jueves, 29 de julio de 2010

EL ASISTENCIALISMO Y LA DEMOCRACIA

“La democracia es incompatible con el hambre. Las elecciones de los pueblos hambrientos, y Colombia es uno de ellos, no pueden ser un indicador de democracia (del pueblo, por el pueblo y para el pueblo). Por el contrario, esos ritos políticos entre nosotros sólo revelan las verdaderas dimensiones de la plutocracia (los que comen), de la aristocracia (los que mandan) y de la ‘indiosincracia’ (los que no cuentan)”.
Alejandro Angulo Novoa CINEP.

En estas épocas de agite electoral en Colombia se pone en la palestra tanto a nivel nacional como internacional la calidad de nuestra democracia. Los medios de comunicación –de propiedad privada- arremeten con toda su influencia tomando rápidamente partido, las firmas encuestadoras establecen sus vaticinios –no pulcros ni santos-, se crea así una matriz de opinión favorable a unos y desfavorable a otros; pero por sobre de ello, el interés general es –a la mejor manera de su género: la falsi comedia- el hacer ver y sentir tanto a nivel local como internacional la supuesta estabilidad y fortaleza de nuestra “democracia”1.
Una preguntas después del pasado 30 de mayo sale a la palestra: ¿Cómo es posible que un pueblo golpeado históricamente, con una mayor intensidad durante estos últimos ocho años, vota por el candidato que asegura la continuidad del garrote?
Los análisis que intentar dar cuenta de este fenómeno se presentan, sus aproximaciones son variadas, resaltando su origen multicausal: los históricos estructurales, como responsables de la hegemonía ideológica a favor de las élites (con la educación, la religión, los medios masivos de comunicación, el cine, etc.), responsables de buena parte de nuestra “ceguera” política; el clientelismo con su pariente cercano el asistencialismo; además, de lo infaltable en nuestra realidad, el fraude y la coacción a muchos de los habitantes y en diferentes regiones.
Desconocer la historia de Colombia para explicar este complejo fenómeno representaría una gran obtusidad mental además de un error imperdonable. El presente ensayo intenta hacer una aproximación desde el asistencialismo como instrumento que ha favorecido y perpetuado el clientelismo, herramienta de gran peso a la hora de explicar esta situación.

I. El ASISTENCIALISMO EN COLOMBIA
Hablar de asistencialismo nos remite a hablar de Sistema de Protección Social y su correlación con los derechos. Como lo expresa, César Giraldo, en alusión a su origen histórico: “La Protección Social a cargo del Estado surgió con el capitalismo, en la medida en que la mercantilización de la fuerza de trabajo destruyó las redes de protección social que existían hasta ese entonces, las cuales se basaban en la adherencia a un orden social, tales como la familia extensa y la protección del señor” . De esta forma, al considerar el transcurrir de los años, se evidencian transformaciones al interior del sistema capitalista –secundarias a sus crisis intrínsecas y extrínsecas, y a los diferentes resultantes de la correlación de las fuerzas sociales en las diferentes épocas- presionando el surgimiento de los diferentes modelos para el funcionamiento del estado: inicialmente el liberal clásico, luego el benefactor y posteriormente el neoliberal. Teniendo cada uno de ellos su influencia en la concepción y alcances de la Protección Social PS, pasando de la asistencialista, al aseguramiento, luego al universalismo y recientemente (finales del siglo XX y comienzos del XXI) al neoasistencialismo.
La concepción de los servicios sociales (la salud, la educación, la vivienda, etc.,) y de los bienes públicos (servicios y espacios públicos: el alumbrado, las vías, los parques, etc.,) como derechos sólo surge con la concepción del aseguramiento vinculada al contrato laboral, y principalmente, con el universalismo bajo la égida del estado social del modelo benefactor europeo; modelo no desarrollado por los países de América Latina.
Recientemente, bajo las premisas del modelo neoliberal se sufre una regresión histórica en la concepción de la PS pasando del aseguramiento y el universalismo al neoasistencialismo, nuevamente bajo las premisas del individualismo y la desestructuración de los problemas sociales. Pero esta vez, con el fin de incentivar el sector privado: a) con el mercado de seguros, b) permitiendo el desmonte del estado social dando paso a la privatización de los bienes y servicios públicos, y c) destruyendo todas las garantías asociadas al contrato de trabajo, bajo la figura de la flexibilización laboral; todo estos cambios a favor del sector financiero nacional e internacional, en lo que se ha denominado la financiarización, cuyas consecuencias afrontan en la actualidad todos los países sometidos a este sistema, incluso los europeos (p.e. Grecia, España, etc).
El caso colombiano es, como en muchos otros temas, sui generis; pues en vez del desarrollo del estado benefactor con la figura del estado social, nuestro estado asumió en la práctica, todo lo contrario, la connotación del Patrimonialismo de Estado, que no es otra cosa que el apoderamiento del estado por parte de las élites del país. Esta situación ha sido una de las principales razones para que en Colombia: a) se haya disociado lo económico de lo político, con una especie de corporativismo a favor de los gremios privados; casos como el de la ANDI son un fiel reflejo de que en nuestro país los gremios económicos están por encima de los partidos políticos; b) no hayamos podido superar la concepción asistencialista de la PS; más bien haya primado el elemento caritativo tanto privado como público, con una gran influencia en el tiempo de la iglesia católica; en otras palabras, nunca a través de nuestros 200 años de historia los bienes y servicios públicos en el país han sido considerados como derechos para todos sus habitantes. Y c) esa visión caritativa-asistencialista haya permitido la profundización de las relaciones clientelistas, entre los sectores populares y sus representantes políticos, convirtiéndose en un eje histórico transversal en el desarrollo de nuestro estado-nación, propio de países política y socialmente atrasados. Con lo cual se ha obstaculizado, a través de la historia, el desarrollo de un verdadero sistema democrático, disociando lo social de lo político –situación que permite explicar la connotación policlasista de nuestros partidos tradicionales Conservador y LIberal, además de muchos de los recientemente formados desde la derecha como El Partido de La U, Cambio Radical y el Partido Verde; convirtiéndose más que en representates de intereses diferentes, en maquinarias de intermediación de las necesidades sociales dirigidas, moldeadas y manipuladas por las élites nacionales, haciéndose de esta forma muy poco diferenciables.

II. CLIENTELISMO Y ASISTENCIALISMO.
Por clientelismo se entiende como: “una relación de cambio desigual, recíproca y personal entre sujetos –trátese de individuos o de grupos- que tienen estatus socio-económicos diversos. El patrón –el sujeto de estatus superior- presta un servicio que es esencial al cliente –el sujeto de estatus inferior que vive en general en condiciones precarias- a cambio de lealtad y reconocimiento” 2.
El clientelismo se ha utilizado como mecanismo de legitimación, dominación e intermediación de las relaciones sociales en nuestro país. Pero por sobre todo, tiene una consecuencia grave para los sectores populares: el clientelismo impide la formación de la conciencia de clase. En palabras de Uprimny : “La constitución de las clases sociales como sujetos políticos autónomos susceptibles de cuestionar la permanencia del régimen es obstaculizada mediante el desarrollo de estrategias políticas específicas como el clientelismo. Tales prácticas permiten así la constitución de una suerte de sociedades ´en transición permanente´ a la modernidad, cuya viabilidad reposa en la consolidación de un sistema político neopatrimonial” 3.
De esta forma se entiende la pervivencia de esta figura, siendo estratégica, en una sociedad con graves problemas estructurales como la colombiana, agravados por la aplicación del modelo neoliberal desde los 90s y acentuados durante estos últimos ocho años de uribismo. En un país donde más del 50% de la población es pobre, aproximadamente el 20% es miserable y el trabajo informal como fuente de ingresos llega a cifras cercanas al 60%, es un país con una población maniatada, altamente manipulable y coaccionada por los programas asistencialistas en ejecución: llámese Familias en Acción, SENA, SISBEN, Hogares Comunitarios, Familias Guardabosques, Soldados Campesinos, Reinsertados, etc. Esto hace que el candidato que representa la continuidad del gobierno, en este caso Santos, tenga una gran ventaja a su favor. De esta forma, muchas veces, la necesidad, la dura realidad, el estómago, pueden más que los llamados a la conciencia. Por ello, estamos de acuerdo con Alejandro Angulo Novoa, cuando expresa: “La democracia es incompatible con el hambre. Las elecciones de los pueblos hambrientos, y Colombia es uno de ellos, no pueden ser un indicador de democracia” 4.
Completando la fórmula podemos decir que el asistencialismo va de la mano con el paternalismo y este a su vez con el clientelismo y las maquinarias políticas; elementos que manipulan la participación popular, brindan legitimidad a un sistema injusto y corrupto, desactivan la formación de una conciencia política y social –de clase- en los sectores subalternos, mientras aseguran la alianza –de clase- entre las élites para asegurar su dominio como bloque hegemónico de poder.
Se ha impedido así, en Colombia, el desarrollo o cumplimiento efectivo de los derechos, la verdadera ciudadanía y la verdadera democracia; quedándonos sólo en su componente retórico: la ciudadanía y la democracia formal, apariencias que son mostradas ante el mundo como demostración de “solidez y profundidad”, con el fin de engañar, también, en el ámbito internacional.

III. CLIENTELISMO Y DEMOCRACIA.
Una buena síntesis de la relación entre clientelismo y democracia la presentan Mario Hernández, Doris Ochoa y Edgar Novoa, en uno de sus trabajos: “Con el predominio del clientelismo, como la estrategia fundamental de relación con el Estado, se ha esterilizado la participación política democrática por cuatro razones: primero, porque implica obtener del Estado un beneficio, no por la acción propia sino a través de la intermediación de terceros. Segundo, la inaccesibilidad del Estado y la falta de transparencia del aparato burocrático ha obligado a la población a acudir a la ayuda, o a los favores de los ´patrones´ de los partidos. Así la relación con el Estado aparece no como una relación de derechos, deberes y obligaciones, sino como un intercambio de favores y lealtades. Tercero, el clientelismo ha dejado sin oxígeno la vida política local, ámbito por excelencia de la movilización social y de acercamiento de los ciudadanos a las decisiones públicas. Si no se incide en las decisiones, no hay razón para participar. Y cuarto, la verticalidad y la asimetría de las relaciones clientelistas supone de por sí una abdicación de la condición de ciudadano pues no es posible exigir ni demandar” 5.

Por todo lo anterior, más que ceguera o ganas de garrote, yo hablaría del asistencialismo y el clientelismo, en perspectiva histórica, como una causa importante que ayudan a explicar nuestra actual gran crisis social.


Alejandro Hernán Quintero Galeano

1.Giraldo C. ¿Protección o desprotección social? Desde abajo. 2007. Pág. 39.
2.Uprimny R, Legitimidad, clientelismo y política en Colombia. Un ensayo de interpretación. Cuadernos de Economía. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Volumen X. Nro. 13. 1989. P. 127.
3.Uprimny R, Idem. P. 126.
4.Novoa A. Con Hambre no hay democracia. Análisis del CINEP sobre elecciones del 30-05.
5.Hernández M, Ochoa D y Novoa E. Lo público y lo privado. Del capital social a la construcción de lo público. Revista Trans. Nro. 1 2001. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá P. 34.

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