El contexto geopolítico de América Latina durante las dos últimas décadas ha tenido una dinámica y tensiones que nos obligan preguntarnos ¿Cuál es el contexto mundial? ¿Cuáles son los antecedentes más inmediatos de la geopolítica en América Latina? ¿Cuál es el giro político? ¿Cuáles son las identidades y diferencias de concepción y ritmos entre los gobiernos de la región para avanzar en las transformaciones políticas? ¿Cuáles son los desafíos para los movimientos sociales y los gobiernos regionales?
1. Contexto mundial y antecedentes en América Latina
A finales del siglo XX el contexto mundial estuvo signado por una contraofensiva del capitalismo a partir de tres hechos: La caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética, y el hegemonismo de los EE.UU como potencia única militar que asume el papel de gendarme mundial con el liderazgo en las intervenciones militares en Kuwait, Irak, Afganistán y Haití, a contrapelo de su debilitamiento como potencia económica. Es el reforzamiento del capitalismo como opción económica, ideológica y social con el supuesto del “fin de la historia”, el modelo neoliberal y la globalización como estrategias de los centros de poder del capital.
En el contexto de América, la presencia del Imperio del Norte en todo el siglo XX fue de intervenciones militares, dominación política, predominio económico, promoción de golpes de estados contra gobierno nacionalista (Jacobo Arbenz en Guatemala, Salvador Allende en Chile, Hugo Chávez en Venezuela, del Presidente Zelaya de Honduras como el caso más reciente), y como un hecho de guerra regional en Centroamérica, con la organización y financiación de la contrarrevolución militar ante la Revolución Sandinista en Nicaragua.
A finales del siglo XX una tendencia económica predominante fue la aplicación del modelo económico neoliberal como parte de la agenda Norteamérica o Consenso de Washington que significó la entrega de recursos naturales, privatización de servicios públicos estatales, mayor poder del capital norteamericano, dependencia económica a través de Tratados como el TLC, y como un rasgo especifico de finales del siglo xx en palabras del investigador James Petras el “Neoimperialismo adoptó una forma y sustancia diferentes con la llegada de George W. Bush al gobierno y la muerte de la burbuja especulativa de Wall Street. Las fuerzas motrices que apoyan la presidencia imperial cambiaron de los banqueros inversionistas de Wall Street al complejo de energía-petróleo y militar-industrial. Los conservadores partidarios de la economía de libre de mercado de la era imperial de Clinton fueron sustituidos por un gabinete dominado por ideólogos militaristas de ultraderecha. La construcción imperial por medio de los ’integrantes económicos’ del Estado imperial fue sustituida por los ideólogos de la guerra permanente, conquistas militares y promotores-colonialistas (eufemísticamente construcción imperial)”.
Desde una mirada cronológica hay unos antecedentes para la nueva situación geopolítica en las dos últimas décadas que es necesario tener unos referentes: El antecedente más distante podría ser el Caracazo de 1989 en Venezuela, primera revuelta masiva contra un ajuste neoliberal, sangrientamente reprimida por el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Otro, el levante indígena zapatista mexicano contra el TLC (Tratado de Libre Comercio) con EEUU y Canadá en enero de 1994. Pero, será la rebelión popular en Cochabamba, Bolivia, en 2000 contra la privatización del agua, la que ponga en evidencia de forma más clara de que ya se había alcanzado una nueva coyuntura, donde la presión popular era capaz de bloquear la aplicación del programa neoliberal. A esa cronología habría que poner igualmente los momentos, desde finales de la década pasada, en que movilizaciones populares echaron a presidentes neoliberales en Ecuador, Paraguay, Argentina y Bolivia y a través de su voto, buscaron alternativas, comenzando con las elecciones venezolanas de 1998, cuando Hugo Chávez fue electo presidente de Venezuela, en una serie que creció expresivamente en los últimos años con Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Ecuador.
Y en un contexto económico más amplio y mundial, América Latina se encuentra atrapada en la actual crisis capitalista por mucho tiempo ya que esta es más profunda y sistémica. Los analistas económicos de diversos centros de investigación no vislumbran salidas inmediatas de esta última crisis por lo que podemos deducir en esta superará en extensión temporal y espacial que a las anteriores del Siglo XX, como ya la podemos ver en Grecia, EE.UU, España.
2. El periodo de transición postneoliberalismo: Reforma y revolución.
Con el surgimiento de gobiernos nacionalistas en América Latina a finales del Siglo XX se abre un periodo de transformaciones geopolíticas regionales eufemísticamente denominado el giro de izquierda. En este nuevo escenario se mueven los diferentes actores sociales, políticos y económicos de América con apuestas diferentes en términos estratégicos y con matices claro- oscuros pero generándose una situación de pérdida de la hegemonía norteamericana y del capitalismo en beneficio del trabajo y las mayorías nacionales. En ese giro geopolítico regional se expresan con tres tendencias geopolíticas: La tradicional ligada al poder norteamericano (Bogotá, Lima, México, Chile), la antiimperialista o latinoamericanista (Venezuela, Bolivia, Ecuador) y una de centro (Brasil, Uruguay, Paraguay).
“La ofensiva de los movimientos sociales en América Latina ha cambiado esta par¬te del continente profundamente. Ya no existe una hegemonía neoliberal, salvo en las élites continentales y algunas fortalezas del conservadurismo (como Bogotá, Lima, México y Santiago de Chile). El nuevo imaginario rebelde, que se vive en sectores amplios de los pueblos americanos, ha dado a luz diversas luchas exitosas, que van desde la movilización contra la privatización del agua en Cochabamba (Bolivia) y el proyecto minero de Manhattan en Tambogrande (Perú), hasta la caída de presidentes autoritarios como Gonzalo Sánchez de Losada y Alberto Fujimori. Las movilizaciones han consolidado, además, la presencia de nuevos actores políticos que ya no son posibles de marginalizar o negar, como los indígenas en Ecuador y Bolivia, el Movimiento Sin Tierra en Brasil y el Movimiento de Solidaridad y Justicia Global a escala internacional. Además, el Foro Social Mundial representa una confluencia de diversos movimientos y luchas que no tie¬nen precedentes en función de su amplitud, apertura. Simultáneamente, las crisis ecológica, alimenta-ria, energética y financiera que el mundo atraviesa evidencian una crisis profunda del sistema capitalista-neoliberal. ” (Raphael Hoetmer).
En esta nueva etapa geopolítica se delinean situación de radicalización y profundización de procesos revolucionarios como por ejemplo en Venezuela en donde el presidente Hugo Chávez solicito en el 2007 a la Asamblea Nacional la aprobación de una Ley Habilitante "revolucionaria" que le permitiera sancionar "más rápido que un rayo", un conjunto de leyes de impacto económico y social. Advirtiendo que si las leyes del año 2001 "impactaron el esquema económico y social del país", las que redactarán "impactarán con una potencia mucho mayor la actual situación económica".
De otra parte la economía cubana entró en una nueva situación en afirmaciones del Ministro de economía José Luis Rodríguez “... cerró en el 2006 con un crecimiento de 12,5 por ciento, el mayor de América latina, pero reconoció deficiencias insostenibles en la productividad y que la crisis económica de los 90 aún no se ha superado. Ese incremento del Producto Interno Bruto constituye la cifra más elevada de nuestra historia revolucionaria y expresa una tendencia a la consolidación gradual de la economía que se viene observando desde el año 2004”.
Frente a estas nuevas condiciones geopolíticas el Imperio del Norte no logró readecuar sus estrategias por razones de su papel de gendarme mundial en otras latitudes del mundo. “El hecho de que los Estados Unidos estén empantanados en el Medio Oriente tiene consecuencias internacionales, en particular en Latino América. No es cuestión de subestimar la presión que "el imperio" siempre ejerce en un continente que sigue considerando su patio trasero. Pero es necesario subrayar el debilitamiento de su capacidad de intervención en el continente. A nivel militar, se le hace difícil intervenir en Irak, Afganistán y preparar intervenciones en América Latina. El Plan Colombia sigue ahí. También las bases militares en Paraguay. El apoyo a la derecha golpista o liberal-autoritaria siempre está presente. El ALCA ha fracasado pero se han concertado acuerdos bilaterales entre Estados Unidos y una serie de países de Sur América. En pocas palabras, los Estados Unidos no ignoran a Sur América, pero indudablemente existe una nueva correlación de fuerzas entre el imperialismo norteamericano y una serie de países en América Latina incluyendo los más importantes, en particular dos grupos de países. El primer grupo consiste de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Aprovechándose de la fase de desarrollo económico y de la habilidad de los gobiernos en el poder –Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay – para canalizar, controlar, integrar los movimientos de masas o, más precisamente, sectores enteros de las direcciones de esos movimientos de masas, en particular el liderato de Partido de los Trabajadores y de la CUT en Brasil y del peronismo político y sindical en Argentina (aún si Lula se sitúa a la derecha de Kirchner), las clases gobernantes de estos países han conquistado nuevos márgenes de maniobra para negociar e imponer ciertos objetivos económicos al imperialismo norteamericano. Están desarrollando, por su cuenta y a su manera, políticas neo-liberales, acompañándolas con una dimensión de "ayuda social", y con su inserción en el mercado mundial, en particular a través de sus políticas agro-exportadoras y sus relaciones específicas con el sistema financiero internacional.
El segundo grupo de países, que en la actualidad está desarrollando una nueva experiencia de ruptura con el imperialismo norteamericano, está encabezado por Venezuela, seguida de Bolivia y Ecuador, todos con el apoyo de Cuba. Todos estos países, cada uno con su especificidad, está tratando en la actualidad de aligerar el estrangulamiento de la deuda, de retomar la propiedad y el control de sus recursos naturales, de asegurar sus programas sociales de alimentación, salud y educación, de restaurar su soberanía ante las presiones norteamericanas y Europeas (especialmente españolas)”.(François Sabado).
Bajo estas premisas se han configurado institucionalidades regionales como el ALBA, UNASUR y el proyecto alterno a la O.E.A que ha resquebrajado el modelo de dominación norteamericana en el patio trasero.
En este contexto de redefiniciones geopolíticas los E.E.UU ha diseñado una estrategia política para América Latina para retomar la iniciativa a través del Gobierno Obama contando con la punta de lanza de los gobierno de Colombia, Lima, Chile, y ha enviado a su Secretaria Hillary Clinton de gira por Suramérica, envió tropas en Haití bajo pretexto de apoyo después del terremoto, el pasado 1º de Julio el Congreso de Costa Rica autorizó el ingreso a ese país de 46 buques de guerra de la Armada de los Estados Unidos, 200 helicópteros y aviones de combate, y 7.000 marines, creó siete bases militares en Colombia y reactivó la IV Flota militar en la región.
3. Desafíos y perspectivas
La nueva situación que se vive en América Latina plantea desafíos, retos y perspectivas para que se profundicen los cambios y generen soluciones estructurales a favor de las mayorías sociales.
América Latina entró en un nuevo período político con grandes potencialidades emancipadoras, cuyos contornos y desarrollo aún están en construcción y disputa. Las dificultades son inmensas pero se trata de una oportunidad histórica única para conquistar nuestra segunda y verdadera independencia. En ese contexto, la cuestión de la integración regional es clave para definir el rumbo político que tomará la región como el ALBA, UNASUR y el proyecto alterno a la O.E.A. No estamos en un período de reactivación del movimiento de masas ni mucho menos de las ideas revolucionarias; estamos en un estado de prácticas de resistencia popular, de acumulación de fuerzas, de lucha con un enemigo aún muy poderoso, a nivel interno e internacionalmente.
Ahora bien, que haya cuestionamiento y oposición al neoliberalismo no quiere decir aún que otro proyecto ya esté claramente en marcha. Lo que significa es que ese programa se agotó porque no ofrece más perspectivas de gobernabilidad (al menos en un marco democrático), que está abierta la temporada de formulación, construcción y aplicación de alternativas. Por otro lado, no hay un programa alternativo ya listo y válido para todos los casos. Por último, el desenlace de la coyuntura dependerá de la constitución de voluntades políticas capaces de impulsar a cada país y a la región hacia un proyecto de superación del neoliberalismo; y serán “capaces” si construyen mayorías políticas (por ello, el tema clave es el de la “hegemonía” en los procesos nacionales).
Por ello, necesitamos aprovechar todos los espacios colectivos y de unidad popular, en nuestros países y a nivel continental, como son las redes, las cumbres sociales, los Foros Sociales Mundiales, el Foro de Sao Paulo y la propuesta de la V Internacional como coordinación política estratégica de partidos de izquierda para ampliar el debate, reflexionar, intercambiar y encontrar colectivamente las verdaderas salidas que puedan conducirnos a vencer los intereses del capital local e internacional. También exigir en las agendas de gobierno que se reclaman antiimperialista y latinoamericanistas las soluciones sociales estructurales no resueltas por las elites políticas tradicionales. Mientras no encontremos las formas de superar los desafíos descritos seguiremos todavía, por mucho tiempo, en un periodo de resistencia y de acumulación de fuerzas.
Camilo Ruiz A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario