertido al PDA en terreno abonado para las disputas personalistas entre caudillos, políticos clientelistas, arribistas y oportunistas de toda clase que medran al amparo de los avales políticos y las posibilidades de acceder a la administración pública con el respaldo del partido. Petro y los Moreno Rojas, entre otros, son parte de este tipo de personas con los cuales jamás se podrá construir un partido serio para la revolución en Colombia.

Tal vez aquí radique la razón a partir de la cual podamos hallar una explicación de la ruda y permanente disputa interna sostenida durante estos cinco años entre los caudillos de las facciones confluyentes en el Polo por el control de su aparato fundamental, sus organismos de dirección, su liderato público, etc.; disputa esta que no es más que la expresión distorsionada de la lucha faccional por la hegemonía dentro del partido. Una verdadera guerra de guerrillas interna que ha desgastado al PDA y lo tiene al borde del colapso político y organizativo.

Petro ha sido protagonista decisivo de esta situación. Tras haber dado una formidable batalla, motu proprio, contra la parapolítica en el Congreso de la República, hecho que lo catapultó ante los medios y la opinión pública como un destacado senador y dirigente político, decidió enfilar su artillería en función de hacerse al control político del partido. Abrió fuego entonces contra Carlos Gaviria, a la sazón la principal figura política del partido. Luego contra la dirigencia de lo que él consideraba el ala más radical del Polo. Llegó al Segundo Congreso del PDA con una correlación de fuerzas desfavorable. Se recuperó políticamente con la consulta que lo escogió como candidato presidencial. No obstante haber obtenido un millón de votos menos que Carlos Gaviria, se sintió autorizado para reclamar la Presidencia y conducción política del partido, lo que le fue negado. El saldo político de esta tronera no le ha sido favorable. Luego de haber sido desautorizado públicamente su compromiso con el presidente J. M. Santos, se descubrió débil y marginal en las decisiones políticas fundamentales del Polo.

Existen pues razones suficientes para dudar que la última actuación de Petro pueda estar motivada en la necesidad de suplir el vacío de dirección y control político del partido sobre la gestión del alcalde de Bogotá. Ella hace parte, más bien, de su proverbial conducta caudillista de hacer carrera política liquidando a quienes considera sus competidores dentro del partido, así tenga que destruir al partido mismo si es necesario. En efecto, Petro aprovecha el rumor de corrupción en la alcaldía distrital y procede a hacer el escándalo ante los medios de comunicación, buscando sacar ventaja política ante la opinión pública para posicionarse mejor como aspirante a la dirección del Polo. Tal es la forma como ha actuado en anteriores oportunidades: impactar a la opinión pública ventilando los problemas del partido ante los medios para ganar posiciones dentro del PDA. Actitud que revela desprecio por la construcción del partido y una desmedida ambición personal por el poder. En su imaginario tal vez siga rondando la idea de que las decisiones políticas fundamentales del Polo sean tomadas por medio del mecanismo de las consultas abiertas, que tanto rédito le han reportado.

En esta oportunidad, Petro aspiraba hacer una perfecta carambola política; pues, con sus revelaciones y denuncias ante los medios esperaba golpear a un mismo tiempo a los Moreno Rojas y a la dirección del partido, los dos factores que en su opinión le malograron su aspiración personal a la presidencia del partido, con lo cual ambicionaba convertirse en la figura política más importante dentro del PDA.

4. Petro, los Moreno Rojas y la Dirección del PDA

La crisis que se ha desatado con las denuncias y revelaciones de Petro contra el alcalde Bogotá y su hermano, el senador Iván Moreno Rojas, reúne y expresa a un mismo tiempo todas las crisis anteriores por las que ha pasado el PDA en sus cinco años de existencia. Por eso es necesario exigirle a la dirección ejecutiva del Polo que organice y le dé trámite democrático al debate generado por la misma, a fin de descifrar su naturaleza y disponer de los correctivos que sean pertinentes para preservar la existencia del partido.

Desde su constitución formal hace cinco años, el PDA ha vivido en forma permanente los riesgos de su división y destrucción. Tales riesgos proceden de una doble presión, en primer lugar de la extrema derecha social y política del país, y en segundo lugar de lo que podríamos llamar el ala derechista dentro del Polo. Le ha correspondido a la izquierda del Polo resistir el peso de la presión de estos dos factores para preservar la existencia y unidad del partido. Entre ésta y el ala derechista ha mediado una dirección ejecutiva ambigua y vacilante. Tales podrían ser los factores que laten en el fondo de la crisis actual y de casi todas las crisis del PDA.

En efecto, al nacer a la vida política el PDA proclamó su oposición radical al modelo neoliberal que la derecha le había impuesto al país, así como su decisión de luchar por una salida política negociada al conflicto armado que vive Colombia. Tal proclama lo pondría en una dinámica de oposición política radical al proyecto de Alvaro Uribe. Desde entonces, la extrema derecha no ha escatimado esfuerzos en tratar de dividir o destruir al partido. Con la complicidad de los medios masivos de comunicación afectos al proyecto uribista, el gobierno anterior lanzó toda clase de ataques contra sectores de su dirección política, asociándolos con el accionar terrorista de las guerrillas. El partido fue objeto así mismo del espionaje que el alto gobierno practicó contra sectores de la oposición, periodistas críticos y magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Columnistas de prensa al servicio del régimen alentaron igualmente su división, halagando dirigentes del partido como representantes de una izquierda moderna y civilizada para luego enfrentarlos contra los que ellos mismos califican como voceros de una izquierda extremista, retrógrada y premoderna. Destruir al Polo, propiciando su división, era pues pieza clave en el proyecto autoritario de Alvaro Uribe.

Después de Luis Eduardo Garzón, Gustavo Petro se convirtió en el dirigente político del Polo más propenso a ser seducido por los halagos procedentes de los medios y voceros del capital. No obstante haber sido artífice del proceso de constitución del PDA y signatario del Ideario de Unidad como base programática de ese proceso, Petro se fue alejando y diferenciando de los postulados fundamentales que cimentaban tal proyecto, pretendiendo convertir al Polo en un proyecto político de centro, a imagen y semejanza de una izquierda socialdemócrata, cooptada e integrada al sistema, incapaz por lo mismo de crearle sobresaltos a la dominación del capital. Todo indica que el nuevo rumbo político de Petro podría ser el mismo seguido por Angelino, el otro Garzón converso. Durante la primera fase de su campaña como candidato presidencial había dado las puntadas fundamentales de lo que constituye su nuevo ideario político, las mismas que fueron ratificadas tras el triunfo de J. M. Santos, al convocar al Partido a establecer acuerdos con el nuevo gobierno. De manera pues que el último tramo recorrido por Petro, así como su actuación frente al partido en relación con la crisis en la alcaldía de Bogotá, lo han conducido sin duda alguna a colocarse por fuera del PDA.

En igual situación a la de Petro se han colocado los hermanos Moreno Rojas, quienes actuando en connivencia política han manejado los destinos de la alcaldía de Bogotá a espaldas del partido y contrariando sus orientaciones políticas fundamentales. No de otra manera podría calificarse el manejo neoliberal de la hacienda pública y la política económica en la Capital de la República durante la gestión de Samuel Moreno Rojas. O su política de movilidad y contratación de obras públicas. O el acuerdo político de gobernabilidad de la ciudad secretamente pactado con los partidos de Uribe, Santos y César Gaviria. Todo ello pensado y calculado desde mezquinos intereses sectoriales y personales, que nada tiene que ver con un proyecto de gestión ético, social y democrático de la ciudad, alternativo al modelo de gestión tradicional de los agentes y representantes del capital y los políticos corruptos y clientelistas. Por ello, la actuación de Samuel Moreno Rojas al frente de la alcaldía de Bogotá constituye no solo una traición política al PDA que lo nominó como candidato, sino también un fraude colosal a la confianza del electorado bogotano que lo eligió, buscando en él una posibilidad de hacer realidad sus esperanzas.

Aunque aparezcan hoy en disputa, ambas corrientes, la de Petro y la de los hermanos Moreno Rojas, constituyen el ala derechista dentro del partido. Tienen en común no solo el marcado caudillismo y las ambiciones personalistas de sus dirigentes, sino también un simulado desdén por la acción directa y la auto organización de las masas. Sería temerario afirmar hoy que alguna de estas corrientes tenga ligazones orgánicas con fracciones del capital. Sin embargo, tanto su trayectoria social y política (en el caso de los Moreno Rojas), como sus vacilaciones y veleidades ideológicas (en el caso de Petro) las hace vulnerables a que fracciones del capital las instrumentalice estratégicamente para efectos de la conservación del statu quo social y económico. Esto es lo que las hace potencialmente portadoras, cada una por su lado, de un proyecto político que es ajeno al perfilado por el Polo en sus Estatutos e Ideario de Unidad.

Al igual que el partido en su conjunto, la izquierda del Polo reviste una composición variopinta en su tradición y referentes ideológicos, factor este que tal vez le ha escamoteado a este sector la posibilidad de conformar y actuar como un solo bloque dentro del partido. La curva de su comportamiento político expresa una actitud defensiva frente a la iniciativa cobrada desde un principio por las corrientes del ala derechista. Lo prueba el hecho mismo de que no haya podido sacar al partido de la fase embrionaria, como acuerdo político-electoral, en que lo ha mantenido congelado durante todo este tiempo su ala derechista. No obstante compartir el marco de unidad definido por los Estatutos y el Ideario del partido, mostrándose al mismo tiempo como el ala más comprometida con el proyecto político perfilado, la izquierda del Polo optó en su gran mayoría por actuar desde una posición de grupo, aprovechando el espacio y prestigio ganado por el PDA entre la opinión pública para engrosar y posicionar políticamente sus propios partidos y movimientos, así como a sus respectivos cuadros de dirección, en vez de convertir al Partido en un campo de batalla de las ideas políticas. A pesar de ello, le cabe el mérito de ser el único canal de vinculación del Polo con la resistencia social de los de abajo y haber impedido que el PDA sucumba a los cantos de sirena que lo convocan a la moderación política y la Unidad Nacional.

Entre estas dos alas del Partido ha mediado un órgano de dirección ejecutiva nacional que se ha caracterizado por su inestabilidad y fragilidad políticas permanente, con muy poca capacidad para organizar y conducir disciplinadamente al PDA. En ello tiene que ver el hecho de que la dirección del partido, así como el partido mismo, haya mistificado el problema de la unidad en el Polo. Con tal de conservar a toda costa su unidad, la dirección ha preferido la ambigüedad, evitando el debate de las ideas políticas dentro del partido, lo que en veces lo ha conducido a la parálisis y la quietud misma. Hoy debemos admitir que, así todas las corrientes dentro del partido acepten formalmente los Estatutos y el Ideario como marco de unidad, la unidad política del Polo se ha deteriorado y es cada vez más débil. En un partido en construcción es inevitable y saludable el debate teórico, ideológico, político y programático. Y en esto, la dirección juega un papel fundamental en su organización y trámite democráticos. En vez de esconder las diferencias, le corresponde a la dirección sacarlas a flote y hacerlas manifiestas, para que estas sean adecuadamente tratadas, y así poder restablecer la unidad sobre bases ciertas y firmes.

En el caso del PDA, su dirección expresa lo que el partido es. Y qué ha sido el partido en todo este tiempo sino el escenario de una pugna caótica y anárquica entre sus alas y corrientes por la hegemonía dentro del Polo? Buena parte de las crisis por las que ha pasado el PDA durante estos cinco años son de alguna manera la expresión distorsionada de esta sorda y a la vez sórdida lucha por la hegemonía entre las facciones que lo constituyen. Es apenas normal y legítimo que en un partido en construcción como el Polo se den y presenten con frecuencia este tipo pugnas. Es más, es propio de los partidos y signo de su vitalidad, la lucha entre tendencias y corrientes por lograr la hegemonía dentro de los mismos. Pero cuando la dirección teme y evade presentarlas como tales, las mismas se desnaturalizan y terminan expresándose revestidas de querellas o de otro tipo de justificación, cuando no es quebrando la unidad del partido. Tal vez esto sea lo que ha venido ocurriendo en el PDA.

La dirección del PDA debe convencerse que la mejor manera de conservar la unidad del partido hoy es abriendo las esclusas del debate ideológico y político dentro del Polo, a fin de restablecer la unidad y rehacer la vigencia del proyecto sobre bases ciertas y sólidas.


CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA - PDA-
Medellín, Noviembre 25 de 2010.

viernes, 26 de noviembre de 2010

HACIA LA CONSTRUCCION DE LA TENDENCIA DE IZQUIERDA SOCIALISTA EN EL POLO ALTERNATIVO DE COLOMBIA

El PDA enfrenta el reto de trascender su condición de ser solamente, un acuerdo político electoral de diferentes fuerzas y organizaciones políticas; por lo tanto sus acciones deben encaminarse hacia la construcción de un verdadero partido de izquierda democrático y socialista. Es una alternativa viable frente a la actual crisis, para ello es necesario abrir un amplio y profundo debate sobre el tipo de partido que necesitamos en esta época de ofensiva social y política de la derecha, y de reflujo del movimiento de masas en Colombia.
Mientras que en América Latina se vive un renacer de la esperanza y en Europa los trabajadores testimonian su disposición a la resistencia (a pesar de su dirección política), la mejor manera de participar e incidir en un debate de tal naturaleza, es propiciando la constitución de una tendencia socialista que posibilite el paso del capitalismo de este país al socialismo, para ello se plantea el agrupamiento de todas las corrientes y círculos dentro del Polo. Razón por la cual, es inaplazable dar el paso hacia su conformación con el fin de lograr identidad ideológica, política y cohesión organizativa.
Para avanzar en este objetivo, proponemos un método de construcción que tome en consideración tres presupuestos de unidad entre los socialistas:
1. Identidad en la lectura de la coyuntura nacional y en la elaboración de una táctica de intervención, para que el Partido se convierta en actor de convocatoria e iniciativa en el ejercicio, no solo, de la oposición al gobierno de Santos, sino además en la perspectiva estratégica de ser alternativa de poder con el apoyo social popular.
2. Identificar los actuales retos y desafíos del POLO, para que desde nuestro accionar logremos revertir la crisis política y organizativa que existe, y se relance el partido a partir de un plan de acción concertado, que pueda ser discutido y aprobado en la Junta Nacional, para crear unas nuevas condiciones y criterios hasta la realización del Tercer Congreso del PDA en el 2011.
3. Construir los ideales programáticos de unidad sin la pretensión de forzar el proceso de identidad de los participantes en la presente reunión, dando paso a posteriores desarrollos y consolidaciones a través de una agenda de eventos de debates programáticos, que nos permitan preparar concertadamente los distintos eventos del partido y la participación en el Tercer Congreso del POLO.




Una breve mirada de la coyuntura política nacional

La coyuntura política nacional está marcada por la posesión de J. M. Santos como Presidente de la República y el inicio de un nuevo gobierno. Hacer una caracterización acertada del significado de este hecho político es indispensable e inaplazable para que el PDA pueda orientarse y conducirse en el próximo período, definiendo para ello una acertada estrategia y táctica de acción política.

La elección de J. M. Santos como Presidente de la República, se da en un contexto de deterioro progresivo de la situación política interna del país, provocado por la ofensiva militar contra las guerrillas, la violación de los derechos humanos, la crisis institucional del Estado y la impunidad en los crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, cometidos por los paramilitares. Todo lo cual, produjo el desprestigio de la política de seguridad democrática y contribuyó a agravar la crisis social generada por la aplicación despiadada de las políticas económicas neoliberales.

El inicio del nuevo gobierno vino a coincidir igualmente con las reticencias del Congreso de los EEUU y el Parlamento Europeo, al ratificar los Tratados de Libre Comercio negociados con Colombia, así como la ruptura de relaciones con los Gobiernos de Venezuela y Ecuador, indicativo todo ello que Colombia está lejos aún de haber saneado su situación interna, creado las condiciones sociopolíticas favorables para la inversión y los negocios con el capital internacional y con otras naciones.

Entre nosotros no deben existir dudas que el Gobierno de Santos, está comprometido en conservar el modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, así como también en lograr su pronta articulación con el capital y los mercados internacionales. Pero, tras el relativo fracaso de Alvaro Uribe en la creación de las condiciones internas para lograr esto último, Santos enfrenta el desafío de tener que volver a consensuar las condiciones de orden socio político internas, que le permitan lograr tal propósito, ensayando procedimientos, énfasis y estilos diferentes a los seguidos por su antecesor.

Es en función de tal cometido, es que el Presidente ha llamado a la conformación de un Gobierno de Unidad Nacional, que será no simplemente un instrumento de gobernabilidad, sino sobre todo, la expresión de un acuerdo político fundamental sobre las readecuaciones institucionales del Estado y el régimen político, así como el mejoramiento de la situación socio-económica de los sectores privilegiados, asegurándoles un clima favorable en la prosperidad de sus negocios.





En la conformación del Gobierno de Unidad Nacional, Santos ha logrado comprometer al conjunto de las fuerzas políticas del país, con la excepción del PDA, su proyecto ha recibido el apoyo de los gremios empresariales, de las iglesias y los medios de comunicación. La vinculación como formula vicepresidencial de un ex sindicalista y ex dirigente de izquierda le ha permitido al nuevo Presidente de la República, cooptar incluso el apoyo de una franja del sindicalismo y enviar un mensaje tranquilizador a los Gobiernos de Europa y Norteamérica.

J. M Santos ha anunciado además que su gobierno será el de la Prosperidad Democrática. Con tal anuncio el Presidente ha querido poner de manifiesto no sólo el propósito de rescatar la credibilidad ciudadana en las instituciones centrales del Estado, sino también la necesidad que tiene el establecimiento de tender puentes e implementar políticas que reintegren a los servicios sociales del estado a las personas que han sido marginadas y excluidas por efectos de la guerra y la aplicación de las políticas económicas neoliberales de los últimos gobiernos. El tono incluyente y conciliador empleado por el Presidente en su discurso de posesión, así como el anuncio de un conjunto de propósitos en materia de política social denotan un cambio sustancial en las prioridades de la agenda gubernamental.

Santos ha manifestado que la política de seguridad democrática y la ofensiva militar contra las guerrillas tendrá continuidad durante su gobierno, pero no será su prioridad. En su lugar, estarán las iniciativas tendientes a hacerle frente a la profunda crisis social que vive el país. El propósito evidente es evitar que la crisis transite a eventuales situaciones de conflictividad político social que pongan en riesgo al sistema o altere el clima de los negocios. No de otra manera podrá entenderse el pronunciamiento casi que clamoroso, del Presidente Santos en el sentido que su gobierno será respetuoso tanto de la ley como de la Constitución, y como consecuencia de ello asume el compromiso del respeto de los derechos humanos y la observancia del principio republicano de la separación e independencia de los poderes públicos o su compromiso con los pobres, a quienes prometió solemnemente no defraudar durante su Gobierno, ofreciéndoles la creación de tres millones de empleos formales con salarios y prestaciones sociales dignas, así como la implementación de ambiciosos planes de vivienda, acceso a la salud para todas las familias y educación de calidad para los jóvenes.

De otra parte, lo anunciado con respecto a los desplazados y víctimas de la violencia, a quienes el Presidente ha manifestado su disposición de trazar una política encaminada a lograr el retorno a sus lugares de origen, restituyéndoles sus propiedades y facilitándoles crédito y asistencia técnica, acogiendo con ello el sentido de una propuesta de campaña lanzada por el candidato presidencial del Polo. Así como la política indemnizatoria o de reparación para los familiares de las víctimas del conflicto, incorporando en esta materia una iniciativa del liberalismo oficialista.

En este contexto, el anuncio más inquietante del Presidente viene a ser, no obstante, su decisión de darle continuidad a la política de seguridad democrática, en el sentido de mantener la ofensiva militar contra los alzados en armas, sin descartar la posibilidad de una negociación con los mismos, siempre y cuando éstos cumplan determinadas condiciones. En relación con esto, Santos enfrenta el reto de darle continuidad a la guerra contra los alzados en armas sin que tal decisión conlleve irrespeto alguno de la soberanía de otras naciones, ni violación de los derechos humanos, ni persecución de los defensores de los mismos, como tampoco la estigmatización y victimización de la oposición de izquierda y de los sindicalistas.

Sin duda alguna, la brutal ofensiva militar del Gobierno de Uribe contra las guerrillas logró asestarle golpes certeros a los alzados en armas, especialmente a las FARC, y la política de seguridad democrática reportó mejoras relativas en materia de seguridad para algunos sectores de la sociedad. Tampoco podrá negarse que la correlación de fuerzas militares hoy en Colombia, es altamente favorable a las fuerzas armadas del estado en el largo conflicto con las guerrillas; situación ésta que deja al gobierno actual en una situación ventajosa para proseguir la guerra contra éstas o para imponerle condiciones, en un eventual escenario de negociaciones. El hecho cierto es que, el anuncio del Gobierno en los términos en que lo ha hecho, permite que el tema de la guerra y la paz con los alzados en armas cobre vigencia y se agite de nuevo.

Tal es la situación política del momento actual, con el agravante que la correlación social y política de fuerzas continúa siendo altamente desfavorable para nosotros los de abajo y los de la oposición; puesto que el Presidente de la República comienza con una gran popularidad entre la opinión pública nacional y las masas populares en su gran mayoría aún no están de nuestro lado.

El Polo y los desafíos de una política de Izquierda
Aún no se ha hecho el balance del PDA en relación con la pasada coyuntura electoral. Debería hacerse. Por ahora lo que conocemos son declaraciones con respecto a los acontecimientos que la propia coyuntura iba arrojando, y desde luego frente al nuevo gobierno del presidente Santos.

El balance debe hacerse, no sólo por lo que debe aprenderse de lo ya ocurrido, sino especialmente por lo que sigue. Si el balance electoral se hace en términos de resultados finales, es inevitable la amargura. Para un partido como el PDA, que ha convertido las elecciones en su principal estrategia de acción política, los resultados electorales fue un rotundo fracaso. En el 2010 no somos gobierno, como optimistamente se vaticinó luego de las elecciones de 2006. Incluso, retrocedimos en términos de votación obtenida. Con un costo político adicional muy alto: resquebrajamiento de la unidad política y pérdida notable de influencia política en sectores importantes de la ciudadanía, especialmente en Bogotá, epicentro político del país, y en sectores sociales organizados de los de abajo.

La campaña electoral presidencial estuvo al borde del colapso. Un candidato errático en la primera fase, queriendo parecer de centro-derecha, progresivamente aislado del partido, finalmente enderezó el rumbo. Aunque hizo una muy buena campaña en la segunda fase, ya era demasiado tarde. En política, sobre todo en campaña electoral, tiempo y audacia casi siempre van de la mano. Se ganó en audacia pero se perdió demasiado tiempo. El Polo no quedó en las tablas, pero sí seriamente resquebrajado.

La votación que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales, aunque no alcanzó para la segunda, fue digna. Fue esto lo que evitó en parte la desbandada que ya estaba en curso. Las declaraciones frente a la candidatura de Mockus ayudaron a levantar el perfil y afirmar la dignidad e identidad política. Más eficaz hubiera sido, sin embargo, si, en vez de avalar dos opciones frente a las presidenciales de segunda vuelta, se hubiera optado por una de ellas, especialmente por el voto en blanco, sin duda más emblemático de ilustración política que la simple abstención electoral.

Pese a todo, es evidente que hay un espacio político de la izquierda, existe una izquierda en la opinión política en Colombia; pero aún falta mucho para ampliarla y sobre todo para traducirla en fuerza política (electoral o no). De ahí que sea crucial para el Polo la coyuntura que se abre con la elección de Santos como presidente para 2010-2016.

La declaración de oposición política frente a la convocatoria de un gobierno de unidad nacional planteado por Santos es un buen comienzo, lo mismo que la exigencia de un estatuto de la oposición, pero no es suficiente. Para empezar, es necesario que todas las tendencias dentro del PDA la asuman y la desarrollen; aquí empiezan de nuevo los escollos, los mismos que nunca se pudieron superar exitosamente frente a las perversas acusaciones del gobierno de Uribe al Polo: ser bafle de las guerrillas.

Las declaraciones del excandidato presidencial del POLO y su postura de establecer acuerdos con el gobierno, aunque sea sobre materias tan sensibles como resarcir a las víctimas del paramilitarismo y el terrorismo de Estado y una política de tierras, es errática, y pueden contribuir más a la confusión que a la claridad política. Ponen en riesgo la unidad del PDA y horada su postura de oposición. Si se hace un ejercicio de memoria es importante recordar que a la Unión Patriótica la acabaron con los asesinatos y el exilio de sus líderes, a la AD-M19 con discursos y señuelos de gobernabilidad, Al PDA después de 2006, lo diezmaron con el autoritarismo y macartización.

Como es sabido, una de las funciones del poder ha sido siempre, no sólo organizar la dominación de los poderosos, sino desorganizar a los de abajo, con represión o cooptación. En la coyuntura actual ninguna de las dos opciones está descartada. Pero mal haría el propio partido de los de abajo con facilitar la tarea. El riesgo de la “audacia política”, tal como se presenta en las posturas del excandidato presidencial, es que termine convirtiéndose en audaz estrategia de gobernabilidad, no de los de abajo sino de los poderosos: esos que bastante bien representa el gobierno de Santos.

Las declaraciones recientes del excandidato presidencial del Polo sugieren que existe un acuerdo con el gobierno de Santos, aunque no lo ha hecho explícito. Sería, algo así como la “cuota” del Polo al acuerdo de Unidad Nacional. Todo a espaldas del Partido. Más recientemente, a motu propio, el excandidato presidencial, junto con un representante y un concejal del Polo, se autoconstituyeron en comisión de investigación de supuestos actos de corrupción de la administración municipal del Alcalde Samuel Moreno de Bogotá, saltando toda instancia de discusión política en el Polo, violando flagrantemente sus estatutos, y lo peor: favoreciendo la campaña de división y desprestigio de la derecha contra el Polo. Todos estos hechos y actitudes por parte del excandidato presidencial y su corriente democrática, no son aislados, sino que constituyen una tendencia política decididamente antipolo, que lo ponen de hecho por fuera del Partido. De este modo, el PDA, que se había convertido en el proyecto político más avanzado de la izquierda en Colombia en toda su historia y con posibilidades de desafiar el poder tradicional de los poderosos, queda seriamente debilitado. No liquidado, pero casi. La crisis actual puede ser entendida como una crisis de entendimiento entre fuerzas políticas dentro del Polo. Pero en realidad, puede ser peor. Sus alcances es seguro que arrasaran o por lo menos debilitaran por mucho tiempo el espacio político que había logrado construir en estos últimos años. No es descartable que sectores importantes de opinión, crítica e ilustrada, caiga nuevamente en el sopor, la apatía y la pasividad, o engrose las filas de partidos como el Verde. Es lamentable.

Sin embargo, se puede ir contra corriente y refundar el proyecto de izquierda sobre la base de lo conquistado. Para empezar, es urgente que se adelanten las investigaciones correspondientes dentro y fuera del Polo acerca de las denuncias de actos de corrupción de la alcaldía de Moreno. Es inaudito que un partido que surge contra los vicios de la politiquería despierte la menor sospecha de incurrir en prácticas tradicionales del establecimiento. La ética de lo público es un campo estratégico en el cual el Polo no debe ceder el más mínimo terreno. De los resultados de estas investigaciones se apliquen las medidas correspondientes. Es urgente que el Polo desautorice los pactos de gobernabilidad del Alcalde Moreno con el uribismo y sectores de la derecha para el gobierno de la Capital del país, y aplique las sanciones políticas que a ello da lugar. Es un contrasentido que gobernemos con los que estratégicamente antagonizamos en la dirección del Estado y la sociedad.

Contra lo que muchos esperábamos, el Polo no pasó de ser una coalición electoral de fuerzas, para hacer lo que hasta ahora ha hecho regularmente: política electoral. Para refundar el proyecto, será necesario “revolver y volver a repartir”. Muchos queremos un partido diferente al que hasta ahora ha sido, queremos un Polo realmente alternativo de la política en Colombia. Pese a la crisis, no hay que partir de cero. Existe un programa, que es el ideario de Unidad, el cual hay que defender y enriquecer. Por otro lado, necesitamos un Polo que trascienda el escenario de la simple coalición electoral de fuerzas de izquierda para convertirse realmente en un partido de tendencias, en el que se diluyan las viejas estructuras de partidos y funcionen los comités de base como las únicas instancias de pertenencia al partido. Pero sobre todo, necesitamos un partido que rehaga la política.


El afán de gobierno debería sustituirse en el Polo por el afán de politización de sus filas, por supuesto, pero especialmente de los de abajo, para avanzar en esa dirección conviene repensar desde ya su estrategia de acción política y de poder. Se requiere de una politización que irrigue los múltiples vasos comunicantes de las luchas de resistencia de los de abajo; no solamente desde el parlamento y las campañas electorales, sino principalmente desde acciones concretas y cotidianas de resistencia en los barrios, las escuela, las universidades, las fábricas (las que aún quedan), los convites, las mingas, y en todos los espacios de multitudes y de pequeños encuentros.

Posiblemente así estaremos reconstruyendo una estrategia que va desde abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo, y también una forma diferente de concebir y hacer la política. Pensar en las próximas elecciones, sin duda, pero más estratégicamente, es pensar en las luchas sociales por venir, que requieren ser politizadas. No estrategias de gobernabilidad sino de resistencia. Esta puede ser la vía para refundar la izquierda y el PDA como su producto más preciado hasta ahora.

En función de darle perfiles a esta estrategia de resistencia, el Polo debe comenzar afirmando su unidad en torno al siguiente postulado: lo que le confiere sentido al Gobierno de J. M. Santos, es su decisión de crear un ambiente social, político e institucional favorable a la consolidación del modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, y su articulación con el capital y los mercados internacionales a través de los TLC negociados por el gobierno anterior. Lo que equivale a decir que el nuevo Gobierno no es, ni será un gobierno reformista comprometido con las grandes transformaciones socioeconómicas en favor de los asalariados y excluidos. En esto no debe haber dudas entre nosotros.

En consecuencia, el PDA debe descartar cualquier posibilidad de participación o acuerdos políticos fundamentales con el nuevo Gobierno; es probable que la mayoría de las iniciativas del gobierno se tramiten por la vía del Congreso de la República., Así nuestros parlamentarios sean de calidad y entereza para el debate, el control político y la denuncia del régimen, no tendrán la posibilidad de revertir estas políticas, puesto que como es sabido por todos en esta corporación tenemos una representación minoritaria; no podemos ser ingenuos al pensar que la sola actuación de ellos sea suficiente para detener la aprobación del plan gubernamental.

Por lo tanto, es preciso y urgente que el POLO llame a todos sus militantes, simpatizantes y adherentes para preparar y organizar la fuerza de los de abajo, adoptando para ello una directriz que le permita vincularse al trabajo de reorganización y unificación de los diferentes movimientos sociales para la defensa de sus propios intereses. Es el trabajo combinado entre acción parlamentaria y la organización de la lucha de resistencia, los garantes que permitirán develar el alcance demagógico y epidérmico del compromiso del Presidente con los pobres y los desplazados. Sólo ese trabajo, acompañado de una enorme labor de propaganda y agitación, el que permitirá ganar para nuestro lado y nuestra causa a la gran mayoría de los pobres y excluidos.

Actuar en la dirección indicada exige del Polo un acelerado proceso de reorganización interna, que conlleve al restablecimiento de su unidad de mando, unidad de la dirección y unidad en la acción. Pero exige igualmente, una acertada identificación del centro de gravedad del conflicto social y político del país en esta coyuntura y con ello establecer las consignas políticas que logren convocar y movilizar la resistencia de los de abajo.

Las fuentes de identidad
Como fuentes intelectuales y teóricas de nuestras identidades podemos decir que es común en nosotros el marxismo clásico (Marx. Engels, Lenin), los aportes de la Oposición de Izquierda en la ex URSS (Trotsky), las obras de Rosa Luxemburgo, Gramsci, Ernest Mandel, la Escuela de Frankfort, la historiografía marxista, y el pensamiento crítico latinoamericano desde José Martí, Fidel Castro, el Che Guevara, Carlos Mariategui, Paulo Freire, Luis Vitale, Ignacio Torres Giraldo, Camilo Torres, Fals Borda, entre otros, que son inspiradores de nuestros ideales programáticos y estratégicos.

De manera general podemos decir que nuestro programa de izquierda socialista puede tener unas ideas fuerzas:

- Anticapitalistas en la solución a la crisis humana y civilizatoria que padecemos en Colombia y el Mundo.

- Un tipo de Estado de orden comunal (Estado Comuna), o República de Obreros y Campesinos como estrategia para superar el orden burgués.

- Socialismo con libertad social e individual, democracia radical en lo económico, político, social, cultural como ejercicio del poder desde la nación, la región y lo local (autoorganización y control social).

- Una solución negociada del conflicto armado con las guerrillas de las FARC y ELN.

- Respeto a los derechos sociales y humanos como garantías para el desarrollo y bienestar social e individual.

- La huelga general y la insurrección como método estratégico para la toma del poder y la revolución.

- Apoyo en los procesos de integración política, económica, social y cultural en América Latina a través de UNASUR, ALBA, Banco del SUR, entre otros.

- El internacionalismo como apuesta para la acción solidaria y la construcción del socialismo.

- El Ecosocialismo desde una perspectiva de no culto al desarrollismo “para la cual la hipótesis principal es el cambio cualitativo del desarrollo: poner fin al gasto monstruoso de recursos por el capitalismo, sustentado en la producción a gran escala, de productos inútiles o dañinos: la industria de armamento es un ejemplo evidente. Se trata, por consiguiente, de orientar la producción hacia la satisfacción de necesidades auténticas, empezando con esas que Mandel designó como "bíblicas": agua, comida, vestido, alojamiento”. (Michel Lowy).

- Articulación de reivindicaciones democráticas con soluciones socialistas a las necesidades sociales y para la movilización popular (Programa de transición).

- Una organización partidaria centralizada y democrática como medio para la toma del poder.

- Apoyo a una organización internacional de partidos para la acción mundial contra el capitalismo, como lo es la propuesta de V Internacional.

Derecho de Tendencia

La construcción de la tendencia socialista implica abrir los espacios institucionales del Partido, mediante la reglamentación de este ejercicio democrático para lo cual debemos retomar el proyecto de resolución que fue planteado antes del Segundo Congreso y llevarla a la Junta Nacional de noviembre.

Lo anterior debe ir a la par con la puesta en marcha de los Comités de Base Sectoriales en todos los departamentos, distritos y municipios como la única instancia donde se desarrolla, y se hace efectiva la militancia partidaria.

Esta decisión no puede constituirse en una proclama para los días de crisis, debe significar la disolución de partidos y movimientos que dieron origen al PDA, puesto que después de cinco años de haber sido constituido el POLO, son un obstáculo para su consolidación como la única expresión de la izquierda legal y de masas en Colombia.

Es decisión de la Junta Nacional poner orden, hacer realidad la unidad orgánica y efectiva la existencia de la estructura de base que supere el Frente de Partidos, a lo que esta reducido en la actualidad el POLO, y de igual manera superar la unidad de acción de las Coordinaciones Nacional, Departamentales que están supeditadas a las decisiones suprapartidistas de los Comités Ejecutivos y estructuras partidistas

Medellín, Noviembre de 2010


CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA

jueves, 14 de octubre de 2010

Clases de partido y partidos de clase.

A propósito de la definición del PDA

Clases de partido y partidos de clase

Por:Eduardo Nieto


En un reciente seminario del PDA en Antioquia, el compañero LAQ., refiriéndose a los Estatutos del Partido, específicamente al Capítulo I de los mismos, afirmó con especial énfasis que tal normativa no daba lugar a concluir que el Polo pueda ser considerado como el partido del proletariado en Colombia. Apoyó su afirmación en el argumento de que Artículo 2 de dichos Estatutos, que habla de la Definición del Partido, no hace alusión expresa al carácter de clase del Polo, lo que en su opinión marca una gran diferencia con los partidos de izquierda que se fundaron en los años sesenta y setenta del siglo pasado, todos los cuales fueron creados proclamándose a sí mismos como partidos del proletariado, y así lo consignaban de manera expresa en sus respectivos estatutos.

En verdad, el tema pasó desapercibido y no fue debatido entonces, toda vez que el evento en el que se presentó centró su atención en otros asuntos de mayor interés en esos momentos: los comités de base del partido y las tendencias dentro de éste. No quiere decir ello, sin embargo, que el tema carezca de importancia. Por el contrario, todo lo relacionado con la Definición del Partido es de una importancia indiscutible, como quiera que ello se relaciona en forma directa con la naturaleza de clase del mismo. Aludir a la naturaleza clasista del Partido es hacer referencia a su proyecto histórico-político, lo que implica hablar tanto de los sectores o sujetos sociales que convoca y en los que éste se apoya para lograr y hacer realidad su estrategia y fines programáticos, como de los intereses sociales, económicos y políticos que en últimas representa y persigue. Y de este tema es poco o casi nada lo que se habla en PDA. Este momento, cuando el Partido se apresta a hacer balances de lo que ha sido su recorrido durante estos cinco años, es una oportunidad para que el tema comience a ser ampliamente analizado y debatido en su interior. En esa dirección apuntan estas breves notas.

La teoría nos ha enseñado que, en las sociedades signadas por profundas desigualdades sociales, los partidos y movimientos políticos no son sino la expresión política de determinadas clases o sectores sociales en pugna por sus intereses socioeconómicos. Ahora, lo que muestra la historia de estas sociedades es que no siempre ha sido simétrica la relación existente entre las clases y sectores sociales, por un lado, y los partidos y movimientos políticos, por otro. De hecho, lo que tiende a suceder con frecuencia es que, en su propósito por llegar al gobierno o al poder, los partidos y movimientos políticos busquen apoyarse y convocar a diferentes clases o sectores sociales. Así como también es frecuente el caso inverso, según el cual una clase o sector social tienda a expresarse o de hecho se exprese a través de diferentes partidos o movimientos políticos.

De cualquier manera, sea por lo que enseña la teoría o por lo que se desprende de la experiencia histórica, la lectura y caracterización de los partidos y movimientos políticos siempre será un ejercicio complejo de abordar, con lo cual se quiere indicar que, para efectos de lograr una completa y acabada tipificación de los mismos, no es suficiente con establecer su composición social, vale decir, los sectores sociales que le sirven de apoyatura y con los que interactúan en forma permanente en la lucha por poder o el gobierno; tal ejercicio debe complementarse e ir de la mano del escrutinio del programa y la estrategia por ellos asumidos, como quiera que en estas dos piezas, pensadas como un todo, se halla la clave a partir de la cual es posible determinar el horizonte histórico-político hacia el cual dichas estructuras dirigen todo su accionar, elemento este que daría lugar a establecer si un partido o movimiento político determinados se haya comprometido con la preservación del estatus quo social o por el contrario su proyecto se dirige a la transformación estructural del mismo.

Sin esta pauta metodológica jamás podríamos entender fenómenos y realidades contradictorias como el de algunos partidos socialdemócratas o eurocomunistas en Europa Occidental, o el caso de algunos partidos y movimientos populistas en América Latina, por ejemplo. En el caso de los primeros, estamos frente a estructuras políticas que tienen en los sindicatos de trabajadores asalariados su principal base de apoyo, pero su programa y accionar político-estratégico denuncia su compromiso con el capital, como lo corrobora la gestión de muchos de ellos como partidos de gobierno en diferentes países de Europa. Con los segundos se presenta una situación parecida, siendo tal vez las experiencias más significativas los casos del PRI mejicano y el partido justicialista (peronista) en Argentina, ambos en sus primeras épocas: tanto el uno como el otro representaron en su momento proyectos nacionalistas y modernizantes de las formaciones socioeconómicas de sus respectivos países; a la postre, no pasaron de ser intentos tímidos de industrialización de sus economías y regateos al imperialismo, sin trascender los marcos del sistema de producción capitalista ni significar rupturas significativas con el latifundismo premoderno y los lazos de la dependencia. Sin embargo, las dos experiencias representaron hechos irrepetibles de organización y movilización políticas masivas de los trabajadores en América Latina. La experiencia del PT brasilero, con Lula a la cabeza, parece estar muy cercana a los casos aquí planteados; pero, ya habrá tiempo de analizarla con mayor detenimiento.

Al lado de estas experiencias de partidos y movimientos políticos con una base social constituida por trabajadores asalariados y sectores populares, pero incapaces de trascender las estructuras de la sociedad y el régimen de producción capitalistas, tenemos la otra experiencia, la de partidos y movimientos políticos que en sus inicios no contaron entre su base social de apoyo a amplios sectores de trabajadores, y sin embargo, una vez en el gobierno o desde el poder político, logran desatar dinámicas anticapitalistas y contra el imperialismo en sus respectivos países, llevando a cabo programas de reforma agraria, de democracia social y política y de auto-organización de las masas populares. Es una experiencia localizada especialmente en América Latina y está representada en los casos del Movimiento 26 de Julio en Cuba, el Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua en la revolución de 1979 y el Movimiento Nueva Joya en la isla de Grenada. Los casos más recientes del Movimiento Quinta República del Presidente Chávez en Venezuela y el Movimiento al Socialismo de Evo Morales en Bolivia, tienden igualmente a hacer parte de esta misma tradición.

De manera entonces que el tema relacionado con la Definición del PDA, requiere un tratamiento más cuidadoso y riguroso en su abordaje. Acercarse al tema a partir de una lectura fragmentaria y literal de los Estatutos corre el riesgo de conducirnos a afirmaciones y caracterizaciones ligeras y formalistas, como las de quienes consideran que el Polo no es el partido del proletariado sólo porque la norma estatutaria omite decirlo. Ahora, si de lo que se trata es de hacer un abordaje exegético del mismo, tal ejercicio exigiría al menos una lectura armónica, integral y orgánica de los Estatutos, que trascienda lo que literalmente y en sentido restringido establece el Artículo 2 de los mismos. Con todo y lo limitado que pueda resultar el ejercicio desde esta perspectiva, la verdad es que la mirada del carácter del Partido a través de sus Estatutos nos obligaría a leer el capítulo relacionado con su definición en estrecha relación y concordancia con aquellas otras normas que hablan de sus fines, normas estas que a su vez nos remiten a los temas relacionados con el programa del Partido y las clases o sectores sociales en los que éste se apoya y convoca para su accionar político, dos asuntos que resultan ineludibles al momento de caracterizar y definir un partido o movimiento político.

El Artículo 2 de los Estatutos consagra una definición del Partido desde el punto de vista axiológico, es decir, de los valores y principios que lo inspiran como unidad programática y organizativa. Por ello, cuando la norma habla de que el PDA es un partido democrático, civilista, pluralista, multicultural y pluriétnico, comprometido con la defensa de la vida, la biodiversidad, la soberanía nacional, la unidad latinoamericana y del Caribe, la paz, la democracia política y económica, el bienestar y la felicidad de las colombianas y los colombianos, no hace sino sentar las bases éticas a partir de las cuales el Partido proyecta no sólo los fines que persigue con su actuación política, sino también el diseño y funcionamiento de su estructura organizativa. De manera que tanto en ésta como en aquellos nos vamos a encontrar con la expresión de tales valores.

Se ha convenido en que la base programática del PDA está constituida por lo que se conoce como el Ideario de Unidad, conforme lo recoge en forma resumida por lo demás el Capítulo II de los Estatutos, en sus artículos 5 y 6, que habla de los fines del Partido. En efecto, el Ideario de Unidad recoge un conjunto articulado de objetivos, propósitos y reivindicaciones de orden económico, social, político, étnico y cultural de alcances mínimos, democráticos y transitorios, que cobran plena vigencia y actualidad no sólo frente a la coyuntura abierta con el inicio del Gobierno de J. M. Santos, sino además en relación con las realidades estructurales que le sirven de base a la formación económica-social del país. Y así el Ideario de Unidad no haga mención expresa al socialismo como objetivo estratégico del Polo, la lucha por la plena realización de los propósitos programáticos consignados en dicho documento habrán de desatar necesariamente una dinámica sociopolítica anticapitalista y anti imperialista que llevará al Partido, tarde que temprano, a tener que plantearse con seriedad la opción del socialismo, si en realidad aspira a asegurar y consolidar los logros democráticos y transitorios obtenidos. Fueron los dilemas que en su momento debieron enfrentar las direcciones políticas en los procesos revolucionarios iniciados en Cuba, Nicaragua y Grenada; y son los mismos dilemas que hoy enfrentan los partidos y movimientos que acaudillan los procesos de transformación abiertos e iniciados en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Tanto en unos como en otros, lo que se dio y se viene dando son evidentes procesos de evolución política progresiva de dichas direcciones, hacia una mayor radicalización no sólo de sus concepciones programáticas, sino también de su accionar político, determinado todo ello por las exigencias del proceso de transformación de las estructuras socioeconómicas, políticas y culturales de esos países.

De otra parte, a lo largo y ancho de los Estatutos aparece expresa y manifiesta la intencionalidad política del PDA de interactuar con los trabajadores asalariados del país, con los campesinos pobres, con las comunidades indígenas y afrodescendientes, con la comunidad de LGTB, así como con los jóvenes y mujeres excluidos y negados en sus derechos. Igualmente con los habitantes de los barrios y comunas con problemas de vivienda, servicios públicos domiciliarios, transporte y vías públicas. Con aquellas regiones del país ubicadas en la periferia y que han sido marginadas por un modelo de desarrollo centralista y excluyente. En fin, con todos aquellos ciudadanos que sienten violados o menoscabados sus derechos fundamentales por efectos de la ejecución despiadada de las políticas económicas neoliberales, la guerra y la violación de los derechos humanos. Todos estos sectores aparecen interpretados, en sus derechos e intereses, por el programa del Polo, y a todos ellos está dirigida la convocatoria que el Partido les hace para la organización de la resistencia social y política que conduzca a la construcción de una alternativa de poder con capacidad de sacar a Colombia de la profunda y larga crisis en que se encuentra.

De modo pues que, si nos atenemos a los Estatutos, la posición del PDA es inequívoca en identificar las clases y sectores sociales que convoca y en los que pretende apoyarse en función de lograr el propósito de constituir la voluntad colectiva o el sujeto histórico que sea capaz de asumir las transformaciones estructurales que el país necesita para salir del atraso, el subdesarrollo, la desigualdad social y hacer realidad los propósitos y objetivos consignados en su Ideario de Unidad.

Es cierto que los Estatutos del PDA no hablan por parte alguna de que el Polo sea el partido del proletariado. Pero, el hecho de que la norma estatutaria omita tal proclamación no hace del PDA un proyecto menos comprometido con una estrategia de cambios y transformaciones estructurales de la sociedad colombiana. La lectura armónica, integral y orgánica que hemos hecho de sus Estatutos, nos pone sobre la evidencia, al menos teórica, de que estamos frente a un proyecto político cuya convocatoria no es precisamente a la defensa del capital, ni a la conservación de la explotación socioeconómica de unas clases por otras, ni a la perpetuación de la opresión y exclusión por razones políticas, de género, sexo o de otro tipo. Lo que en realidad se desprende de tal lectura es que el PDA encarna un proyecto político cuyo sentido histórico está orientado a propiciar profundas transformaciones del actual estatus quo social. Y esto fue lo que precisamente omitió reconocer el análisis normativo que criticamos.

Habrá que admitir, sin embargo, que la anterior no es sino una conclusión derivada de un análisis apenas normativo y discursivo del Polo, y que una cosa es lo que aparece en los Estatutos y demás documentos del Partido y otra cosa bien distinta lo que pueda derivarse de su trayectoria política, es decir, su comportamiento y conducta en las prácticas política y social.

Ciertamente, en la vida de los partidos y movimientos políticos la realidad formal de éstos, es decir, lo que ellos proclaman y dicen ser de sí mismos, no siempre coincide ni tiene correspondencia plena con su realidad material, vale decir, con lo que hacen en la práctica como actores de la vida social y política. La pertinencia de tal observación no puede conducirnos sin embargo a descalificar o a cuestionar la certeza o validez de un proyecto político cuando éste ha sido considerado solo desde la perspectiva normativa o discursiva del mismo. Pues, no debe perderse de vista que las palabras habladas y escritas son también, como la realidad material, prácticas sociales y políticas, muchas de ellas con la capacidad suficiente de fundar y desatar acciones y procesos trascendentales en la esfera de la vida material. Si ello es cierto, habrá que admitir de igual manera que lo que el Partido es y ha sido en el escenario de la lucha social y política responde a lo que formalmente aparece perfilado en su universo normativo y discursivo.

Lo anterior para indicar que una caracterización y definición completa de un partido o movimiento político debe trascender la mera perspectiva exegética de análisis y buscar mirar los contextos y situaciones de orden social, económico, político, cultural e ideológico en los que éstos surgen, se construyen y actúan. Pues los partidos y movimientos políticos no son nomenclaturas muertas e inanimadas, sino estructuras vivas y orgánicas, cuya existencia y desarrollo dependen, en buena parte, de los contextos y situaciones en los que les corresponde actuar e interactuar. De ahí la importancia del examen que su dirección haga permanentemente de la situación política, de la correlación de fuerzas entre las clases y sus partidos, de la evolución del régimen político, del contexto internacional, así como de otros factores intervinientes en la trama del conflicto social y político, etc., ejercicio este indispensable para poder orientarse adecuadamente como actor político y prepararse para la lucha de clases. Porque es justamente el terreno de la lucha de clases el escenario en el que los partidos y movimientos políticos se ponen a prueba y muestran lo que realmente son; en tal escenario, en el que éstos intervienen en su condición de actores y libretistas de la acción, es cuando se puede apreciar y evaluar la verdadera coherencia entre el proyecto histórico-político pensado desde los ámbitos normativos y discursivos, y el que se expresa a través de las exigencias de la acción socio-política directa. De ahí que sea inevitable concluir que los partidos y movimientos políticos son en realidad una construcción derivada de la tensión constante entre lo que constituye su proyecto formal y teóricamente concebido y las permanentes exigencias y desafíos que la lucha de clases social y política les impone. Por eso resulta acertado decir que los partidos y movimientos políticos son estructuras en permanente construcción.

La mirada de los partidos y movimientos políticos actuando e interactuando con las clases y sectores sociales en que se apoyan, o en conflicto con otras clases sociales y partidos por el poder, viene a constituir entonces la otra perspectiva de análisis que es necesario complementar con la ya indicada, a fin de obtener una mirada más exacta en la definición y caracterización de aquellos. Y esta fue justamente la otra mirada que se omitió al enfatizar el carácter no proletario del PDA.

La historia moderna de las izquierdas está ilustrada de numerosos casos de partidos y movimientos políticos autoproclamados como partidos del proletariado, que una vez enfrentados a la prueba de fuego de los acontecimientos de la lucha de clases, revelaran su verdadera catadura. Tal es el caso de la mayoría de los partidos comunistas nacidos bajo la égida de la Tercera Internacional, cuando esta organización quedó bajo control estalinista. Siendo en su mayoría partidos proletarios, si se los mira desde el punto de vista de su composición social, terminaron convertidos en furgón de cola de la burguesía en virtud de una orientación política equivocada como fue la fórmula colaboracionista del frente popular impuesta por J. Stalin con el pretexto de derrotar al fascismo en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Algo parecido había ocurrido durante el período de la Segunda Internacional en vísperas del estallido de la Primera Guerra. Entonces, la mayoría de los partidos obreros socialdemócratas afiliados a esa organización optó por aliarse con la burguesía de sus respectivos países en defensa de la patria. En ambos casos, los resultados fueron trágicos y desastrosos para esos partidos y las clases proletarias que decían representar. Tanto socialdemócratas como comunistas perdieron entonces oportunidades excepcionales de derrotar a la burguesía, llegar al poder y construir una salida socialista a la crisis, acorde con los intereses históricos del proletariado. Una decisión política errada los convirtió, en la práctica, en aliados de la burguesía y salvadores del capitalismo, a pesar de proclamarse así mismos como partidos del proletariado. En Asia, África y América Latina vamos a encontrar experiencias parecidas, que nos es del caso examinar en esta oportunidad.

La trayectoria del PDA en sus cinco años de existencia e intervención en la vida política colombiana aún está por evaluarse con rigor. Sin embargo, cualesquiera sean los resultados que esta evaluación arroje, no podrá desconocer el hecho incontrovertible de que el Polo se ha constituido en el principal partido de oposición de izquierda en la Colombia de hoy. A pesar de sus carencias, errores y debilidades, se ha convertido en el factor político de referencia de los explotados y oprimidos del país, de sus expectativas y esperanzas. Y así no revista aún peligrosidad alguna para la estabilidad del sistema, los sectores dominantes del establecimiento lo perciben con recelo y desconfianza. Enfrenta ciertamente el reto de consolidar su carácter y trayectoria como partido de oposición de izquierda, para lo cual es preciso que proceda con prontitud a reorganizarse internamente, a disputarle la dirección política de las masas al régimen, a ligarse más estrechamente a las luchas sociales, a cobrar mayor presencia en el debate, la denuncia y la confrontación a los proyectos gubernamentales, etc. Enfrentar con acierto este reto es definitivo para que el Polo pueda avanzar en la construcción de una alternativa de poder que le ofrezca a Colombia una salida socialista a la crisis, sin la necesidad formal de tener que proclamarse a sí mismo como el partido del proletariado.

Tras haber descubierto que los Estatutos del PDA no hablan por parte alguna de que el Polo sea el partido del proletariado, el compañero LAQ no parece lamentarse por ello, sino complacerse. De haberse lamentado, muy seguramente nos hubiera ilustrado de manera inmediata sobre el tipo de partido y proyecto histórico-político encarnado por el Polo. Pero no lo hizo, tal vez porque era mayor la complacencia ideológica. Percibe, como muchos otros compañeros en el Polo, que la omisión estatutaria encaja perfectamente con la concepción estalinista de la revolución por etapas en la que milita y ha militado por años. Según esta concepción, en los países que conforman el centro del sistema capitalista mundial, donde la forma de producción mercantil es dominante y se halla altamente desarrollada y los trabajadores asalariados constituyen la mayoría de población, el proletariado como sujeto histórico enfrenta la tarea de llevar a cabo de manera inmediata la revolución socialista conquistando el poder. Para ello requiere de una organización política: el partido del proletariado. En cambio, en los países de la periferia, donde supuestamente la producción nacional no ha alcanzado aún un alto grado de desarrollo capitalista, perviviendo entrelazada con formas premodernas de producción y lazos de dependencia frente al imperialismo, en donde por lo demás el proletariado es todavía una clase social minoritaria, la revolución estaría obligada a purgarse previamente, pasando para ello por una etapa democrática que realice las tareas históricas que en los países del centro fueron resueltas por la burguesía en su ascenso al poder. De acuerdo con Stalin, correspondería a la burguesía democrática de estas naciones asumir la dirección de la revolución democrática, en tanto que el proletariado fungiría en la misma como su aliado y compañero de viaje, esperando el turno para organizar la revolución socialista proletaria, una vez concluya la revolución democrática. Tal fue la posición defendida por los mencheviques y populistas en la Rusia zarista de comienzos del siglo pasado, contra la cual polemizaron con ardor Lenin y Trotsky.

De acuerdo con la tradición del compañero LAQ, Colombia (nación periférica) necesita transitar la etapa democrática de la revolución antes de que el proletariado entre en escena como sujeto de la revolución socialista. Se le antoja entonces que el Ideario de Unidad del Polo encarna justamente el programa de la revolución democrática, y en tanto ello es así el Polo no tendría por qué proclamarse desde ya como el partido del proletariado y de la revolución socialista. Una de dos: si nuestro compañero considera en verdad que en Colombia existe o puede existir una supuesta burguesía democrática capaz de asumir la dirección de la revolución democrática y realizar el programa de la misma, entonces el PDA sobra o debe ser abierto a la posibilidad de que ingrese a él esa burguesía; si, por el contrario, considera que tal burguesía no existe ni nunca ha existido en Colombia, entonces tendrá que admitir con nosotros, siguiendo la evidencia histórica latinoamericana, que las tareas históricas de carácter democrático que la burguesía colombiana no fue capaz de resolver en su ascenso al poder, pueden y deben ser realizadas en forma plena y cabal en los marcos de un proceso de revolución anticapitalista. De ese tamaño es el dilema, y su solución conlleva implicaciones de diverso orden, una de ellas es precisamente la definición acertada del tipo de partido que debemos construir.



Medellín, septiembre 25 de 2010.

domingo, 29 de agosto de 2010

PONENCIA SEMINARIO REGIONAL PDA

Una breve mirada de la coyuntura política nacional

La coyuntura política nacional está marcada por la posesión de J. M. Santos como Presidente de la República y el inicio de un nuevo Gobierno. Hacer una caracterización acertada del significado de este hecho político es indispensable e inaplazable para que el PDA pueda orientarse y conducirse en el próximo período, definiendo para ello una acertada estrategia y táctica de acción políticas.

La elección de J. M. Santos como Presidente de la República se da en un contexto de deterioro progresivo de la situación política interna del país provocado por la ofensiva militar contra las guerrillas, la violación de los derechos humanos, la crisis institucional del Estado y la impunidad de los crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad cometidos por los paramilitares, todo lo cual produjo el desprestigio de la política de seguridad democrática y contribuyó a agravar la crisis social generada por la aplicación despiadada de las políticas económicas neoliberales. El inicio del nuevo Gobierno vino a coincidir igualmente con las reticencias del Congreso de los EEUU y el Parlamento Europeo a ratificar los Tratados de Libre Comercio negociados con Colombia, así como con la ruptura de relaciones con los Gobiernos de Venezuela y Ecuador, indicativo todo ello de que Colombia está lejos aún de haber saneado su situación interna y creado las condiciones sociopolíticas favorables y seguras para la inversión y los negocios con el capital internacional y con otras naciones.

Entre nosotros no debe existir dudas de que el Gobierno de Santos está comprometido con el propósito de conservar el modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, así como también en lograr su pronta articulación con el capital y los mercados internacionales. Pero, tras el relativo fracaso de Alvaro Uribe en la creación de las condiciones internas para lograr esto último, Santos enfrenta el desafío de tener que volver a consensuar las condiciones de orden socio político internas que le permitan lograr tal propósito, ensayando procedimientos, énfasis y estilos diferentes a los seguidos por su antecesor.

Es en función de tal cometido que el Presidente ha llamado a la conformación de un Gobierno de Unidad Nacional, que será no simplemente un instrumento de gobernabilidad, sino además y sobre todo, la expresión de un acuerdo político fundamental sobre las readecuaciones institucionales del Estado y el régimen político, así como de la situación socio-económica de amplios sectores de la sociedad indispensables para asegurar un clima favorable para la prosperidad de los negocios.

En la conformación del Gobierno de Unidad Nacional, Santos ha logrado comprometer al conjunto de las fuerzas políticas del país, con la excepción del PDA. Su proyecto ha recibido el apoyo de los gremios empresariales, de las iglesias y los medios de comunicación. La vinculación como formula vicepresidencial de un ex sindicalista y ex dirigente de izquierda le ha permitido al nuevo Presidente de la República cooptar incluso el apoyo de una franja del sindicalismo y enviar un mensaje tranquilizador a los Gobiernos de Europa y Norteamérica.

J. M Santos ha anunciado además que su Gobierno será el de la Prosperidad Democrática. Con tal anuncio el Presidente ha querido poner de manifiesto no sólo el propósito de rescatar la credibilidad ciudadana en las instituciones centrales del Estado, sino también la necesidad que tiene el establecimiento de tender puentes e implementar políticas tendientes a reintegrar al sistema social a diferentes sectores de la sociedad que han sido marginados y excluidos por efectos de la guerra y la aplicación de las políticas económicas neoliberales de los últimos gobiernos. El tono incluyente y conciliador empleado por el Presidente en su discurso de posesión, así como el anuncio de un conjunto de propósitos en materia de política social denotan un cambio sustancial en las prioridades de la agenda gubernamental. Santos ha manifestado que la política de seguridad democrática y la ofensiva militar contra las guerrillas tendrá continuidad durante su Gobierno, pero no será su prioridad. En su lugar, estarán las iniciativas tendientes a hacerle frente a la profunda crisis social que vive el país. El propósito evidente es evitar que ésta transite a eventuales situaciones de conflictividad político social que pongan en riesgo al sistema o altere el clima de los negocios.

No de otra manera podrá entenderse el pronunciamiento casi que clamoroso del Presidente Santos en el sentido de que su Gobierno será respetuoso tanto de la ley como de la Constitución, y que como consecuencia de ello asume el compromiso del respeto de los derechos humanos y la observancia del principio republicano de la separación e independencia de los poderes públicos. O su compromiso con los pobres, a quienes prometió solemnemente no defraudar durante su Gobierno, ofreciéndoles la creación de tres millones de empleo formal con salarios y prestaciones sociales dignas, así como la implementación de ambiciosos planes de vivienda, acceso a la salud para todas las familias y educación de calidad para los jóvenes. O lo anunciado respecto a los desplazados y víctimas de la violencia, a quienes el Presidente ha manifestado su disposición a trazar una política encaminada a lograr el retorno de estos campesinos a sus lugares de origen, restituyéndoles sus propiedades y facilitándoles crédito y asistencia técnica, acogiendo el sentido de una propuesta de campaña lanzada por el candidato presidencial del Polo. Así como la política indemnizatoria o de reparación para los familiares de las víctimas del conflicto, incorporando en esta materia una iniciativa del liberalismo oficialista.

En este contexto, el anuncio más inquietante del Presidente viene a ser, no obstante, su decisión de darle continuidad a la política de seguridad democrática, en el sentido de mantener la ofensiva militar contra los alzados en armas, sin descartar la posibilidad de una negociación con los mismos, siempre y cuando éstos cumplan determinadas condiciones. En relación con esto, Santos enfrenta el reto de darle continuidad a la guerra contra los alzados en armas sin que tal decisión conlleve irrespeto alguno de la soberanía de otras naciones, ni violación de los derechos humanos, ni persecución de los defensores de los mismos, como tampoco la estigmatización y victimización de la oposición de izquierda y de los sindicalistas.

Sin duda alguna, la brutal ofensiva militar del Gobierno de Uribe contra las guerrillas logró asestarle golpes certeros a los alzados en armas, especialmente a las Farc, y que la política de seguridad democrática reportó mejoras relativas en materia de seguridad para algunos sectores de la sociedad. Tampoco podrá negarse que la correlación de fuerzas militares hoy en Colombia le es altamente favorable a las fuerzas armadas del Estado en el ya largo conflicto con las guerrillas, situación ésta que deja al Gobierno entrante en situación ventajosa para proseguir la guerra contra éstas o para imponerle condiciones en un eventual escenario de negociaciones con las mismas. El hecho cierto es que el anuncio del Gobierno, en los términos en que lo ha hecho, permite que el tema de la guerra y la paz con los alzados en armas cobre vigencia y se agite de nuevo.

Tal es la situación política del momento actual, con el agravante de que la correlación social y política de fuerzas continúa siendo altamente desfavorable para nosotros los de abajo y los de la oposición; pues, el Presidente de la República comienza con una gran popularidad entre la opinión pública nacional y las masas populares en su gran mayoría aún no está de nuestro lado.

El Polo y los desafíos de una política de Izquierda
Aún no se ha hecho el balance del PDA en relación con la pasada coyuntura electoral. Debería hacerse. Por ahora lo que conocemos son declaraciones respecto de acontecimientos que la propia coyuntura iba arrojando, y desde luego frente al nuevo gobierno del presidente Santos.

El balance debe hacerse, no sólo por lo que debe aprenderse de lo ya ocurrido, sino especialmente por lo que sigue. Si el balance electoral se hace en términos de resultados finales, es inevitable la amargura. Para un partido como el PDA, que ha convertido las elecciones en su principal estrategia de acción política, los resultados electorales fue un rotundo fracaso. En el 2010 no somos gobierno, como optimistamente se vaticinó luego de las elecciones de 2006. Incluso, retrocedimos en términos de votación obtenida. Con un costo político adicional muy alto: resquebrajamiento de la unidad política y pérdida notable de influencia política en sectores importantes de la ciudadanía, especialmente en Bogotá, epicentro político del país, y en sectores sociales organizados de los de abajo. La campaña electoral presidencial estuvo al borde del colapso. Un candidato errático en la primera fase, queriendo parecer de centro-derecha, progresivamente aislado del partido, finalmente enderezó el rumbo. Aunque hizo una muy buena campaña en la segunda fase, ya era demasiado tarde. En política, sobre todo en política electoral, tiempo y audacia casi siempre van de la mano. Se ganó en audacia pero se perdió demasiado tiempo. El Polo no quedó en las tablas, pero sí seriamente resquebrajado.

La votación que obtuvo en primera vuelta de las presidenciales, aunque no alcanzó para la segunda, fue digna. Fue esto lo que evitó en parte la desbandada que ya estaba en curso. Las declaraciones frente a la candidatura de Mockus ayudaron a levantar el perfil y afirmar la dignidad e identidad política. Más eficaz hubiera sido, sin embargo, si, en vez de avalar dos opciones frente a las presidenciales de segunda vuelta, hubiera optado por una de ellas, especialmente por el voto en blanco, sin duda más emblemático de ilustración política que la simple abstención electoral.

Pese a todo, es evidente que hay un espacio político de la izquierda, hay una izquierda en la opinión política en Colombia. Pero aún falta mucho para ampliarla y sobre todo para traducirla en fuerza política (electoral o no). De ahí que sea crucial para el Polo la coyuntura que se abre con la elección de Santos como presidente para 2010-2014. La declaración de oposición política frente a la convocatoria de un gobierno de unidad nacional planteado por Santos es un buen comienzo, lo mismo que la exigencia de un estatuto de la oposición. Pero no es suficiente. Para empezar, es necesario que todas las tendencias dentro del PDA la asuman y la desarrollen. Aquí empiezan de nuevo los escollos. Los mismos que nunca se pudieron superar exitosamente frente a las perversas acusaciones del gobierno de Uribe al Polo de ser bafle de las guerrillas.

Las declaraciones del excandidato presidencial y su postura de establecer acuerdos con el gobierno, aunque sea sobre materias tan sensibles como resarcir a las víctimas del paramilitarismo y el terrorismo de Estado y una política de tierras, es errática. Y pueden contribuir más a la confusión que a la claridad política. Ponen en riesgo la unidad del PDA y horada su postura de oposición. Hagamos memoria. A la Unión Patriótica la sacaron a punta de plomo del escenario político, a la AD-M19 a punta de discursos y señuelos de gobernabilidad. Al PDA después de 2006, lo diezmaron a punta de autoritarismo y macartización. Como es sabido, una de las funciones del poder ha sido siempre, no sólo organizar la dominación de los poderosos, sino desorganizar a los de abajo, con represión o con cooptación. En la coyuntura actual ninguna de las dos opciones está descartada. Pero mal haría el propio partido de los de abajo con facilitar la tarea. El riesgo de la “audacia política”, tal como se presenta la postura del excandidato presidencial, es que termine convirtiéndose en audaz estrategia de gobernabilidad. No de los de abajo sino de los poderosos. Esos que bastante bien representa el gobierno de Santos.

El afán de gobierno debería sustituirse en el Polo por el afán de politización. Politización de sus filas, por supuesto, pero especialmente de los de abajo. Pero para avanzar en esa dirección conviene que empiece a repensar desde ya su estrategia de acción política y de poder. Se requiere de una politización que irrigue los vastos y múltiples vasos comunicantes de las luchas de resistencia de los de abajo. Desde el parlamento, desde las campañas electorales, sin duda; pero sobre todo desde sus acciones concretas y cotidianas de resistencia, en el barrio, en la escuela, en la universidad, en la fábrica (las que aún quedan), en los convites, en las mingas, en todo espacio de multitudes y de pequeños encuentros. Tal vez así estaremos reconstruyendo una estrategia que va de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo, y también una forma diferente de concebir y hacer la política. Pensar en las próximas elecciones, sin duda, pero más estratégicamente pensar en las luchas sociales por venir, que requieren ser politizadas. No estrategias de gobernabilidad sino de resistencia. Esta puede ser la vía para refundar la izquierda y el PDA como su producto más preciado hasta ahora.

En función de darle perfiles a esta estrategia de resistencia, el Polo debe comenzar afirmando su unidad en torno al siguiente postulado: lo que le confiere sentido al Gobierno de J. M. Santos es su decisión de crear un ambiento social, político e institucional favorable a la consolidación del modelo neoliberal como patrón de acumulación y reproducción interna del capital, y su articulación con el capital y los mercados internacionales a través de los TLC negociados por el gobierno anterior. Lo que equivale a decir que el nuevo Gobierno no es ni será un Gobierno reformista comprometido con grandes transformaciones socioeconómicas a favor de los asalariados y excluidos. En esto no debe haber dudas entre nosotros. En consecuencia, el PDA debe descartar cualquier posibilidad de participación o acuerdos políticos fundamentales con el nuevo Gobierno. Es probable que la mayoría de las iniciativas del Gobierno se tramiten por la vía del Congreso de la República. En esa corporación tenemos una representación minoritaria, así nuestros parlamentarios sean de calidad y entereza para el debate, el control político y la denuncia del régimen. Pero no podemos ser ingenuos de pensar que la sola actuación de ellos sea suficiente para detener la aprobación del plan gubernamental. Por lo tanto, es preciso y urgente que el Partido llama a todos sus militantes, simpatizantes y adherentes a preparar y organizar la fuerza de los de abajo, adoptando para ello una directriz que le permita al Polo vincularse al trabajo de reorganización y unificación de los diferentes movimientos sociales para la defensa de sus propios intereses. Sólo ese trabajo combinado de la acción parlamentaria y la organización de la lucha de resistencia extra institucional podrán permitirnos desenmascarar el alcance demagógico y epidérmico del compromiso del Presidente con los pobres y los desplazados. Sólo ese trabajo, acompañado de una enorme labor de propaganda y agitación, nos permitirá ganar para nuestro lado y nuestra causa a la gran mayoría de los pobres y excluidos.

Actuar en la dirección indicada exige del Polo un acelerado proceso de reorganización interna, que conlleve el restablecimiento de su unidad de mando, unidad de la dirección y unidad en la acción. Pero exige igualmente, una acertada identificación del centro de gravedad del conflicto social y político del país en esta coyuntura, para con base en ello establecer las consignas políticas que logren convocar y movilizar la resistencia de los de abajo.

El polo en la ciudad y la región

Articulado a la situación política nacional, el tema de la ciudad y la región adquiere especial importancia ahora que el Gobierno ha anunciado su decisión de presentar ante el Congreso un proyecto de ley de ordenamiento territorial.

Las decisiones de los gobiernos de diferentes países han sido elaboradas a nivel mundial, latinoamericano y en Colombia en contextos geopolíticos y desde diferentes enfoques en las últimas décadas del Siglo XX y Siglo XXI.
Desde las experiencias territoriales y de ciudad a nivel mundial están las de Italia (Distritos industriales), España (País Vasco y Cataluña), Estados Unidos (Valle Silicón en California y la Ruta 128 en Boston) y en América Latina (Triangulo ABC en Sao Paulo), México, Chile y en Colombia (Bogotá-Cundinamarca y Antioquia, Valle de Aburra y Medellín). Estas experiencias han permitido construir un acumulado de leyes, diseños teóricos y enfoques para las políticas públicas territoriales definidas por los gobiernos de cada país, ciudad o región.

En el caso colombiano la Descentralización a partir de la reforma de 1968, posteriormente la Elección Popular de Alcaldes y Gobernadores habían dado los sustentos políticos para los primeros pasos del tema territorial, pero es con la Constitución del 91 en el artículo 1 que habla de un país descentralizado con autonomía regional; el Artículo 319 que posibilitó crear las Áreas Metropolitanas; y el Artículo 321 que posibilita crear Provincias como nuevos avances del tema de región y ciudades. Estos artículos son la base constitucional para definir las entidades y las normas, sin embargo a la fecha aún no se expedido la ley de Ordenamiento Territorial que facilite a las ciudades y departamentos avanzar en el tema de las políticas territoriales. No obstante en Medellín se ha definido el Plan de Ordenamiento Territorial como política pública para asuntos del suelo, lo urbano, y la participación comunitaria en el Presupuesto Participativo. Y a nivel de Antioquia, Valle de Aburra y Medellín se elaboro unos Lineamientos para una política de integración regional, nacional e internacional y la creación de la Comisión Tripartita (2008).
Los enfoques que han orientados las políticas de territorio han sido diversos desde el tradicional endógeno hasta el de ciudad región o redes, o el de Región de ciudades, o redes territoriales, o Sistemas urbanos integrados y en red, y el de Competitividad sistémica.

Para que las decisiones del POLO den respuestas a las necesidades urgentes de los pobladores de las ciudades y regiones pasa por definir una agenda de trabajo que incorpore los temas de las violencias urbanas y territoriales desde una solución social - no militar como se insiste después de los fracasos de la Ley de Justicia y Reparación- que en el caso de Medellín y Valle de Aburra dan cuenta de la crisis del conflicto paramilitar-mafioso.

De igual manera es necesario responder a los avances de los megaproyectos hidroeléctricos desde las cúpulas tecnocráticas y políticas regionales (Gobernación- Alcaldía de Medellín) como la construcción de la hidroeléctrica Ituango, organizando la resistencia social como hoy lo están realizando los pobladores del Quimbo en el Huila frente al proyecto de la empresa EMGESA.

Otro tema que debemos responder como partido en Medellín es redefinir el Presupuesto de la ciudad mas allá de la política oficial de la Participación ciudadana que no logra resolver las necesidades sociales populares en tanto se avanza en el proyecto Ciudad de servicios y turismo agenciada por las elites locales y los gobiernos de las dos últimas décadas.

Con el propósito de definir políticas regionales y de ciudad como partido debemos:

-Constituir una Mesa de trabajo de Ciudad y Región para elaborar Lineamientos alternativos a las implementadas por los Gobiernos Departamental, Valle de Aburra y Medellín.

-Participar con Diputado, Concejales, Ediles y Lideres del Partido en los Zonales preparatorios de Medellín y en el Congreso de Ciudad y Región convocado por la Gobernación, Área Metropolitana y Medellín para el próximo 4 y 5 de Octubre en Plaza Mayor.

-Convocar a un Foro Regional Alternativo de Ciudad y Región con invitados académicos, líderes sociales, sindicales y dirigentes del partido Departamental y Municipales.

Como prepararnos para la nueva vida política del PDA
Asumir un nuevo rol político principalmente desde la coordinación regional haciendo un depuramiento ético y político de sus integrantes
Desarrollar un debate desde la instancia de dirección con la militancia sobre el proyecto de región y ciudad incluyente.
Fortalecer las finanzas desde las contribuciones de los militantes abriendo una cuenta de ahorro en una entidad financiera cooperativa como Confiar u otra.
Articular los concejales, Ediles y diputados con las Coordinaciones para definir ejes políticos de intervención en la Asamblea Departamental y los Consejos.
Establecer agendas de discusión sobre temas centrales y de actualidad regional y local para la participación democrática de los militantes y como pedagogía política.

CIRCULOS SOCIALISTAS DE ANTIOQUIA

Medellín, agosto 28 de 2010.